Sociedad Sucesos
Vinculan la presencia de represores argentinos con los vuelos de la muerte de Sudáfrica.

Una investigación de una publicación relacionó la presencia de Alfredo Astiz, «El Tigre» Acosta, Rubén Chamorro y Jorge Perren en el país africano, en una época coincidente con las prácticas represivas ejecutadas en la llamada «Guerra de la Frontera».
Cuatro represores de la última dictadura cívico militar, entre ellos los exmarinos Jorge «Tigre» Acosta y Alfredo Astiz, que cumplen distintas penas de prisión por delitos de lesa humanidad cometidos en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), viajaron en secreto a fines de la década del ’70 a Sudáfrica para colaborar con las autoridades de la Armada de ese país, fuerza que en coincidencia con aquellas presencias comenzó a implementar los denominados «vuelos de la muerte» como forma de exterminio de opositores.
Así surgió de una investigación periodística llevada a cabo durante varios años por Miriam Lewin, quien desde 2020 se desempeña al frente de la Defensoría del Público de Argentina, y Facundo Fernández Barrio, publicada este miércoles por la revista digital Anfibia, de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam).
«Los días más felices de los represores», tal es el título de la investigación llevada a cabo por Lewin y Fernández Barrio, destacó que a fines de los años 70 «la Armada Argentina ordenó el traslado de Acosta, Astiz y otros dos represores de la ESMA a Sudáfrica para esconderlos en medio de las denuncias internacionales por sus crímenes» durante la última dictadura argentina.
«Amparados por una alianza militar entre ambos países, los marinos se reciclaron al otro lado del océano hasta que la prensa los descubrió», resaltó Anfibia.
La investigación rescató, además, una frase pronunciada años después por Astiz: «En Sudáfrica pasé los días más felices de mi vida», admitió el exmarino, a quien en 2022 la Justicia argentina le negó el beneficio de acceder a la libertad condicional tras aludir a la gravedad de los delitos y las condenas impartidas al represor.
La nota recordó que en aquel momento Sudáfrica era un país gobernado por un régimen de segregación racial que mantenía una relación militar estratégica con la dictadura argentina.
Los crímenes cometidos contra la población negra aislaron a Sudáfrica en los foros internacionales, por lo que el régimen se acercó a las dictaduras de Sudamérica «en busca de aliados occidentales identificados con la causa anticomunista y sin pruritos sobre los derechos humanos».
También las Fuerzas Armadas argentinas cortejaron a Sudáfrica, en especial a través de la Armada, impulsora de un proyecto para crear la «Organización del Tratado del Atlántico Sur (OTAS)», una alianza hemisférica análoga a la OTAN de Estados Unidos y Europa.
«En Argentina, el almirante Massera es el gran promotor de la OTAS. Hacia 1979, el proyecto promete cooperación, camaradería y negocios por varios años entre la Armada argentina y la sudafricana», afirmó la investigación.
Según la publicación de Anfibia, entre mayo y junio de 1979 varios decretos confidenciales de la dictadura designaron en distintos puestos afuera del país «a la mayoría de los marinos que operaron en la ESMA».
La decisión «responde a una decisión política de la Armada, que necesita bajarle el perfil a su mayor centro clandestino. Es probable que (el entonces jefe de la Armada, Emilio Eduardo) Massera sea partícipe de la decisión, y es seguro que la decisión le conviene: preservar a sus hombres más comprometidos es preservarse a sí mismo», indicó el texto.
Además de Acosta y Astiz, también fueron enviados a Sudáfrica el excontralmirante Rubén Chamorro, director de la ESMA, «oficial muy cercano a Massera, por encima de Acosta en la estructura represiva», y el exjefe de operaciones del grupo de tareas de la Escuela de Mecánica, Jorge Perren.
Algunos de los nombramientos de estos represores figuraron como traslados a Estados Unidos, Inglaterra y España, pero el destino final será Sudáfrica.
