Sociedad Sucesos
Cinco represores condenados a prisión perpetua por delitos de lesa humanidad.

El Tribunal Oral Federal número 4 de San Martín condenó a prisión perpetua a cinco de los seis acusados en el juicio de lesa humanidad por los crímenes cometidos contra militantes que participaron de la Contraofensiva de Montoneros durante la última dictadura cívico militar eclesiástica.
Los jerarcas de Inteligencia del Ejército Luis Angel Firpo, Roberto Dambrosi, Jorge Bano, Eduardo Ascheri y Marcelo Cinto Courteaux fueron hallados culpables de secuestros, torturas y asesinatos cometidos contra 94 personas entre 1979 y 1981.
Para los cinco, ésta es su primera condena por crímenes a los derechos humanos. Previo chequeos médicos, los jueces Esteban Rodríguez Eggers, Matías Mancini y María Morgese los mandaron a cumplir sentencia en cárcel común.
Jorge Apa, el sexto acusado, quedó fuera de la lectura del veredicto por problemas de salud mental que el TOF confirmará tras los estudios que ya ordenó. Ayer a última hora, el defensor del acusado solicitó la suspensión del proceso junto con un certificado médico que decía, escuetamente, que sufría “deterioro cognitivo progresivo”. A pesar de las quejas de la Fiscalía y las querellas, el TOF decidió dejarlo afuera de la audiencia de fallo y abrir un período de diez días en los que hará que el Cuerpo Médico Forense lo analice y chequee su estado de salud mental.
Tal como lo afirmó el periodista Fernando Tebele durante la transmisión en vivo del proceso judicial que hace el medio comunitario La Retaguardia, “se llenó la sala virtual”. Casi mil usuarios se unieron a la transmisión del tribunal para escuchar la sentencia vía teleconferencia.
El fallo llegó luego de 77 audiencias, dos años y dos meses de debate, de las que apenas poco más de la mitad alcanzaron a ser presenciales producto de la pandemia de Coronavirus.
Una comunidad para la muerte.
“Fueron una empresa criminal, actuaron codo a codo. Fueron la comunidad para la muerte”, definió la fiscal Gabriela Sosti sobre el grupo de jerarcas de Inteligencia enjuiciado y condenado.
Todos fueron militares con altos mandos en áreas de Inteligencia del Ejército, del Batallón 601, del 201 y del G2 del Comando de Instituto Militares.
Eduardo Ascheri y Jorge Bano se desempeñaron como jefes en el Departamento de Inteligencia (G2) del Comando Institutos Militares. El primero dirigió la División Planes; el segundo, la de Operaciones. Marcelo Cinto Courteaux fue jefe de la Sección Primera de Ejecución del Destacamento 201 de Inteligencia.
Roberto Dambrosi estuvo a cargo de la Compañía de actividades psicológicas del Batallón 601 de Inteligencia en tanto que Luis Angel Firpo comandó la central Contrainteligencia y también la división Seguridad.
Jorge Apa, quien quedó fuera de esta lectura y será analizado durante los próximos diez días, fue jefe de la división Inteligencia Subversiva Terrorista, que funcionaba dentro del Departamento Interior de la Jefatura II de Inteligencia del Estado Mayor del Ejército.
Los cinco fueron condenados por secuestros, torturas y, en muchos casos, homicidios, de militantes que entre 1979 y 1981, se organizaron desde el exilio para regresar al país e intentar ponerle un fin a la dictadura.
De 94 casos de secuestros y torturas que fueron analizados en el juicio, 12 culminaron en homicidios; otros 70 en desapariciones; el resto en supervivencia. La mayoría de las víctimas pasaron por centros clandestinos que funcionaron en Campo de Mayo.

Sociedad Sucesos
Investigan la atención médica que recibió el día anterior el joven que murió en el barrio La Estación

La investigación se ampliará para determinar por qué en el Hospital Marcial Quiroga le dieron turno para psiquiatría para el día lunes.
Tras las declaraciones de la familia, ante los peritos judiciales que estaban en el lugar, la investigación por la muerte de un joven de 25 años en el barrio La Estación ahora también apunta a la atención que recibió en el Hospital Marcial Quiroga.
La familia, fuentes judiciales y policiales confirmaron a este medio 0264 que el muchacho, quien tenía antecedentes de adicción y un cuadro depresivo con algunos brotes referido por sus allegados, había concurrido al centro de salud el día previo a su fallecimiento. Allí le otorgaron un turno para psiquiatría recién para este lunes, pese a que la situación era delicada.
El hecho generó preocupación en el entorno del joven, que señaló que la madrugada previa sufrió un brote y que, pese a intentar contenerlo, no pudieron evitar que se autolesionara.
Desde el Ministerio de Salud Pública indicaron que en todos los hospitales de la provincia existen guardias de psiquiatría y que durante la semana se brinda atención en los centros de salud.
La UFI Delitos Especiales N°2, a cargo del fiscal Francisco Nicolía, continúa con la recolección de testimonios y la revisión de los protocolos aplicados en este caso.
/0264

