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Opinión

No hay victoria sin conflicto.

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Extracto de nota de Guillermo Wierzba publicada el 10/10/2021

Neoliberales, progresistas resignados y realpolitikeros niegan cualquier proyecto transformador.

Los economistas e intelectuales orgánicos del poder suelen esgrimir una cantidad de “razones” (excusas) para naturalizar un paradigma económico-social como el único posible ordenador de la sociedad. A partir de esa lógica ordenadora, quedarían determinadas las condiciones para un mejor nivel de vida de la sociedad en su conjunto.

Ubicados en el presente, podemos recorrer el discurso de la intelectualidad de la época neoliberal –de ellos se trata– y sacar conclusiones respecto adónde conducen sus dogmas. Pero no debemos dejar de advertir que esas premisas también son aceptadas por pensadores y políticos autodenominados –y reconocidos por sectores de la sociedad– como “progresistas”, no por valorarlas, sino por resignarse a ellas a partir de hacer un culto de la correlación de fuerzas, a las que siempre encuentran como desfavorables para desafiar los pilares del orden social hegemónico. A neoliberales y “progresistas resignados” habría que agregarle una pléyade de pregoneros de la realpolitik, que entienden a esta última como la asunción del orden vigente como una eternidad, sin ocuparse de la historicidad de los modos en que las sociedades han organizado sus vidas a través del tiempo.

Adentrándonos en los problemas económicos de la Argentina actual, la economía ortodoxa, la intelectualidad que la profesa y sus difusores mediáticos despliegan esa concepción planteando una cantidad de axiomas que conducen al más crudo conservadurismo y a la negación de cualquier proyecto transformador, del cual no sólo se manifiestan contrarios, sino que se ocupan esencialmente de fundamentar su “imposibilidad”. Así, circunstancialmente se genera un “frente político-del posibilismo” en el que encuentran cabida neoliberales, “progresistas” y “realpolitikeros”.
Explicitemos a continuación los lugares recorridos por ese “frente”.

Precios

La única forma de conformación de los precios en la economía es mediante la oferta y la demanda, liberando al mercado de cualquier intervención estatal. Los controles de precios, u otras formas de regulación, como la cupificación de exportaciones y otros métodos del desacople de los precios locales respecto de los internacionales, no sólo son considerados injustos para los “empresarios-productores” (los propietarios de los medios de producción) y su intelectualidad orgánica, sino “distorsivos” (desordenadores de las señales correctas para el “equilibrio” económico y la conformación de precios relativos adecuados para la economía) y condenados al fracaso y al incumplimiento por la imbatible capacidad de imposición final de los precios mercantiles. Por lo tanto, la política económica que postulan como ruta única de la racionalidad es opuesta a lo que determinaban los clásicos del desarrollo, como Albert Hirschman, quienes sostenían que una de las condiciones clave para lograrlo era la alteración de los precios mercantiles por la acción estatal dirigida a objetivos estratégicos de cambio estructural. Esta alteración llevaba implícito el objetivo de la diversificación productiva y de la distribución de los incentivos para compensar los desequilibrios del desarrollo desigual sectorial de las economías jóvenes.

Si el Estado no interviene sobre los precios, si no controla la lógica de su conformación en la cadena productiva y en la de distribución de los bienes, ocurren dos cosas: los aumentos de salarios son absorbidos, y más que compensados, por los aumentos de precios, porque los que dominan esas cadenas son formadores de precios dispuestos y con poder para resolver la puja distributiva a su favor. Pero, además, la empresa dominante de la cadena productiva también puede expropiar beneficios de las pymes y otras unidades productivas articuladas por el núcleo central que es esa firma.

En la actualidad, un sendero enérgico de recuperación de ingresos, que requiere de aumentos reales que desanden la caída salarial del 25% del último quinquenio, necesita de la participación estatal en los mercados de bienes y de trabajo para evitar que las subas de sueldos queden disueltas por la neutralización de los precios fijados libremente por el empresariado formador de los mismos. La no intervención gubernamental conduce al no respeto de los derechos económicos y sociales, y denotaría la demarcación de la vida democrática con un límite que dejaría a la economía por fuera de ella. Lo económico quedaría en el plano de la sociedad civil y excluido de la vida política.

