NacionalPolítica & Economía
Javier Milei, sin verdad, ni memoria, ni justicia.

No conforme con usar el lenguaje de los genocidas -al hablar de «excesos» de represores-, el candidato ultraderechista también juega a la bartola con la cantidad de víctimas que dejó el terrorismo de Estado. Pero ni los números ni la historia parecen ser lo suyo: las cifras a las que refiere no tienen parangón ni en las investigaciones de la Conadep, como tampoco en las pocas fisuras del pacto de silencio de los militares ni en los documentos que desclasificó Estados Unidos. Un repaso sobre las investigaciones que cuantificaron el horror de la última dictadura cívico-militar.
El 24 de marzo de 1977, la dictadura militar cumplió un año desde que las Fuerzas Armadas derrocaran a Isabel Perón. Ese día, Rodolfo Walsh radiografió al terrorismo de Estado en su célebre Carta Abierta. Allí, entre otras cosas, anticipó el debate sobre el negacionismo. En su último texto denunció “quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados” como saldo del régimen de Videla, Massera y Agosti, en el que “lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades”. El autor de Operación Masacre desapareció al día siguiente.
Walsh, en la histórica carta, también se adelantaba a la lógica de los “excesos” que los militares usarían para intentar cubrirse. Al repsar los datos de la represión, el escritor planteaba que “estos episodios no son desbordes de algunos centuriones alucinados sino la política misma que ustedes planifican en sus estados mayores, discuten en sus reuniones de gabinete, imponen como comandantes en jefe de las 3 Armas y aprueban como miembros de la Junta de Gobierno”.
«Exceso de la represión»
Dos meses después de la desaparición de Walsh, sus palabras premonitorias se volvieron realidad. Videla viajó en mayo de 1977 a Venezuela y, en conferencia de prensa, reconoció en Caracas que había desaparecidos. “Que en nuestro país han desaparecido personas es una tristísima realidad que objetivamente debemos reconocer. Tal vez lo difícil sea explicar el por qué y por vía de quién esas personas han desaparecido”, aseguró el dictador y dio cuatro hipótesis: el pase a la clandestinidad de la persona desaparecida, la eliminación a manos de sus propios compañeros de las “organizaciones subversivas”, el “autosecuestro” y el suicidio. “Y acepto la quinta circunstancia: exceso de la represión de las fuerzas del orden. ¿Cuál de esas cinco es de aplicación en cada caso? Casi les diría que es imposible dar respuesta a esto”.
A partir de ese momento fue cuando la dictadura usó el argumento de los “excesos”. Que volvió con toda crudeza en plena descomposición del régimen del 24 de marzo, después de la derrota militar en las Malvinas. La sociedad argentina asistió a fines de 1982 al espectáculo macabro de la aparición de fosas comunes. Mientras Reynaldo Bignone armaba el cronograma electoral, también se dedicaba a cubrir la retirada.
El 28 de abril de 1983 se difundió el Documento Final, el texto que sentó las bases para la autoamnistía. Se declaró muertos a los desaparecidos y se admitió que hubo “errores” y “excesos”, no obstante los cuales las Fuerzas Armadas habían hecho “actos de servicio”. El argumento central para justificar lo actuado fueron los decretos peronistas de 1975 que militarizaron la provincia de Tucumán en febrero de ese año y, en octubre, al resto del país. Un canto ganó las calles en la transición a la democracia: «No hubo errores, no hubo excesos, son todos asesinos los milicos del Proceso».
El debate sobre la cuestión de los supuestos excesos en una represión clandestina en la que, justamente, los excesos fueron la norma, envolvió a los propio militares. El contralmirante Horacio Mayorga, un duro de la Armada que había participado del bombardeo de Plaza de Mayo y era el máximo responsable de la base Almirante Zar al momento de la Masacre de Trelew, dijo en una entrevista que “tendríamos que haber fusilado en la cancha de River”, como forma de graficar lo que a su parecer era un simple error de procedimiento. Por el contrario, Ramón Camps decía que se había librado una guerra contra el marxismo internacional y el terrorismo.