Pasó alrededor de las 04:35 de este domingo 10 de agosto en la Avenida Ignacio de la Roza, a pocos metros de Alem.
Fernando Suesa, de 37 años, conducía por Ignacio de la Roza de oeste a este y, apenas pasó la rotonda que está en la intersección de Alem, desvió bruscamente su trayectoria. En ese momento se cruzó de carril, impactando a 3 vehículos que estaban estacionados en la vereda norte, ocasionando que uno de ellos se incrustara en un cuarto rodado que estaba en el lugar.
El siniestro vial se dio sobre las 04:35 de este domingo 10 de agosto. En ese instante los vecinos que residen en los departamentos que están en esa zona se despertaron por el estruendo que generó el múltiple choque. Cuando se asomaron por las ventanas, se llevaron la peor sorpresa.
Suesa, que conducía un Chevrolet Corsa, se estrelló contra un Toyota Corolla, un Renault Kwid y una Ford EcoSport que ocupaban boxes de estacionamiento sobre Ignacio de la Roza. Además, producto del fuerte golpe, la camioneta mencionada dio contra un Ford Ka. El impacto fue de tal magnitud que el Corolla y el Kwid terminaron sobre la vereda.
Los propietarios de los rodados bajaron rápidamente y algunos lloraron de la impotencia al ver el estado en el que quedaron. Lo peor fue cuando los efectivos policiales les informaron que Suesa no tiene carnet ni seguro. Sumado a esto, desde la Policía de San Juan aseguraron que Suesa iba ebrio y que, a juzgar por sus palabras, venía de un boliche céntrico.
El conductor, que no tenía heridas a la vista, viajaba en compañía de su novia. Testigos afirmaron que la chica terminó con la boca partida, pero los uniformados no pudieron entrevistarla porque se fue rápidamente del lugar.
/C13

Le había dicho a los albañiles que quizá los huesos pertenecieron a una tumba de un convento, o llegaron en un camión con tierra contratado por su familia.
Mientras la Fiscalía en lo Criminal y Correccional 12 a cargo de Martín López Perrando intenta avanzar en la investigación sobre la muerte del joven Diego Fernández Lima en el barrio porteño de Coghlan en 1984, otras novedades se van filtrando a medida que pasan los días desde que se supo la identidad de los huesos encontrados el 20 de mayo pasado cuando unos albañiles removían tierra en una obra sobre Avenida Congreso al 3748. Así se desprende de las declaraciones que hizo uno de los obreros involucrados en las tareas de construcción del terreno lindero al chalet en el que aparecieron los restos óseos.
Según este operario, el día en el que fueron hallados los huesos tras un trabajo en la medianera compartida –era una simple ligustrina– se hizo presente uno de los propietarios de la casa contigua, en apariencia movilizado por la rápida repercusión periodística que el hecho estaba alcanzando en los medios de comunicación. Era Cristian Graf, señalado ahora como el principal sospechoso del caso por tratarse de un compañero de Diego Fernández Lima en la entonces Escuela Nacional Técnica 36 de Villa Ortúzar.
Graf era conocido por los obreros y capataces, ya que anteriormente éstos habían tocado un caño maestro y dejaron sin agua a la manzana, lo cual afectó a este chalet vecino. El mismo era habitado por una mujer de edad avanzada que vivía sola, pero bajo el cuidado de su hijo varón –Cristian Graf– que es el mismo que acudió exigiendo la resolución del problema del agua y quien reapareció el 20 de mayo por la noticia del hallazgo de huesos en el área compartida entre las dos casas.
A pesar de que la zona ya estaba cercada, Graf pudo acercarse a la misma y conversar con algunos de los albañiles que estaban alrededor del área donde fueron vistos los huesos, en espera de las órdenes del jefe de la obra y especialmente de las autoridades policiales que intervinieron en el transcurso de aquel día. Según uno de estos trabajadores, y quizás por haberlos conocido previamente, Cristian Graf se desenvolvió con soltura ante ellos, lo que habilitó incluso a que postulara algunas hipótesis respecto a algo muy poco común: la aparición de una osamenta humana en el patio de una casa, algo expresamente prohibido de acuerdo a una ley que condena la inhumación de restos óseos en viviendas particulares.
De acuerdo lo que le escucharon aquella tarde, Graf habló en principio de un convento que allí funcionaba, lo que en efecto es cierto pero solo a medias: en el siglo XIX estuvo en ese mismo predio una capilla llamada Santa María de los Ángeles. En rigor a la verdad, hasta la aparición de los cementerios, se solía enterrar a los difuntos en patios y jardines de las iglesias, algo en este caso imposible, ya que los estudios del Equipo Argentino de Antropología Forense confirmaron que los huesos fueron sepultados cien años más tarde del siglo XIX.
En segundo orden Graf habló de un camión de tierra que en su momento él y su familia habían contratado para que fuera descargado en ese parque donde ahora se encontraron los restos que pertenecían a Diego Fernández Lima, desaparecido desde el 26 de julio de 1984, cuando tenía 16 años. El argumento era que los huesos quizás estaban en esa camionada y así aparecieron donde fueron encontrados por los albañiles: sesenta centímetros debajo del suelo. El tema es que junto a los restos también aparecieron objetos varios como la suela de un zapato, una corbata, llaves y hasta un reloj.
Se aguarda la citación en sede judicial de Cristian Graf por parte del fiscal López Perrando para que cuente si es cierto que dijo estas teorías que ahora se le atribuyen, o en tal caso que explique cómo es que apareció enterrado en el jardín de su casa familiar alguien que fue su propio compañero de colegio.
/P12
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