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Sociedad Ahora Rusia

Ahora San Juan es recibido por la Casa Rusia de Argentina.

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De regreso de Moscú, luego de la vivencia en el programa InteRussia de nuestro periodista Gabriel Saquilan Ruffa, nuestro medio fue recibido en Buenos Aires por la Casa Rusia. Tanto Ahora San Juan como la Fundación Ideas para Promover la Equidad, FIPPE, tuvimos una grata visita de cortesía en la sede situada en el centro porteño.

Nuestro periodista Gabriel Saquilan Ruffa estuvo participando en el “Programa de pasantías InteRussia para periodistas de América Latina”, organizado por Sputnik Pro y el Fondo Gorchakov. Después de un viaje de vuelta que se alargó ya que a la distancia se sumó las complicaciones meteorológicas, consiguió arribar a Buenos Aires.

A su regreso tuvo lugar un grato recibimiento en Casa Rusia para nuestro medio y para la Fundación Ideas para Promover la Equidad, FIPPE, donde estuvo presente Jorge Lorenzo, presidente de la Fundación. Tuvimos la oportunidad de conocer su sede situada en la Avenida Rivadavia del centro de la capital.

Nos recibió Olga Murátova, directora de la Casa Rusa en Buenos Aires, y Dmitri Fominykh, encargado de becas de la Casa Rusa en Buenos Aires. Conversamos sobre la experiencia de la pasantía en Moscú de nuestro periodista, su aprendizaje e impresiones.

Nuestro periodista y el presidente de FIPPE, Jorge Lorenzo, pudieron conocer sobre el trabajo realizado por Casa Rusia en nuestro país, así como de algunos proyectos en los que están trabajando.

La Casa Rusia en Buenos Aires es el centro ruso de ciencia y cultura en Argentina. Los principales lineamientos del trabajo de la Casa de Rusia son el desarrollo y el fortalecimiento de las relaciones culturales, científicas, comerciales y sociales entre Rusia y Argentina; ofrece el apoyo a la comunidad argentina en el aprendizaje del idioma ruso; da la posibilidad de obtener los conocimientos sobre la historia y la cultura de los pueblos de Rusia; informa sobre la política interna y externa del país. Pone al tanto sobre el potencial  científico, cultural y económico del país.

Sociedad Ahora Rusia

Intentan borrar a Rusia: La cancelación de la Cultura.

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Siguiendo la línea que ya abrimos con el análisis de las sanciones al deporte, esta vez nos centramos en las distintas sanciones que buscan borrar a Rusia desde el plano cultural. Perjudicando con ello a todos los pueblos que se les niega el acceso a partes que ya no son de una cultura nacional concreta, sino patrimonio universal de la humanidad.

II. Prácticas inquisitorias a escritores clásicos y aumento de rusofobia.

En los últimos meses desde Occidente vienen teniendo lugar acciones destinadas a condenar a todo aquello que tenga que ver con Rusia. Algunas más o menos simbólicas, con un gran impacto en la forma de pensar o percibir, todas ellas generando un aumento del sentimiento anti-ruso.

Ya sea desde Kiev, pasando por Europa y Estados Unidos, incluso llegando a Argentina, donde albergamos la mayor cantidad de rusos en América Latina. La cancelación toma varios caminos: música, literatura, lengua, religión, deportes, etc. Además de ser algo contrario a todos los principios de libertad de opinión y pluralismo que aquellos que condenan se nombran “abanderados”, es una vuelta a la barbarie. Además de ser de gran insensatez, solo puede conducir al empobrecimiento cultural y espiritual.

Los países que condenan lo que realmente están haciendo es condenar a su propio pueblo al arrebatarle genialidades que además de rusas, forman parte de la cultura universal.

Quema de libros contemporánea

En la librería Siayvo, situada en Kiev, lanzaron una propuesta igual de sorprendente como estremecedora. Con el deseo de eliminar obras de la literatura realizadas por escritores rusos, invitaron a su clientela, y a todo el que se quisiera sumar, a llevar dichos libros a su local. La idea: reciclar el papel y venderlo. El dinero generado se usaría para la compra de un vehículo para el ejército ucraniano. Se recolectaron en dos meses 25 toneladas de libros. Con el reciclaje recaudaron alrededor de 2.500 dólares.

Libreria Siayvo.

La propuesta puede parecer nueva en sus formas, pero vieja en sus raíces. Podemos verla como una quema de libros contemporánea. Tiene la misma finalidad, la eliminación de aquello que se odia, sumado ahora a un pragmatismo económico y una pseudo-ecologismo con el reciclaje.

Supresión de “lo ruso”

La eliminación de “todo lo ruso” tuvo como punta de lanza la eliminación de los nombres de las calles que tuvieran alguna relación con Rusia, contándose por cientos las que sufrieron cambios. Se sumó a esto a la supresión de cualquier homenaje, en la Universidad de Shevchenko se retiró una placa que honraba a Bulgakov, quien estudió allí hace cien años.