A las pocas horas, Raúl Alfonsín, candidato presidencial de la Unión Cívica Radical, denunció la existencia de un “pacto militar-sindical” para garantizarle la retirada a los militares. El peronismo rechazó la acusación, pero poco hizo para quitarle verosimilitud. Cuando Bignone promulgó la autoamnistía en septiembre, Ítalo Luder dijo que no podía tener carácter retroactivo. En rigor, avalaba los decretos que él había firmado en octubre del 75. Rechazar la norma implicaba arrastrar al peronismo a un debate muy incómodo.
Alfonsín se paró en la vereda de enfrente y aseguró que la autoamnistía iba a ser anulada si llegaba al gobierno. Y se metió de lleno en una lógica que marcaría los años siguientes, los tres niveles de responsabilidad: los que dieron las órdenes, los que las cumplieron y los que se excedieron. Dicho al revés: el candidato radical reivindicaba la necesidad de los decretos y de la puesta en operaciones de las Fuerzas Armadas, a las que les criticaba el método para la represión.
Eso condujo en gran medida a la teoría de los dos demonios y a la falsa simetría entre Fuerzas Armadas y grupos irregulares. Y, décadas más tarde, a una curiosa forma de negacionismo según la cual no se sentó en el banquillo a la guerrilla. Falso: se encausó a las cúpulas de Montoneros y el ERP en el Decreto 157 de Alfonsín. Mario Firmenich recibió 30 años de cárcel y las causas siguieron hasta los indultos otorgados por el expresidente Carlos Menem.
También se dio la forma más extrema de justificar el golpe, que llega hasta hoy en boca de grupos ultraconservadores: que la Argentina iba a ser como Cuba. Se obvia lo que está a la vista: la derrota de la guerrilla en Monte Chingolo, tres meses antes del golpe, que desarticuló la lucha armada.
La cifra en cuestión
Para fines de la dictadura estaba en boga la expresión “guerra sucia” y se había instalado la cifra de 30 mil desaparecidos para darle dimensión al drama de una represión sin cifras oficiales por su carácter ilegal. El número es aproximado, mucho más de lo que impugnan sus críticos, gracias al trabajo titánico de organismos de derechos humanos. Se da la paradoja de que el negacionismo toma números de organismos del Estado que tuvieron que trabajar a tientas para armar un tenebroso rompecabezas sin reparar en que la masacre se dio en la clandestinidad y por tanto no hay una certeza en cuanto a cifras.
En su libro Dossier secreto, Martin Andersen detalla que apenas cinco de los cerca de 340 campos de concentración del Proceso albergaron unos 14.500 prisioneros. Y fueron los centros clandestinos de detención más feroces, con muy baja proporción de sobrevivientes respecto de los asesinados: la ESMA, el Vesubio, Campo de Mayo, el Club Atlético y La Perla.
En julio de 1978, un agente chileno de Inteligencia, Enrique Arancibia Clavel (luego condenado por el crimen del general Carlos Prats), redactó un informe a sus superiores, en el que manifestó que “se tienen computados 22.000, entre muertos y desaparecidos, desde 1975 a la fecha”. El dato lo obtuvo del Batallón 601 del Ejército. Estados Unidos desclasificó ese documento y varios medios lo destacaron en marzo de 2006, cuando se cumplieron los 30 años del golpe.
Los 8961 casos de la Conadep son un número abierto: no se contemplaron los casos previos al golpe, el miedo todavía imperaba en 1984 como para que muchos quisieran hacer la denuncia y hubo grupos familiares exterminados por completo, sin nadie que se presentara. Javier Milei habló de 8753 víctimas, una menor al primer atisbo de hace casi cuatro décadas. La propia Comisión lo plasmó en el informe que los casos recopilados eran provisorios y que «la nómina completa de las personas desaparecidas y la suerte por ellas corrida sólo pueden ser cabalmente informadas por los autores de tales desapariciones».
