Más de 5.600 toneladas de salmones murieron en centros de cultivo de las regiones de Aysén y Los Lagos, al sur de Chile, y su biodiversidad marina hoy se encuentra en peligro. ¿La causa? La llamada ‘marea café’. Según las autoridades, se trata de un evento natural, aunque especialistas aseguran que la industria salmonera también es responsable.
En los fiordos de Comau, Jacaf y Puyuhuapi, ubicados en la Patagonia chilena, se produjo un nuevo episodio de floración de algas nocivas (FAN) también conocida como marea café, la que en tan solo dos semanas produjo la muerte de 5.689 toneladas de salmones.
El fenómeno registrado el 27 de marzo preocupa a la comunidad científica, así como a las organizaciones ecologistas debido al impacto que esto puede implicar en la biodiversidad marina que hay en la zona, y a la concentración y crecimiento de la salmonicultura en el sector que favorece este tipo de floraciones.
«En Chile ha habido un crecimiento sostenido de la salmonicultura, a pesar de que hace una década se puso una moratoria, una ley que prohibía la aprobación de nuevos centros de salmonicultura en las regiones de Los Lagos, Aysén y Magallanes, precisamente porque se reconocía hace más de 10 años que los ecosistemas no daban para más y que no eran capaces de soportar mayor presión de la industria acuícola«, señala Estefanía González, coordinadora de campañas de Greenpeace.
Sin embargo, a través de diferentes estrategias legales, explica González, esa ley dejó a perdido vigencia, primero para la región de Magallanes y desde el año pasado también para las regiones de Aysén y Los Lagos, lo que se ha traducido en un crecimiento sostenido de esta industria.
«Prueba de ello es que, por ejemplo, en la región de Los Lagos, el 2011, hubo una producción de 370.684 toneladas de salmones y en 2020 de 440.499, es decir aumentó en casi 70.000 toneladas la producción de Los Lagos. Han aumentado la cantidad de producción de salmones en los mismos centros, algo que debió haber estado completamente prohibido. Y las autoridades han sido supercómplices en ese sentido», acusa.
Para Greenpeace este explosivo aumento conlleva una contaminación permanente de los ecosistemas, y que proviene del alimento no consumido de los salmones, de sus fecas y de las contantes muertes de estos peces, que, según afirma la entidad ecologista, sucede todos los meses.
La información de las autoridades
El Instituto de Fomento Pesquero, organismo encargado de entregar información biológica para la Subsecretaría de Pesca de Chile, precisó que se trata de un evento natural producido principalmente por la presencia de microalgas, las que dependiendo de su tipo requieren de diferentes condiciones ambientales para que generen floraciones.
Lo cierto es que fue el Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura (Sernapesca) quien informó sobre las cifras de mortalidad que esta floración de microalgas nocivas —que dejan sin oxígeno a los peces— provocó a las regiones de Aysén y Los Lagos, las dos zonas que lideran la producción de salmón con el 88% de la producción nacional.
«El ente fiscalizador ha verificado un total aproximado de 5.689 toneladas de salmones muertos de las cuales 3.126 toneladas corresponden a los centros afectados en la región de Los Lagos y 2.563 toneladas a los de la región de Aysén», detalla el comunicado.
González acusa que no existe información transparente sobre qué está pasando con estas mortalidades: «No sabemos a dónde se están llevando, cuál es todo el proceso de seguimiento, cómo se está fiscalizando que la industria no esté tirando desperdicios al mar».
La ONG revela que la empresa Camanchaca, que ha estado retirando las mortalidades de sus cultivos, ha tirado directamente al mar toda el agua donde estaban estos salmones muertos, «sin ningún tipo de tratamiento».
«No nos enteramos por una fiscalización de Sernapesca, no nos enteramos por una fiscalización de la Superintendencia del Medio Ambiente, entonces ¿cómo es posible que nos enteremos de estas situaciones por casualidad?».
Greenpeace insiste en que existe un abandono de deberes y de funcionesde un conjunto de autoridades para poder manejar la crisis, y una negligencia «para haber hecho algo antes de que esto ocurriera». Por eso hoy hacen un llamado urgente, no solo a los organismos del Estado, sino también a los legisladores, para generar verdaderas políticas públicas que detengan esta crisis ambiental.
«Poner una moratoria absoluta a la expansión de la salmonicultura. Eso significa no aprobar nuevos proyectos, detener y decir ‘no se aprueban más proyectos salmoneros‘, que todas las concesiones que hoy día tienen permisos pero que no han entrado en operación, se les deben caducar estas licencias. Y significa no aprobar más aumentos de biomasa», concluye González.