Al escritor de “Maestro y Margarita” también lo pretenden cancelar, acusado de imperialista y antiucraniano. La Unión Nacional de Escritores de Ucrania está presionando para cerrar el Museo Bulgakov, donde el famoso escritor nacido en Kiev vivió durante 13 años.

La urbanización donde vivió el escrito M.P. Bulgakov.

Los planes de estudio también sufren cambios: en las escuelas de Ucrania ya no incluye cursos de idioma ruso ni obras de escritores rusos. En cambio, se ha agregado un nuevo curso sobre la guerra con Rusia.

La historia de la URSS también se presenta ahora a través del prisma del imperialismo. La facultad de Bondarenko no inscribió a nuevos estudiantes rusos este año porque los programas de literatura e idioma se están adaptando actualmente.

Tampoco los niños ucranianos van a tener acceso a los cuentos de Chéjov porque el ministerio de Educación ha retirado el estudio de todos los autores rusos.

La ciudad ucraniana de Dnipro desmantelará los monumentos a figuras rusas y soviéticas y las trasladará a la perrera municipal. El alcalde anunció que el comité ejecutivo del consejo municipal decidió, sin esperar una decisión del Ministerio de Cultura, la retirada de los monumentos a los literatos Alexander Pushkin, Mijail Lomonosov y Maxim Gorki, así como a otras personalidades rusas y soviéticas.

Retrato de Alexander Pushkin en la Galería Tetriakov.

En Nikoláyev prohibieron la instrucción de la lengua de Chejov y Dostoievski en las escuelas desde el primer día de clases en septiembre pasado. El primer viceministro de Educación y Ciencia de Ucrania, Andréi Vitrenko, dio a conocer en junio las intenciones de las autoridades de su país de excluir la novela La guerra y la paz, de León Tolstói, del plan de estudio escolar porque “glorifica” a las tropas rusas.

Antes, la Rada Suprema (Parlamento) votó a favor de prohibir la importación y distribución en esa nación eslava de libros y productos editoriales procedentes de Rusia y Bielorrusia. El legislativo aprobó además la suspensión de la música del gigante euroasiático en los medios de comunicación y lugares públicos del país, como parte de su campaña en contra de todo lo que se relacione con la nación vecina, a pesar de la cercanía y los lazos de sangre que unen la historia entre ambos pueblos.

La Universidad de Bicocca de Italia prohibió la enseñanza de textos del escritor ruso Fiódor Dostoievski en la clase de un profesor como una supuesta represalia a Rusia por la invasión a Ucrania, pero finalmente se retractó de su decisión por el escándalo.

No solo los escritores

Autoridades de varios países europeos ordenaron a sus organismos e instituciones culturales cortar los vínculos con sus homólogos rusos luego del recrudecimiento del conflicto entre Moscú y Kiev.

El director de orquesta Valery Gerguiev se negó a condenar la operación militar rusa en Ucrania y como castigo fueron suspendidas sus actuaciones en el Carnegie Hall, en la Filarmónica de París, en la Scala de Milán y resultó despedido como director de la Filarmónica de Múnich.

La soprano Anna Netrebko lamentó los enfrentamientos, pero advirtió que “obligar a los artistas y a cualquier figura pública a expresar públicamente sus opiniones políticas y condenar a su patria es inaceptable”, por lo que la Ópera Estatal de Baviera canceló todos sus compromisos con la cantante, quien, a su vez, renunció a sus actuaciones en la Scala de Milán y la Ópera de Zúrich.

La soprano Anna Netrebko.

Reino Unido suspendió la gira del Ballet Estatal de Siberia, y la Royal Opera House de Londres anuló la temporada de danza del ballet Bolshói. Al respecto, Nadine Dorries, secretaria de Estado de Cultura, Medios y Deporte del Gobierno de Boris Johnson (julio 2019-septiembre 2022) manifestó que el arte es el “tercer frente en el conflicto de Ucrania”.

También una orquesta de Cardiff, al sur de Gales, prohibió la Obertura de 1812 de Pior Ilich Tchaikovsky, músico ruso del siglo XIX; en Croacia, la orquesta filarmónica de Zagreb anuló la interpretación de dos de sus obras.

En la ópera de Varsovia, un tema de Modest Musorgski, compositor ruso de hace dos siglos, fue sacado del programa.

Por otro lado, destacados grupos musicales como Green Day, Imagine Dragons, Franz Ferdinand y The Killers suspendieron sus actuaciones en Rusia, mientras el festival de Eurovisión expulsó al país del concurso este año.

Desde el cine la censura llegó también a la compañía Walt Disney que decidió no estrenar en territorio ruso sus últimas películas, como tampoco las compañías Sony y Warner. El festival de cine de Cannes rechazó a las delegaciones del país euroasiático.