Por si esto no alcanzara, allí está el testimonio de Alejandro Agustín Lanusse en el juicio a las Juntas. Allí declaró sobre el crimen de su prima, Elena Holmberg, cuyo cuerpo apareció en el Río Luján. El último gobernante de facto de la Revolución Argentina era primo de Elena, funcionaria de Cancillería desaparecida a fines de 1978. Relató que el general Carlos Suárez Mason increpó al jefe policial de Tigre por no haber dado parte del hallazgo del cuerpo a las 48 horas de denunciada su desaparición, lo que hizo que recién se lo identificara en enero de 1979.
Respuesta del oficial: “Tiene razón, General. Pero no se olvide que ustedes tiraron más de 8 mil cadáveres al río”.
Lanusse se podía comparar con Videla en el hecho de ser presidente de facto y comandante del Ejército al mismo tiempo, y repitió hasta el hartazgo que era imposible hacer lo que se hizo sin órdenes directas de la superioridad. La condena de 1985 estableció la existencia del plan criminal y borró las fronteras entre el cumplimiento de las órdenes y los «excesos». Esa jurisprudencia es la que se ataca al afirmar, como hizo Javier Milei en el debate presidencial, que hubo una guerra con «excesos».
En 1994, Lanusse publicó sus Confesiones de un general, que comienza de esta manera: “Los defensores de la represión tal como fue no comprenden que, al justificar el accionar de los grupos de tareas, justifican la quiebra de la cadena de mandos, el fin de la disciplina militar. Es decir, la destrucción de las Fuerzas Armadas”. Ese era el nudo de la cuestión: la represión ilegal había roto un principio básico de los militares en cualquier lugar del mundo, la verticalidad, para reemplazarlo por el carácter deliberativo de grupos de tareas que decidían quién vivía y quién moría en la Argentina de Videla. Eso permitía argumentar la tesis de los “excesos”. Pero en el medio ocurrió algo que les complicó las cosas a los comandantes: la estrategia del fiscal Strassera.
Autores mediatos
El ministerio público apeló al concepto de autor mediato, que el jurista alemán Claus Roxin había diseñado para los juicios a los nazis y así poder condenar a los altos estamentos. Según Roxin, se diseñaba un plan criminal cuyos ejecutantes eran autores inmediatos (o sea, materiales), que lo hacían instigados por aquellos que mediaban entre el delito y quienes lo ejecutaban. Para el jurista, el autor mediato tenía la misma responsabilidad que el inmediato. Eso hizo que las Juntas fueran acusadas por centenares de casos. Y la culpabilidad probada en la sentencia llevó al enjuiciamiento de los autores inmediatos. Fue el famoso punto 30 del fallo.
A partir de ahí, Alfonsín se dedicó a buscar una fórmula para la reconstitución de la cadena de mandos. Y la encontró en la ley de Obediencia Debida, que estaba en marcha desde antes del alzamiento carapintada de 1987, que simplemente apuró el trámite. A partir de la sanción de la norma, el único exceso contemplado fue el robo de bebés. Todo lo demás quedó como cumplimiento de órdenes para el cuadro de oficiales. Alfonsín siguió firme en su idea de los tres niveles aun con la condena del 85 y la llegó a esgrimir en una conferencia de prensa a comienzos de 1989.
Es interesante ver cómo, en gran medida, el conato de Aldo Rico está impulsado por los alegatos de los comandantes en 1985. Se resume así, en los términos de Massera: que hubo una guerra interna, que los comandantes la libraron y la ganaron, que ellos y solamente ellos fueron los responsables de la conducción y las órdenes, que los subordinados pudieron haber cometido excesos, pero que obraron de buena fe.
Más grave aún: quien ganó la «guerra antisubversiva» no fueron los militares, sino la República Argentina, y ese triunfo contra la “disolución nacional” implicaría, en caso de revisar la actuación de los oficiales, “poner al país” (no a las Fuerzas Armadas) “en estado de proceso” equivalente a “haber perdido también la guerra de las armas”. O sea: el triunfo de la subversión por otros medios, porque se le quitaría “a la Argentina” (Massera reafirma que para él las Fuerzas Armadas son el país) “su única victoria de este siglo”.
