Sociedad
8M: las mujeres volvieron a exigir el fin de los femicidios

Para conmemorar el 8M , en todo el país las mujeres marcharon y asistieron a la convocatoria denominada «antifascista, antirracista, antipatriarcal y anticapitalista», en repudio por las medidas implementadas por el Gobierno nacional.
Las ojotas de Estefanía Bonome son chiquitas. Tenía 9 años en octubre de 2020, cuando su primo de 15 años la raptó. Intentó violarla en un galpón, la apuñaló -hubo cuchilladas en la cara, en la cabeza- hasta asesinarla, y dejó su cuerpo en las vías del tren, en José Mármol. Sus ojotas son pequeñas y están completamente pintadas de violeta sobre la vereda de la Plaza de los Dos Congresos.
Como cada 8 de marzo, la organización Atravesados por el Femicidio se reúne en ese pedazo de plaza en el que cada año hay más pares de zapatos pintados de violeta. Más mujeres asesinadas en un contexto de violencia de género, como ocurre prácticamente a diario en la Argentina.
Al lado de sus ojotas, hay botas, zapatillas, sandalias, y detrás de cada par, la historia de esas víctimas. «160 puñaladas», «cuatro tiros en la cabeza», «femicida libre», resumen algunos de los papeles que acompañan los zapatos pintados del color que simboliza la lucha contra la violencia de género.
La instalación de Atravesados por el Femicidio le sirve de una de las dos puntas a la marcha del 8M, Día Internacional de la Mujer Trabajadora. La otra punta es la Plaza de Mayo. Eso en Buenos Aires: esta marcha tiene focos en todo el país.
Por todo lo que dura la Avenida de Mayo, desde la Casa Rosada hasta el Palacio Legislativo, marchan grupos de amigas -las que van al secundario y las que se apoyan en la otra o en un bastón-, madres, hijas y abuelas, y organizaciones sociales y políticas.
Las de izquierda corean alguna nueva canción a la que la melodía de «Fanático», de Lali Espósito, le sirve de base rítmica. Las que llevan banderas de agrupaciones justicialistas hacen sonar, cada algunas cuadras, la Marcha Peronista. Y las radicales caminan levantando el escudo de la UCR.
Sean parte de alguna de esas agrupaciones o no, los carteles que denuncian los recortes presupuestarios del Gobierno a las políticas de género se acumulan a lo largo de esta movilización.
«Saquen la motosierra de nuestros derechos», dice el cartel de Mariana. Tiene 16 años y llegó a la marcha desde Lanús con siete amigas, entre las del barrio y las de la escuela. En su cartulina, el dibujo de máquina de cortar que Javier Milei levantaba sobre su cabeza en la campaña que lo llevó a la Casa Rosada, la misma que le regaló hace algunas semanas a Elon Musk.
El gobierno que encabeza publicó este sábado, en las redes sociales de Casa Rosada, un video que, entre otras cosas, habla de «homicidios de mujeres», es decir, desconoce la figura del femicidio, referida a un asesinato en el que media la violencia de género. El video difundido asegura también que los «homicidios de mujeres se redujeron 20%» entre 2023 y 2024, y cita a la Defensoría del Pueblo de la Nación.
En rigor, y según las estadísticas de esa organización, los femicidios fueron 322 en 2023 y 295 en 2024. La reducción existió, pero fue del 8,4%: menos de la mitad de lo que pregonan las redes de la Casa Rosada.
De esa violencia casi diaria se hace eco esta marcha en la que se repiten algunas leyendas en las cartulinas alzadas sobre la Avenida de Mayo: «Nos siguen matando todos los días», «Me cuidan mis amigas, no la Policía», y «¿A qué mujer tienen que asesinar para que te involucres?». Los femicidios son también el reclamo más visible de los pañuelos violetas que, junto con los verdes que impulsaron la legalización del aborto en 2020, más se ven en esta movilización. Los abanicos con los colores de la bandera LGBT+ se venden a 2.000 pesos y se ven por todos lados.
Leila tiene 41 años y camina de la mano de Eloísa, su hija, que en tres días cumplirá seis. «A mí lo que más me gusta de todo es marchar con mucha mucha gente», le dice Eloísa a Infobae, con los ojos pintados de violeta.
«Cuando yo era chica no tuve la suerte de que me trajeran a marchas. Es algo que me gusta compartir con mi hija para mostrarle que los derechos se conquistan en la calle, para cuidarla, para mostrarle cómo se construye ciudadanía, y para que cada vez corra menos riesgos; ella y toda su generación», cuenta, conmovida.
Sobre Avenida de Mayo, los grupos de percusión invitan a las manifestantes a bailar y varias mujeres jubiladas juntan firmas para que se prorroguen las moratorias, se otorgue un aumento de haberes de emergencia y se restauren algunas medicaciones gratuitas vía PAMI. «Yo iba a venir igual como cada 8 de marzo, pero además hoy traje el petitorio para que nos apoyen porque los jubilados estamos pasándola muy mal», dice Alejandra. Tiene 72 años y fila alrededor suyo para firmar el documento.
En las paredes de la avenida hay carteles con una leyenda pegada: «Ni un paso atrás». Invitan a que cada mujer que haya sido víctima de la violencia machista deje su nombre: en minutos se acaba el espacio para escribir en casa uno de esos murales.
Arrodilladas en el asfalto de la 9 de Julio, cuatro compañeritas de segundo grado usan la pintura verde que un grupo de jóvenes llevó, junto a cartulinas blancas y pintura violeta, para que quien quisiera pintara su cartel. «¿Por qué las nenas no podían ir a la escuela?», dice el cartel que pintan que mostrarán sobre la avenida apenas se seque la pintura.
Como en cada 8M, al reclamo generalizado por el fin de los femicidios y las demás manifestaciones de la violencia de género se suman otras exigencias: el fin de la brecha salarial, la redistribución de las tareas de cuidado -en Argentina, por cada hora que dedica un varón a esas actividades, una mujer dedica dos-, y también el fin de la discriminación por identidad de género: también caminan estas calles muchas mujeres trans.
En la esquina de Rivadavia y Callao, a metros del Congreso, Patricia Ortiz reparte dos volantes. Uno tiene la cara de su hija, Micaela Rascovsky, que murió en abril de 2021. El otro tiene la foto de Guido Pascuccio, su pareja en ese entonces. «Perpetua para este asesino», dice el volante.
«Es su femicida. La fiscalía pidió once años por abandono de persona seguido de muerte, y lesiones agravadas. Nosotros queremos perpetua», dice Patricia, que viajó desde Escobar.
«La sentencia es este martes y vamos a hacer vigilia en Tribunales para pedir Justicia por mi hija», le cuenta a Infobae. Micaela tenía 25 años la madrugada en que murió. Sus zapatos no están entre los pintados de violeta que reclaman frente al Congreso. Pero podrían estar. Los suyos y los de las casi 300 mujeres asesinadas el año pasado en manos de un femicida que las quiso muertas.
/DZ

