Tras siete años sin publicar nuevas canciones, el cantautor (y editor) madrileño lanza «Seremos», un disco en el que se enfrenta a «la pose del cantautor disfrazado de eterno perdedor».
El papel es inflamable. Guy Montag, protagonista principal de Fahrenheit 451(Ballantine Books, 1953) de Ray Bradbury, bien lo sabía. En esta novela, el trabajo de Montag era quemar libros. Un acto que está en las antípodas de un editor –además de cantautor– como Ismael Serrano (Madrid, 1974).
Como si fuera leve la distopía que se transita, Serrano –tras siete años– saca disco con nuevas canciones. Además, en su último sencillo, Fahrenheit 451, un ritmo de cumbia acompaña su voz. Esta canción hace alusión a la actual era de la desinformación y de la posverdad.
«Navegarás un mar oscuro / y será duro diferenciar / entre el espejismo y la realidad», canta el cantautor madrileño. Sin embargo, Serrano muestra esperanzas: «siempre hay alguien tratando de salvar algún poema de entre las llamas, guardándolo en su memoria como los personajes de la novela», confía.
Reproducimos parte de sus opiniones vertidas en una entrevista realizada por eldiario.es
«Creo que todos en todo este tiempo de confinamiento nos hemos preguntado qué estamos haciendo con nuestras vidas. A mí me ha pasado al escribir, he hecho repaso a ciertos tics de los que yo participo y que, a lo mejor, definen lo que es el estereotipo del cantautor. Ese empeño, esa supuesta altura intelectual y cierta superioridad moral que tiene el cantautor y que, prácticamente, abronca al oyente.»
«Soy una persona obsesionada con el relato, no solo en la canción, también en el concierto. Me gusta construir una historia, buscar un hilo argumental para unir las canciones. También cuando hago un disco. Tengo como una fantasía, una vocación frustrada, que es escribir algún día un musical. Me gusta mucho el teatro, tengo una mirada muy teatral incluso cuando hago un disco. De hecho, el disco tiene este formato físico porque pretende ser un programa de mano, todo tiene un carácter cinematográfico en la puesta en escena porque responde a eso, y a un guion teatral y musical que tengo en la cabeza que espero que tarde o temprano llevemos a cabo».
«Por un lado, me río de eso pero también reivindico el canon del cantautor. Creo que hay una cierta infantilización cuando queremos eludir la tristeza y la solemnidad en las canciones. La solemnidad es como que nos incomoda en algún punto, sobre todo a ciertas personas. Además, confundimos la naturalidad con estar de cachondeo todo el rato, ponerse serio también es natural. Es como si no tuviéramos derecho al duelo o a estar jodidos. Se nos educa a no expresarnos en las emociones, sobre todo en esas emociones.»
«Confío en que el electorado se movilice. De lo que sí pasó, pase lo que pase, es de sumirme en la melancolía y en el derrotismo. Participar en democracia no es solo votar cada cuatro años, es debatir, es estar en la asociación cultural de tu facultad o en la de tu barrio o en la AMPA; eso también es hacer política. Confío en que la cosa cambie».
«Los bulos y las fake news construyen un relato alternativo que no conecta con la realidad, y que lo que pretende es crear un ruido que desconcierte y que confunda a la gente (…) Los programas televisivos matutinos creo que tienen que ver mucho con el auge de la ultraderecha en España. Son quienes más han amplificado su mensaje y quienes más han dado pie al bulo, tienen sentada en sus mesas a la gente que los crea. Los mayores altavoces son los programas de la mañana en los que se mezcla el mensaje político con la noticia, con la opinión, con el corazón, con los sucesos. Por otro lado, es curioso que sean mujeres las mayores voceras de la ultraderecha cuando es la ultraderecha la que niega la lucha de las mujeres.»