La alusión velada a la derrota de Malvinas no podía sino operar como un punzón sobre el honor militar: si en el transcurso de una década hubo, desde la óptica de las Fuerzas Armadas, un conflicto a nivel interno y otro contra una potencia extranjera; y si en el primero hubo un éxito rotundo y el segundo se saldó en derrota, no quedaba otra cosa que velar por el honor militar respecto de la victoria en su guerra de centros clandestinos, secuestros, picanas y asesinatos. Eso lleva a Semana Santa y a la escalada que derivó en los indultos a los jefes de la masacre.
Presunción de culpabilidad
En el medio de todo esto se encuentra el corazón del negacionismo, que no pasa precisamente por la cuestión de la cifra (de por sí, un genocidio no se puede reducir a una cuestión numérica: es la decisión explícita de un Estado de exterminar seres humanos y ese hecho es el delito en sí desde el momento en que se pone en funcionamiento la maquinaria de los centros clandestinos), sino por la abolición del principio de presunción de inocencia. Lo que se expresó en “por algo será” o “en algo andaría”, otorgando carácter de infalibilidad a unas Fuerzas Armadas que capturaron personas y dictaron sentencia ellas mismas en la ilegalidad de los campos, al margen del sistema jurídico. Los reivindicadores de la dictadura hacen gala del negacionismo al definir como «terroristas» a los desaparecidos.
Esa cuestión la plasmó Jorge Luis Borges en la crónica de la audiencia que presenció en el Juicio a las Juntas: Es de curiosa observación que los militares, que abolieron el código civil y prefirieron el secuestro, la tortura y la ejecución clandestina al ejercicio público de la ley, quieran acogerse ahora a los beneficios de esa antigualla y busquen buenos defensores. No menos admirable es que haya abogados que, desinteresadamente sin duda, se dediquen a resguardar de todo peligro a sus negadores de ayer.
Esto se complementa con datos de la propia Conadep sobre los objetivos principales de la represión. El principal grupo de desaparecidos («terroristas» según el dictum negacionista) lo integran obreros (30,2 por ciento), seguidos por estudiantes (21), empleados (17,9), profesionales (10,7) y docentes (5,7). Esto muestra el componente clasista del terrorismo estatal en la Argentina. La franja etaria más golpeada es la que va de los 21 a los 30 años: representa al 58,52 por ciento de las víctimas. Y si se toma ente 21 y 25 años, son el 32,62: uno de cada tres desaparecidos.
Sostener que en la Argentina hubo una guerra (tesis deslindada en 1985, y en todo caso, de haberla habido, no se aplicó la Convención de Ginebra) con excesos (eufemismo para aludir a la sistematización de secuestros, torturas, vuelos de la muerte, robo bebés) es ignorar la contundencia de los argumentos en contra de semejante idea, la jurisprudencia vigente y, peor todavía: es repetir la lógica argumental de Videla y Massera, y por tanto, la perpetuación del discurso de los verdugos.
@Página12 // Juan Pablo Csipka.
/Imagen principal: Archivo/

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Bajo el pedido de «Cristina libre», finalizó la primera jornada nacional del Partido Justicialista

Expresiones de apoyo a la expresidenta se manifestaron en distintas provincias del país. Resta una definición judicial al respecto de las visitas.
Bajo la coordinación del Partido Justicialista (PJ) nacional, finalizó la 1° Jornada Nacional de la Campaña Federal y Permanente en apoyo a Cristina Kirchnery en contra de la privación de su libertad, así como también a la restricción de las visitas a su régimen domiciliario.
Los carteles de «Cristina libre», «Argentina con Cristina», «Es inocente» o «Fuerza Cristina» fueron algunas de las expresiones de apoyo a la expresidenta en las distintas manifestaciones y reuniones en centro comunales que se concretaron el sábado 28 de junio. El peronismo insiste en el reclamo contra el juicio por la causa Vialidad, apuntando que se trató de un proceso irregular.
En los registros difundidos por redes sociales, donde se destacaron las expresiones de dirigentes, diputados y funcionarios, se pueden ver las expresiones de apoyo y manifestaciones en distintos puntos del país, como Santiago del Estero, Formosa, la ciudad y la provincia de Buenos Aires, La Rioja y Mendoza.