Sociedad
Liberaron a los policías de la Comisaría 6, que fueron denunciados por golpear a un preso

Los tres policías que fueron denunciados a principios de julio por golpear a un albañil, recuperaron la libertad este viernes pero aún no regresarán a trabajar.
Los tres policías de la Comisaría Sexta recuperaron este viernes su libertad, después de que el juez de Impugnación Juan Carlos Caballero Vidal (h) dieran lugar a las impugnaciones presentadas por los abogados defensores.
El oficial subayudante Cristian Aciar, y los agentes Gabriel Mariño y Alejandro González estaban señalados como autores de una violenta golpiza a un albañil, de apellido Morales (36), cometida en el interior de dicha seccional policial.
El hecho ocurrió en la madrugada del 1 de julio y el hombre quedó internado en grave estado: tenía fractura de cráneo y hemorragia interna. A los pocos días los tres efectivos fueron detenidos y ahora recuperaron la libertad.

La calificación que recae sobre ellos es Vejaciones y Apremios Ilegales en concursos ideal con Lesiones Graves agravadas por ser cometidas en rol de funcionario público. En el caso de Mariño es por ser autor mientras que en el caso de Aciar y González es por ser partícipes principales.
Estos delitos conciben atravesar el proceso en libertad, con lo cual el juez de impugnación dispuso que fueran liberados este viernes.
La causa está siendo investigada por la Unidad Fiscal de Investigación de Delitos Especiales, bajo la conducción del fiscal Iván Grassi, y la orden del juez de Garantías, Federico Rodríguez.
/LPSJ