Impuestos

La presentación del reclamo permanente de la disminución de impuestos, que suman una “presión tributaria” abrumadora que sube los costos empresariales a niveles desestimulantes de la producción. La reducción de impuestos –entre los que la obsesión neoliberal y del poder concentrado es especialmente con los que gravan ganancias, propiedad y rentas– constituye una fuente de mayor apropiación de beneficios por parte de los propietarios, a la vez que afecta negativamente la distribución del ingreso. Por otra parte, la idea de una excesiva presión tributaria no se condice con las estadísticas mundiales ni de la región en el análisis comparativo con otros países. Además, la pérdida de ingresos del Estado significaría la restricción de sus recursos económicos para intervenir solventando los necesarios niveles e incrementos del gasto social en una sociedad con una intensa polarización del ingreso y altos niveles de pobreza e indigencia. En la lógica de la reducción de impuestos también está la resistencia a las retenciones, que, en realidad, son derechos de exportación que juegan macroeconómicamente con un rol similar a los tributos, pero también constituyen una herramienta para la regulación de los precios internos, como así también de las transferencias de rentas de los sectores económicos de mayor competitividad internacional a los que necesitan de apoyos para incrementarla. La menor disposición de ingresos tributarios, aunada al pregón de la ortodoxia intelectual de la derecha y de los empresarios concentrados contra el déficit fiscal, es la base sobre la cual se define la idea de un Estado chico con menos funciones. Menor gasto social y menor posibilidad de inversión pública. Menores impuestos a la propiedad y menor gasto social influyen perjudicialmente en la determinación de la distribución secundaria del ingreso, cuya determinación está dada por la primaria más el impacto del gasto social y los impuestos. A su vez, empobrece la potencia estatal para disciplinar al poder económico privado concentrado.

Divisas

El mercado libre de cambios y la libre movilidad de capitales, tanto para su entrada como salida. Esto lleva a que las divisas sean manejadas como una mercancía de orden privado, cuando constituyen un recurso estratégico para el desarrollo. Esas liberalizaciones quitan al Estado la posibilidad de administrar extra-mercantilmente el precio de las divisas y establecer regulaciones cuantitativas y direccionadas sobre la entrada y salida de dólares en función de una política económica redistributiva, humanista y de desarrollo. Cuando se establecen impuestos progresivos, el capital podría eventualmente retirarse, lo mismo ante aumentos salariales o regulaciones de precios. Esa eventualidad no necesariamente tiene antecedentes históricos que constituyan una prueba de regularidad, pero sí la amenaza para evitar la disputa por el ingreso y la intervención estatal. La des-financiarización es combatida por el neoliberalismo y aceptada por el “frente climático del posibilismo” bajo amenaza de abandono.

FMI

El acuerdo con el FMI. En general, los neoliberales plantean una negociación falsa. Aldo Ferrer reflexionaba que cuando una parte se sienta a negociar, debe estar dispuesta y poner la mejor voluntad para llegar a un acuerdo, pero también debe contar con la posibilidad de no arribar al mismo. En el caso del FMI esto también rige. Si el acuerdo fuera considerado “inevitable” para la Argentina, aun sobre la base de la falta de voluntad del FMI por diseñar un esquema de refinanciación acorde a la posibilidad de pago del país y encuadrada en el marco de una política social distributiva y una estrategia de desarrollo autónomo que no implique sesgar la economía hacia un perfil reprimarizado, entonces no se estaría en una actividad negociadora, sino en la gestión de un pedido a los países predominantes en ese organismo internacional para que otorguen algún beneficio o conmutación de intereses. La diferencia entre una negociación y un ruego no es una cuestión menor.

Recursos estratégicos

El rechazo rotundo de la participación del Estado como empresario en la gestión de los recursos estratégicos para el desarrollo nacional. Esta perspectiva excluye la articulación del poder público con empresas privadas nacionales en el despliegue de sectores clave para la soberanía económica, que fortalecería el papel protagónico de lo público en la vida socio-económica.

Estos cinco planos de la política económica de la Argentina del presente constituyen el centro de un debate en el que se juega el futuro de la Nación. Los neoliberales, “progresistas resignados” o realpolitikeros que sostengan –aun desde perspectivas diferentes– como única conclusión que los precios no pueden regularse extra-mercantilmente; que la política fiscal no puede ser expansiva en pos de un Estado grande que participe como un actor económico productivo y sea el efector de una política de redistribución de ingresos y del salario real; y que el Estado argentino no puede manejar el recurso estratégico de las divisas logradas en su comercio exterior ni regular la entrada y salida de capitales en función de la planificación de un proyecto nacional que determine la ciudadanía, abonan un culto de la correlación de fuerzas como fenómeno estático, que resultaría también inconmovible por la propia vocación transformadora de un gobierno nacional, popular y democrático.