Duro mensaje de Cristina a Javier Milei: «Sos cruel, lo que no podés ser es boludo»
Una vez más, Cristina Kirchner apuntó contra el diseño económico del Gobierno de Javier Milei haciendo énfasis en la salida de dólares y en la caída de reservas. A su vez, se refirió a sus últimas declaraciones en un acto de campaña, en donde reconoció: «Soy cruel, kukas inmundos». «Ya sabemos que sos cruel. Lo que no podés ser, hermano, es boludo y no darte cuenta que estás yendo a un callejón sin salida», escribió la expresidenta en sus redes sociales.
«Vos podrás gritar como energúmeno, putear en arameo y amenazar con meter ‘presos a todos’, pero hermano los dólares se van y las inversiones no llegan. Y vos que sos Bilardista, sabés muy bien que resultado mata relato«, planteó Cristina Kirchner.
En la misma publicación le advierte que «ya no tenés que ajustar. Te quedás con guita que es de las provincias. Tenés a media Argentina que no llega a fin de mes y se endeuda para comer, y arriba los números no te cierran. Ni en dólares».
Luego continuó: «Por lo que vimos en la licitación de deuda de la semana pasada, ni en pesos. Tuviste que pagar tasa por arriba de la inflación y el 42% no te renovó. ¿Empezará la huida del carry trade?«. A partir de allí, opinó que «podrán encerrarme y proscribirme, pero el modelo económico de endeudamiento estructural, salarios pisados y dólar planchado como siempre va a fracasar. Ya lo vivimos».
/P12
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La morosidad en las familias volvió a crecer en abril: en tarjetas de crédito tocó un máximo desde 2021

El endeudamiento para consumo continúa como un fenómeno estructural en los hogares argentinos. En ese marco, la morosidad en créditos personales tocó un máximo en 20 meses y en tarjetas de créditos, un tope de tres años y medio.
El endeudamiento continúa creciendo entre las familias argentinas, a tal punto que la morosidad en los créditos personales trepó al 4,6% en abril, el nivel más alto en 20 meses, mientras que en tarjetas de crédito escaló al 3,2%, alcanzando un récord en más de tres años y medio.
Los datos se desprenden del último informe sobre entidades financieras del Banco Central (BCRA) para el cuarto mes del año, que constata que el crédito para el consumo persiste como un fenómeno estructural en los hogares y que la mora del crédito del sector privado creció «desde niveles acotados».
El ratio de irregularidad del crédito al sector privado se ubicó en 2,2% para el conjunto agregado de entidades en ese mes, 0,2 puntos porcentuales (p.p.) más que en marzo. El alza estuvo principalmente explicada justamente por el crédito destinado a las familias, donde la morosidad relativa aumentó al 3,7% (0,4 p.p. más que en marzo).
Al respecto, el director de EPyCA Consultores, Martín Kalos, señaló a Ámbito que el incremento se explica por la mayor frecuencia en que los hogares comenzaron a usar la tarjeta de crédito para «patear» gastos a partir del deterioro del poder adquisitivo de los salarios. «Hay no solo una caída profunda en los salarios reales, no recuperada aún, sino una precarización laboral mayor», expresó.
«Cuando uno mira que el salario privado registrado efectivamente recuperó niveles de hace un año y medio, tiene que entender que hay menos trabajadores registrados privados y mucha de esa gente está cobrando a la vez salarios peores, o pasaron a ser no registrados o hacer cosas por cuenta propia», continuó el economista.
En ese sentido, Kalos expresó que «este deterioro de los ingresos no tiene por ahora una perspectiva de mejora» por el tope que impone el Gobierno al ritmo de actualización de las paritarias a futuro, por debajo de las expectativas de inflación, marcando un desinterés en mejorar este aspecto.

El nivel de endeudamiento en los hogares argentinos empeoró en abril.
En diálogo con este medio, el director de Analytica Consultora, Claudio Caprarulo, explicó que el crédito desaceleró su crecimiento en los últimos meses, mientras «la carga de la deuda sobre los ingresos de las familias está cerca de los niveles récord del 2018», a diferencia de un año atrás cuando se encontraba en mínimos.