Según la investigación periodística, Chamorro y Astiz viajaron rumbo a Sudáfrica en los primeros días de junio de 1979 y se alojaron en las oficinas que la Armada poseía en Sudáfrica. En ambos casos gozaron «de inmunidad diplomática, ganan mucho dinero, asisten a cócteles y eventos».
Antes de llegar a Sudáfrica, Acosta y Perren viajaron en octubre del ’79 a Madrid para participar en «un supuesto curso de entrenamiento en la Escuela de Guerra Naval española». Ambos fueron descubiertos por el diario El País, que publicó que oficiales de la Armada argentina, «responsables de centenares de secuestros y asesinatos», cumplían «misiones de inteligencia y usando como cobertura supuestos cursos navales o cargos en la agregaduría militar».
Casi en simultáneo, una inspección de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), había puesto su foco en al accionar represivo en la ESMA.
Tras su paso por Madrid, Acosta y Perren llegaron a Sudáfrica para participar en un curso de comando naval en la Escuela de Estado Mayor de la Armada de Sudáfrica, conocida por su nombre en inglés South African Naval Staff College, donde marinos sudafricanos recibían instrucción en estrategia y liderazgo para acceder a puestos de mando.
Anfibia recogió para la investigación, entre otros, el testimonio del contralmirante retirado sudafricano André Rudman, que se había desempeñado como director de la SA Naval Staff College en 1980. Allí supervisó y calificó a Acosta y Perren como cursantes en la Escuela, los consideró «muy buenos amigos» y llamó «caballeros». Rudman también dijo que por aquellos años conoció a Chamorro en Sudáfrica.
La Guerra de la Frontera y los «vuelos de la muerte» sudafricanos
El texto periodístico destacó que con motivo de la llamada «Guerra de la Frontera», en la que Sudáfrica buscaba «frenar el avance prosoviético en el sur de África, donde países como Angola, Mozambique y Zimbabue acaban de independizarse de las potencias europeas» y eran «gobernados por movimientos negros y socialistas», las fuerzas armadas sudafricanas implementaron «un nuevo método para eliminar a prisioneros de grupos disidentes: los vuelos de la muerte», el método de exterminio utilizado por la dictadura militar argentina.
Lo hacía para eliminar a militantes de organizaciones negras revolucionarias que han caído en manos de las tropas del apartheid y que son arrojados a las aguas del Atlántico Sur desde aviones, en vuelos clandestinos que Sudáfrica opera desde las costas de Namibia.
Quien estuvo a cargo del primer vuelo de la muerte, reportado el 12 de julio de 1979, fue el coronel Johan Theron, quien décadas después admitiría en un juicio que «repitió cientos de veces la operación y que a las víctimas les inyectaban una sobredosis de tranquilizante antes de cargarlas en los aviones: una mecánica de aniquilamiento idéntica a la que se había usado en la ESMA«.
Theron vivía en aquel momento en la ciudad de Pretoria, la misma en la que habitaban Chamorro y Astiz.
«Por ahora no se conocen pruebas documentales o testimoniales de que los oficiales de la ESMA hayan transmitido su expertise en vuelos de la muerte a los militares sudafricanos. Es el tipo de cosa de la que nadie deja registro. En la hipótesis más conservadora, sería apenas una coincidencia de calendario que, en el momento exacto de la llegada del grupo de tareas de la ESMA a Sudáfrica, las fuerzas armadas sudafricanas empezaran a arrojar prisioneros desde aviones«, expresó la investigación de Anfibia.
Astiz, Acosta y Perren abandonaron Sudáfrica a comienzos de 1982 tras ser descubiertos por la prensa local. Sólo Chamorro siguió viviendo en el país africano hasta febrero de 1984. Al arribar a la Argentina, fue detenido por disposición del Consejo Supremo. Se convirtió en el primer militar arrestado por los crímenes de la ESMA, aunque murió dos años después.