No poder diseñar y dirigir esos planos de la economía por parte del gobierno y su cesión a agentes concentrados, empresas u organismos domésticos e internacionales que son ajenos a su poder implicaría el reconocimiento de una dependencia económica indestructible, tanto de centros imperiales como de poderes económicos internos. Esa conceptualización es clásica: habría poderes internos que viabilizarían, por intereses de políticas comunes, el peso de un dominio externo sobre la economía de la Nación, como bien sostenía Rodolfo Puiggrós, quien fuera interventor de la Universidad de Buenos Aires en 1973.

Adherir al planteo de la imposibilidad de acometer el cambio de la correlación de fuerzas que permita ganar mayores espacios para un proyecto del nacionalismo popular y democrático, constituye abdicar del uso de la herramienta fundamental en los procesos políticos de cambio social y/o de conquista de la soberanía política: el conflicto.

El conflicto es el constituyente fundamental de la posibilidad de un cambio progresivo en cualquier Nación y en cualquier sociedad. Aceptar el status quo de los cinco términos reseñados sin plantear el conflicto para resolverlos conduciría a la perpetuación de condiciones de injusticia y dependencia. Su despliegue, enfoque, concentración y ritmo es parte de la subjetividad del liderazgo político gubernamental. Pero acometerlo y reconocerlo como imprescindible es una condición necesaria del posicionamiento teórico- ideológico-político para las transformaciones imprescindibles del país.

La dramática historia argentina fue atravesada, en múltiples fases, por el conflicto entre el proyecto popular y el oligárquico. Las gestas de los triunfos y resistencias del campo del pueblo están presentes en los relatos de la intelectualidad nacional y conforman un aspecto vertebral de la cultura del país.

Parapetarse en la idea de que “el mundo cambió”, que la motorización del progreso, la justicia social, la soberanía política y la independencia económica ya no transcurren por la vía del conflicto, se acerca –o es– una manifestación de la “filosofía” del fin de la Historia. El sometimiento teórico a esta cosmovisión falsa construiría el fundamento para una derrota popular.

/elcohetealaluna


Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de Ahora San Juan

Opinión

Jorge Elbaum cuestionó el apoyo de Javier Milei a Israel: “Está involucrándose de forma irresponsable”

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“En vez de ser neutral, está sobreactuando un aspecto ideológico, Milei no entiende lo que son los intereses de nuestro país”, añadió el sociólogo y primer presidente del Llamamiento Argentino Judio.

El Presidente Javier Milei mostró su completo apoyo hacia Israel tras el ataque sufrido desde irán, sin embargo, hay varias cuestiones a tener en cuenta a la hora de llevar a cabo lo que se refiere a un alineamiento bélico. Es por eso que para desarrollar este tema en profundidad, Canal E se comunicó con el sociólogo y primer presidente del Llamamiento Argentino Judio, Jorge Elbaum.

“La justicia argentina, específicamente la sala de la Cámara de Casación, no se expidió sobre la causa del atentado, sino sobre la causa del ocultamiento del mismo, en el cual fue llevado a juicio y condenado el juez de instrucción de la causa Galeano”, comentó Jorge Elbaum. “Esa es la causa en la cual 3 jueces de casación se expidieron”, agregó.

No se llevaron a cabo las testimoniales del caso AMIA

Posteriormente, Elbaum planteó: “Uno de ellos sugirió, por fuera de la causa de su tratamiento, referirse a otra causa, específica del atentado, que no ha habido juicio hasta ahora porque no se llevaron a cabo las testimoniales de los 8 acusados”. Luego, manifestó que, “estamos viendo un alineamiento político estratégico muy irresponsable por parte del Gobierno argentino, ya que cualquier vinculación estratégica bélica tiene que ser decidida por el Congreso”.

El Gobierno argentino hace un alineamiento y una sobrevaloración muy irresponsable, llamando al representante diplomático de Israel a presenciar una reunión de gabinete, en el marco de un alineamiento que Argentina históricamente no posee”, sostuvo el entrevistado. “Argentina, tradicionalmente, busca la paz, ha sido un ejemplo de no alineamiento, salvo en la época de Menem”, complementó.