Según el experto, la clave es que hacia adelante los ingresos de las familias «frenen la caída que tuvieron en marzo y abril, tanto en lo que respecta a salarios como a jubilaciones», y que baje el costo del financiamiento, ya que «las tasas quedaron altas, producto de la desinflación», más allá de los factores que las ubicaron allí.
Por otra parte, el indicador de irregularidad de crédito a las empresas totalizó 0,9%, un nivel cercano a mínimos de 20 años. Asimismo, el informe de la autoridad monetaria señala que el nivel actual del coeficiente de mora del sistema financiero se encuentra por debajo del promedio de la regional, donde es del 2,8%, y de la media local en las últimas dos décadas, la cual es del 3,1%.
A su vez, los créditos del sector privado respaldados por garantías preferidas representaron el 16% del total, con un nivel de morosidad del 1,6%, sin variaciones significativas respecto al mes anterior ni en la comparación interanual. En contraste, los préstamos sin este tipo de respaldo presentaron un ratio de irregularidad más elevado, del 2,3%.
El ratio entre los cargos por incobrabilidad devengados y el saldo de crédito del sector privado se ubicó en 4,7%, sin cambios a nivel mensual y con una baja de 0,3 puntos porcentuales en la comparación interanual. En tanto, el nivel de previsionamiento alcanzó el 142% del financiamiento en situación irregular a abril, por encima del promedio de los últimos 20 años, que fue del 129%.
Crece la mora en los servicios financieros no bancarios
Por otra parte, desde la Cámara Argentina de Empresas de Servicios Financieros no Bancarios (Caesfi) advirtieron a Ámbito que la morosidad entre sus clientes aumentó un 5% en los últimos seis meses en comparación con el segundo semestre de 2024.
Según detallaron, este incremento refleja las crecientes dificultades que enfrentan los hogares para cumplir con sus compromisos financieros, en canales de crédito alternativos al sistema bancario tradicional.
/ámbito
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Javier Milei se adjudicó que «están mandando presos» a los «kirchneristas»

En el marco del congreso libertario en Buenos Aires, el Presidente destacó la reciente resolución de la Corte Suprema contra Cristina Kirchner, y se la adjudicó.
En el marco del Congreso de La Libertad Avanza (LLA) que se llevó a cabo en la ciudad de La Plata, rumbo a las elecciones bonaerense, el presidente Javier Milei se encargó de cerrar el evento con un discurso al que no le faltaron polémicas, en especial cuando pareció reconocer que el Gobierno libertario interviene en la Justicia.
Con críticas al «kirchnerismo», y en lo que pareció ser un acto fallido, el Presidente se adjudicó estar «metiendo presos» a los dirigentes de la oposición. Declaración que surge mientras Cristina Kirchner cumple con la prisión domiciliara, tras la ratificación por parte de la Corte Suprema de la condena en la causa Vialidad.
«El experimento es el kirchnerismo y los resultados están siendo a la vista de todos. Solo han sido positivos para los políticos y sus amigos… bueno, por eso los estamos mandando presos… van a terminar presos. Que dicho sea de paso, ocurrió en este Gobierno», expresó el libertario durante su discurso leído.
Justamente, la parte en la que destacó estar «mandando presos» a los «kirchneristas» fue un comentario propio, que no fue leído.
La actividad se realizó en La Plata, y la apertura estuvo a cargo del diputado nacional José Luis Espert. A continuación, expusieron los ministros de Salud, Mario Lugones; Justicia, Mariano Cúneo Libarona; Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger; Seguridad, Patricia Bullrich; y Economía, Luis Caputo.
Por su parte, el titular bonaerense del partido, Sebastián Pareja, brindó una disertación previo al discurso de cierre del jefe de Estado. También participaron la presidenta de La Libertad Avanza y secretaria General de la Presidencia, Karina Milei; el vocero presidencial, Manuel Adorni; y el presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem.
La exposición de Milei también contó con fuertes agravios hacia el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, al que llamó «soviético» y «pelotudo».
/m1
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