Le había dicho a los albañiles que quizá los huesos pertenecieron a una tumba de un convento, o llegaron en un camión con tierra contratado por su familia.
Mientras la Fiscalía en lo Criminal y Correccional 12 a cargo de Martín López Perrando intenta avanzar en la investigación sobre la muerte del joven Diego Fernández Lima en el barrio porteño de Coghlan en 1984, otras novedades se van filtrando a medida que pasan los días desde que se supo la identidad de los huesos encontrados el 20 de mayo pasado cuando unos albañiles removían tierra en una obra sobre Avenida Congreso al 3748. Así se desprende de las declaraciones que hizo uno de los obreros involucrados en las tareas de construcción del terreno lindero al chalet en el que aparecieron los restos óseos.
Según este operario, el día en el que fueron hallados los huesos tras un trabajo en la medianera compartida –era una simple ligustrina– se hizo presente uno de los propietarios de la casa contigua, en apariencia movilizado por la rápida repercusión periodística que el hecho estaba alcanzando en los medios de comunicación. Era Cristian Graf, señalado ahora como el principal sospechoso del caso por tratarse de un compañero de Diego Fernández Lima en la entonces Escuela Nacional Técnica 36 de Villa Ortúzar.
Graf era conocido por los obreros y capataces, ya que anteriormente éstos habían tocado un caño maestro y dejaron sin agua a la manzana, lo cual afectó a este chalet vecino. El mismo era habitado por una mujer de edad avanzada que vivía sola, pero bajo el cuidado de su hijo varón –Cristian Graf– que es el mismo que acudió exigiendo la resolución del problema del agua y quien reapareció el 20 de mayo por la noticia del hallazgo de huesos en el área compartida entre las dos casas.
A pesar de que la zona ya estaba cercada, Graf pudo acercarse a la misma y conversar con algunos de los albañiles que estaban alrededor del área donde fueron vistos los huesos, en espera de las órdenes del jefe de la obra y especialmente de las autoridades policiales que intervinieron en el transcurso de aquel día. Según uno de estos trabajadores, y quizás por haberlos conocido previamente, Cristian Graf se desenvolvió con soltura ante ellos, lo que habilitó incluso a que postulara algunas hipótesis respecto a algo muy poco común: la aparición de una osamenta humana en el patio de una casa, algo expresamente prohibido de acuerdo a una ley que condena la inhumación de restos óseos en viviendas particulares.
De acuerdo lo que le escucharon aquella tarde, Graf habló en principio de un convento que allí funcionaba, lo que en efecto es cierto pero solo a medias: en el siglo XIX estuvo en ese mismo predio una capilla llamada Santa María de los Ángeles. En rigor a la verdad, hasta la aparición de los cementerios, se solía enterrar a los difuntos en patios y jardines de las iglesias, algo en este caso imposible, ya que los estudios del Equipo Argentino de Antropología Forense confirmaron que los huesos fueron sepultados cien años más tarde del siglo XIX.
En segundo orden Graf habló de un camión de tierra que en su momento él y su familia habían contratado para que fuera descargado en ese parque donde ahora se encontraron los restos que pertenecían a Diego Fernández Lima, desaparecido desde el 26 de julio de 1984, cuando tenía 16 años. El argumento era que los huesos quizás estaban en esa camionada y así aparecieron donde fueron encontrados por los albañiles: sesenta centímetros debajo del suelo. El tema es que junto a los restos también aparecieron objetos varios como la suela de un zapato, una corbata, llaves y hasta un reloj.
Se aguarda la citación en sede judicial de Cristian Graf por parte del fiscal López Perrando para que cuente si es cierto que dijo estas teorías que ahora se le atribuyen, o en tal caso que explique cómo es que apareció enterrado en el jardín de su casa familiar alguien que fue su propio compañero de colegio.
/P12
Sociedad
Amenaza de bomba en Rawson: otra vez, un menor de edad fue el autor

El llamado se realizó desde un chip con llamadas limitadas y fue geolocalizado dentro del colegio. La jueza de Menores y equipos técnicos investigan el caso que generó alarma y movilizó a bomberos, policía y emergencias.
La tensión que se vivió este viernes en el barrio Valle Grande, en Rawson, por una amenaza de bomba en la Escuela Valle Grande, sumó en las últimas horas un giro clave en la investigación: la Unidad Fiscal Interviniente confirmó que el autor fue identificado y se trata de un menor de edad.
De acuerdo a los datos aportados por fuentes judiciales, la geolocalización del llamado situó el origen dentro del mismo establecimiento educativo. El número desde el que se realizó no estaba registrado a nombre de ninguna persona y correspondía a un chip que únicamente permite efectuar llamadas de emergencia.
Tras la activación del protocolo, en el lugar trabajaron Bomberos, personal policial, equipos especializados en explosivos y emergencias, mientras se evacuaba a alumnos, docentes y personal administrativo. No se halló ningún artefacto explosivo, pero el operativo implicó el corte de calles internas y un despliegue coordinado de seguridad.
La jueza de Menores, Julia Camus, tomó intervención en el caso luego de que las pericias tecnológicas apuntaran a la participación de un menor. También se dio intervención a la Dirección de Apoyo Tecnológico para el análisis de las comunicaciones y rastreo del dispositivo utilizado.
Desde la UFI recordaron que, aunque no se trate de un hecho con consecuencias físicas, este tipo de amenazas constituyen un delito grave, generan un importante gasto de recursos públicos y alteran de forma directa la tranquilidad de la comunidad educativa y del barrio. La investigación continúa para esclarecer en detalle las circunstancias del hecho y definir las medidas que correspondan.
/SJ8
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