El desconocimiento de Milei sobre lo establecido en la Constitución

Por otro lado, el sociólogo señaló: “El tema no es si Milei toma la decisión como Presidente de hacer una alianza diplomática, el problema es que está participando de una situación de guerra y no estaría mal en el caso de que fuese una decisión tomada por el Congreso”. A su vez, remarcó que, “lamentablemente, el Presidente desconoce la Constitución y se toma atribuciones que tendrán que ser juzgadas”.

El Presidente no puede establecer los alineamientos que está realizando en términos bélicos, apoyando a aquellos países como Israel y Estados Unidos, que son los que votan en contra de Argentina en los foros internacionales relativos a Malvinas”, expresó Elbaum. “En vez de ser neutral, está involucrándose de forma irresponsable, sobreactuando un aspecto ideológico, Milei no entiende lo que son los intereses de nuestro país”, concluyó.

@Perfil.

/Imagen principal: Archivo/

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La misión es responsabilidad de todos. 

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NOTA de OPINION de monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo

Así lo entendieron y vivieron los primeros cristianos.

En la Biblia, el libro de los Hechos de los Apóstoles nos muestra a quienes abrazaban la fe poniendo todo en común y atendiendo a las necesidades de los más pobres y excluidos. El testimonio de vida acompañaba la predicación, ya que “la multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos (…) Ninguno padecía necesidad”. (Hechos 4, 32)

Y esta práctica no solo era promovida entre las personas de la misma comunidad, sino también entre las de diversas geografías. De este modo, vemos a San Pablo organizando una colecta entre las iglesias ubicadas en ciudades más prósperas para auxiliar a las más pobres de Jerusalén.

Con el tiempo se ha ido perdiendo esa conciencia, junto al abandono de la intensa actividad misionera y la disponibilidad a la entrega generosa de la vida. Una manera más cómoda e inocua de vivir la fe en algunas regiones del mundo, fue reemplazando a la audacia y la confianza en la Providencia de Dios.

A los obispos, sacerdotes, diáconos y otros agentes pastorales nos cuesta hablar con franqueza de las cuestiones económicas. Nos da cierto pudor o vergüenza, pero tampoco damos cabida a los laicos para que lo hagan.

A esto se suma que más de la mitad de las Parroquias de la Arquidiócesis (me animo a decir que del país) no tienen formado el Consejo de Asuntos Económicos, y las que sí lo han convocado, no siempre logran que funcione de modo adecuado.

La falta de Catequesis sobre el Precepto del sostenimiento del culto hace que se instalen algunos mitos. Entre ellos, los más frecuentes son que los sacerdotes reciben su sueldo del Estado o del Vaticano; que las parroquias no tienen los gastos habituales de las familias en energía eléctrica, gas, internet y otros servicios; que los libros de catequesis son gratuitos; que el combustible que utilizan para recorrer las capillas va de regalo; y otras cosas más en las cuales no abundo en razón de la brevedad.

Una de las actitudes evasivas que a veces he escuchado es “que primero pongan otros”. La avaricia de los ricos no puede ser excusa que justifique la falta de compromiso personal.

Es bueno preguntarnos: ¿cómo es mi vínculo con el dinero?

San Pablo nos dice que debemos cuidarnos de la avaricia para no caer en la idolatría del dinero. Es bueno dejarnos interpelar por las enseñanzas en la Palabra de Dios acerca de lo económico. “Dios bendice al que da con alegría.” “Hay más alegría en dar que en recibir.” “Lo tenían todo en común.” “La avaricia es una idolatría.” “No se puede servir a Dios y al dinero.”

Este fin de semana en todas las iglesias de la Argentina estamos realizando esta campaña de conciencia y compromiso con el sostenimiento de la misión evangelizadora que todos tenemos por ser bautizados. Lo llamamos “Domingo del compartir”.

Como dice el mensaje de la Conferencia Episcopal para este año 2024, “es necesario fortalecer la pastoral económica en nuestras comunidades, impulsar la catequesis sobre el sostenimiento económico de la misión de la Iglesia, buscar una gestión eficiente de nuestros recursos y animar la transparencia y rendición de cuentas”.

Te propongo preguntar qué necesidad concreta hay en tu comunidad. 