@Télam.
/Imagen principal: Archivo/


A 11 años de la denuncia sobre el ocultamiento de los maltratos y las muertes de niños en albergues católicos para madres y embarazadas no casadas, Irlanda se prepara para desenterrar a las víctimas.
Este lunes en Irlanda comenzaron los preparativos para exhumar 796 niños y bebés de una fosa común descubierta hace más de 10 años en donde funcionaba un antiguo albergue religioso para madres solteras y embarazadas no casadas cerca de Dublin.
Los desentierros comenzarán a realizarse desde el próximo mes de julio, pero el tema ya tiene más de 10 años en la agenda pública local. Es que en 2014 la historiadora irlandesa Catherine Corless comprobó que muchos niños (desde recién nacidos hasta los 9 años) fallecieron en el albergue religioso Santa María del Buen Socorro de Tuam, en la ciudad de Galway, a 200 kilómetros de la capital del país europeo.
La búsqueda comenzada por Corless certificó que los cuerpos habían sido enterrados en la antigua fosa séptica de la institución. A pesar de la destrucción en 1972 de este espacio que trabajaba con madres embarazadas no casadas, la fosa séptica se mantuvo intacta en las últimas décadas.
Los primeros datos
Luego de la alarma encendida por la historiadora, se encontraron restos de bebés humanos allí entre 2016 y 2017. Por este motivo el gobierno irlandés llamó a la creación de una comisión nacional de investigación que develara los maltratos contra las madres y sus niños causados en estos hogares.
Los resultados de la comisión fueron expuestos en 2021 y destacaron que había niveles «alarmantes» de mortalidad infantil en este tipo de albergues. Estas instituciones existieron en Irlanda desde 1922 a 1998, por ellas pasaron 56 mil mujeres y 57 mil niños y fallecieron 9000 chicos.
Las mujeres embarazadas por fuera del matrimonio eran enviadas a estos hogares por pedido del Estado nacional irlandés y de la Iglesia Católica, que eran los mismos que gestionaban estos espacios. En estos lugares las mujeres daban a luz a sus hijos y luego eran separadas de ellos, quienes finalmente eran dados en adopción.
«Cuando comencé este proyecto nadie me quería escuchar. Suplicaba: saquen a los bebés de estas cañerías, hay que ofrecerles el entierro cristiano digno que se les negó» explicaba Corless, la historiadora irlandesa de 71 años.
La historia del terror irlandés
El lugar sobre el que Catherine Corless encontró los cientos de certificados de defunción era llamado «El Hogar», fue dirigido desde 1926 hasta 1961 por las monjas de la hermandad Bon Secours y pretendía recibir a las madres solteras que necesitaran ayuda.
Sin embargo, la historiadora argumentaba ya en 2014, año en que comenzó a descubrirse esta verdad, que el gobierno de Irlanda ocultaba al menos 4000 certificados de defunción de los bebés que pasaron por este albergue y que fueron enterrados en fosas sin identificar. Si bien se habían descubierto restos humanos en ese lugar en 1975, no fue hasta la denuncia de Corless que se relacionaron ambos hechos.
En los documentos a los que accedió la historiadora ya se advertía que la mayor parte de la mortalidad infantil encontrada había ocurrido por tuberculosis, infecciones, partos prematuros y defectos de nacimiento. Sin embargo, una inspección gubernamental de 1944 ya había destacado la malnutrición en varios de los 271 chicos que habitaban el lugar junto a sus 61 madres solteras.
Además, cabe aclarar que estos no habrían sido los únicos maltratos que tuvieron lugar en estos centros religiosos. Algunas monjas emprendieron un camino de negocios privados, como el de las Lavanderías de la Magdalena, que funcionaron entre 1922 y 1996, donde varias mujeres padecieron un régimen de semiesclavitud y abusos.
