“Para comprender la reciente escalada mundial de la inflación, el análisis ha de ir más allá de los agregados macroeconómicos tradicionales. Nuestro modelo muestra cómo los fuertes repuntes de la inflación en sectores concretos se integraron en la inflación subyacente, un indicador menos volátil que excluye los alimentos y la energía. Para nuestro análisis resulta clave la interacción entre una demanda pujante y los cuellos de botella y shocks que se produjeron en sectores concretos. Estos causaron fuertes cambios de los precios relativos que dieron lugar a una dispersión inusual de los precios.”, explican los economistas del Fondo.
En términos más o menos académicos, el análisis muestra que cuando los cuellos de botella en la oferta se generalizaron e interactuaron con la elevada demanda, la curva de Phillips (el principal indicador de la relación entre inflación y capacidad económica ociosa) se volvió más pronunciada y se desplazó hacia arriba. Así el aumento de la pendiente de la curva de Phillips hizo que cambios relativamente pequeños de la capacidad ociosa pudieran tener un efecto considerable en la inflación. Esto trajo consigo una noticia mala y otra buena: la mala que la inflación se disparó, ya que muchos sectores se vieron afectados por restricciones de la capacidad productiva, y la buena que se pudo frenar la inflación con un costo menor en términos de pérdida de producto.