Sostengamos entre todos lo que es de todos, compartiendo el compromiso por la misión evangelizadora de la Iglesia. 

Durante la semana que comienza estaremos reunidos en Pilar, Provincia de Buenos Aires, todos los obispos de la Argentina. Acompañanos con tu oración para que en las deliberaciones y decisiones nos dejemos mover por el Espíritu Santo.


Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de Ahora San Juan.

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Las heridas abiertas de Jesús

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NOTA de OPINION de monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo.

Rezamos en el Salmo 62: “Tengo sed de Ti como tierra reseca, agotada y sin agua”.

Todos tenemos heridas que vamos adquiriendo a lo largo de la vida. Hablo de las del alma, aquellas que se producen por amar y no ser amados. Recuerdo la letra del tango tan expresivo: “de cada amor que tuve tengo heridas/ heridas que no cierran y sangran todavía”. (Julio Sosa, “Tarde”)

En este sentido, me conmueve también el poema de Miguel Hernández que con suma belleza y hondura nos comparte “llegó con tres heridas, la del amor, la de la muerte, la de la vida”.

Acojamos nuestras experiencias.
La herida de la soledad, del abandono.
Herida de la pobreza y el hambre del desamparo.
Heridas de la guerra que mutila, destruye y mata, no sólo los cuerpos; también los sueños, los proyectos…

Heridas en la familia por historias no resueltas, en que el egoísmo, la avaricia por la herencia, la traición, provocan golpes muy hondos y dolorosos.
Heridas en la Iglesia o con la Iglesia. No haber sido recibidos, ni acompañados, ni escuchados. Experiencia de negación de consuelo y aliento. Lo que te cobran en algunos lugares por bautizar un niño.
Heridas en la fe. Le pedí a Dios y no me respondió.
Heridas con los amigos porque juzgan sin escuchar.
La herida de la indiferencia y la no comprensión.

Y seguramente vos podrías sumar unas cuántas heridas más de tu propia vida, y realizar un largo elenco de las llagas que siempre quedaría incompleto. 

Sabernos heridos es algo muy común. Sin embargo, nos cuesta hablar de lo que nos lastima. Solemos conversar acerca de los logros, talvez de algunos fracasos, pero no de las heridas. Pensamos que nos hace vulnerables, débiles ante los demás.

Te comparto una experiencia que he atesorado especialmente en los Santuarios. Allí podemos acercarnos como peregrinos heridos o simplemente como turistas curiosos. Los peregrinos buscan consuelo y, si se puede, respuesta a cuestionamientos existenciales. 

En el Evangelio que proclamamos este fin de semana se presenta Jesús Resucitado ante sus discípulos, pero está ausente el Apóstol Tomás que se negaba a creer en el testimonio de los demás. Les dijo: “Si no veo la marcade los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”. (Juan 20, 25) A la semana siguiente Jesús se aparece nuevamente y cumple el deseo de Tomás.

A Jesús lo encontramos vivo en sus llagas, ellas representan distintas formas de sufrimiento y exclusión. Por eso quise iniciar esta reflexión volviendo la mirada a nuestras heridas, para reconocer en ellas al Señor. Lo llamamos Jesús Misericordioso porque Él sabe lo que es sufrir, y se presenta mostrando sus heridas luminosas y su costado abierto por la lanza del soldado.

Miremos nuevamente a Jesús en la cruz. Recordemos sus Palabras.
Aparta de mí este cáliz. 
Uno de ustedes me entregará.
Tengo sed.
Por qué me has abandonado.
Todo se ha cumplido.

Te propongo que hablemos con los amigos más cercanos de las heridas que habitualmente escuchamos, que recibimos, ¿qué actitud tomamos? ¿Damos espacio? ¿Encontramos espacio? ¿Reconozco con humildad que soy indigente? ¿Qué me dice la fe?

Aprendamos, como nos enseña San Pablo, llorar con el que llora y reír con el que ríe. (Rm 12, 15)

Comentando el Evangelio de este domingo, nos dice San Agustín que Jesús “sabía que en el corazón de sus discípulos quedaban heridas, y para sanarlas conservó las cicatrices de su cuerpo”.

Como canta Cristóbal Fones, “al final de la vida llegaremos, con la herida convertida en cicatriz”.

¡Feliz Pascua, nuevamente!


Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de Ahora San Juan.

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