Un informe oficial del 2013, año anterior al de los primeros descubrimientos de Corless, indicaba que las principales causas por las que las madres solteras acudían a estos lugares eran el rechazo de padres adoptivos, abusos familiares, deficiencias físicas o psíquicas, actitudes «inmorales», pobreza y orfandad.
Si bien en su momento los líderes religiosos de Galway negaron conocer lo sucedido y se comprometieron a recaudar fondos para homenajear a los 796 bebés fallecidos con un monumento, el único que fue certero en sus dichos había sido el arzobispo de Dublin, Diarmuid Martin.
El responsable de la arquidiócesis de Dublin advirtió que “si no se establece una investigación sobre las cuestiones de gran preocupación que rodean este asunto, será importante que se desarrolle un proyecto de historia social que ofrezca una imagen precisa del papel desempeñado por esas casas de acogida”.
/P12

Un avión de pasajeros se estrelló en una zona residencial cercana al aeropuerto de la ciudad de Ahmedabad en la India, informó el portal de noticias ‘ABP’. De acuerdo con autoridades locales, unos 242 pasajeros estaban a bordo. Según reportes, más de 100 personas se fallecieron.
El Boeing 787 Dreamliner siniestrado llevaba más de 200 personas a bordo, reportó la cadena NDTV. El avión, que supuestamente pertenece a la compañía Air India, realizaba un vuelo de Ahmedabad a Londres, pero se estrelló durante el despegue, detalló.
Según datos preliminares, al menos 133 personas murieron en el accidente aéreo. Hay sobrevivientes del accidente, informa el canal NDTV, publicando videos de las víctimas llegando al hospital.
Ente las víctimas mortales podrían estar más de 20 estudiantes, ya que la aeronave cayó sobre el techo de una residencia para médicos, precisa la agencia de noticias ANI.
«Se cree que más de 20 estudiantes murieron en un accidente aéreo en Ahmedabad. El avión se estrelló contra el edificio de la residencia de la Facultad de Medicina BJ», escribe la publicación.
Las autoridades de aviación indias confirmaron que 242 personas, entre ellas dos pilotos y 10 miembros de la tripulación, se encontraban a bordo. Los pilotos hicieron una llamada de auxilio al control aéreo, poco después del despegue, indicaron.
«Había un total de 242 personas a bordo del avión, incluidos dos pilotos y 10 miembros de la tripulación. El vuelo estaba comandado por el capitán Sumeet Sabharwal y el primer oficial Clive Kundar. El capitán Sumeet Sabharwal es teniente coronel, con 8.200 horas de vuelo. El copiloto tenía 1.100 horas de vuelo», informaron.
Mientras tanto, la empresa Air India confirmó que la aeronave accidentada le pertenece. A bordo del avión viajaban 169 indios, 53 británicos, siete portugueses y un canadiense, detalló la aerolínea.
La señal del avión estrellado desapareció «menos de un minuto» después del despegue, precisa el portal Flightradar24.
/Sputnik
Sociedad Sucesos
Picada mortal de Ruta 40: las cámaras del CISEM muestran la carrera ilegal y cómo pasa en rojo la conductora del auto

La mujer que chocó con el motociclista Máximo Tanten, Natalia Colquer, será investigada por homicidio culposo agravado. Mientras que el otro motorista, Ezequiel Garay, por realizar picadas ilegales con la víctima fatal.
Un vídeo de las cámaras del CISEM confirma lo que los investigadores venían sospechando de la tragedia en calle Mendoza y calle 10 en Pocito. Esta tragedia ocurrió en medio de una picada ilegal. Dos personas quedaron en la mira de la Justicia: Natalia Colquer por el delito de homicidio culposo agravado por pasar en rojo. Mientras que, Ezequiel Garay, por hacer picadas ilegales.
Además de confirmar que se hacía una carrera ilegal, las cámaras también muestran que Colquer (conductora del Honda Fit) pasa el semáforo en rojo, es decir, que paso en un momento que no debía hacerlo.
/SJ8
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