Como afirma Mario Muñoz Lozano en Prensa Latina: “la campaña contra Rusia no es de ahora, existió desde los tiempos soviéticos. La diferencia es que ahora Estados Unidos y sus aliados encontraron una justificación para irle nuevamente encima, ante la alarma que representa la recuperación rusa en los ámbitos sociales, económicos y militares, a la vez que su voz es más escuchada en el mundo como una opción antihegemónica y a favor del multilateralismo.”

¿Rusofobia en Argentina?

En Argentina no somos ajenos a este aumento de la rusofobia. Y eso que Argentina alberga la diáspora más numerosa de rusos en América Latina. Según contaba Dmitry Feoktistov, Embajador de Rusia en Argentina, a principios de marzo de 2022 unos vándalos profanaron la Catedral Ortodoxa de la Anunciación en Buenos Aires, dejando inscripciones insultantes en su fachada. El Festival tradicional de la cultura eslava “Madre Rusia” no se celebró. Este evento popular había atraído a miles de participantes. Este año se nos dio a entender que ahora su celebración es “inapropiada”.

Ataque a la Catedral Ortodoxa de la Asunción, Buenos Aires.

El Embajador afirmaba que: “La campaña que se desarrolla actualmente en el mundo por la politización vulgar de la esfera cultural no sólo contradice los principios del pluralismo y la libertad de opinión. ¡Es una forma moderna de barbarie primitiva! Recordamos que al principio en Europa se quemaban las brujas, luego los libros y por fin unos representantes de naciones “no arias”. Hoy en día, intentan quemar los puentes de la cultura que unen a los rusos con otros pueblos. Tratando de prohibir todo lo relacionado con Rusia, los líderes de estos estados en realidad están robando a sus propios ciudadanos. La cultura rusa es una parte integral y enorme de la cultura mundial, su cancelación conducirá inevitablemente a la mezquindad y el empobrecimiento espiritual.”

Lo cierto es que no es la primera vez que Rusia enfrenta un desafío parecido. Es por ello que recordaba Vladímir Putin “todos los intentos de abolir nuestra cultura, de abolir a Rusia, serán en vano. Y los que piensan lo contrario, por desgracia para ellos, no han aprendido las lecciones de la historia”.

Barbarie y distopía

La forma de tender puentes entre pueblos pasan por la cultura. Por el intercambio cultural, poder aprender de los otros y dar a conocer lo de uno. Esto es lo que se está pretendiendo a arrebatar no sólo al pueblo ruso, sino a todos los pueblos en los cuales sus gobernantes o dirigentes están tomando este tipo de medidas.

Cancelar escritores decimonónicos por un conflicto del S.XXI es una barbarie. Dostoievski decía: “Si hay un país en el mundo que sería más desconocido, inexplorado, más incomprendido e incomprensible que todos los demás países, ese país es, sin duda, Rusia para sus vecinos occidentales”, y con esta insensatez de cancelación cultural sólo puede agrandarse lo denunciado por el escritor de Crimen y Castigo.

Busto de F.M. Dotoievski

Probablemente no haya un solo escritor consagrado o reconocido que no haya leído a los clásicos rusos, y que de una forma u otra les hayan influenciado. Ray Bradbury en su distopía Fahrenheit 451 imaginaba a unos “bomberos” cuyo cometido era quemar libros. Se sorprendería de descubrir que hoy tenemos un equivalente que se dedica a “reciclarlos” para convertirlos en armas de guerra.

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Sociedad Ahora Rusia

¿Cómo se celebra la Navidad en Rusia? Las fiestas en tres actos.

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En Rusia no se celebra la Navidad el 25 de Diciembre, pero esto no es desde año tan convulso. Además de tener distinta fecha, tienen dos celebraciones del Año Nuevo, separadas por catorce días.  Celebran las fiestas de invierno en tres actos. En la historia de Rusia, las fiestas han tenido que ir adaptándose a los tiempos de cambio.

La Navidad se festeja en Rusia, pero no es el 25 de diciembre. Ese día no es feriado, sino un día laborable más. La Navidad la celebran el 7 de enero. El Fin de Año es quizás la fiesta más importante y, como en la mayoría de los países, se celebra en la noche del 31 de diciembre al primero de enero. Después de esto, a los catorce días se festeja también el Año Nuevo Viejo.

Historia de las fiestas

La fiesta de fin de año a finales de diciembre ya era celebrada en el Imperio Romano desde el siglo II antes de Cristo. Pero en la Rusia precristiana el año nuevo llegaba con el calor de la primavera y estaba asociado al renacer de la naturaleza. La celebración era el primero de marzo, durante el gobierno del príncipe Vladímir I. Éste, convirtió al cristianismo la Rus de Kiev, reino eslavo medieval que precedió a la actual Rusia.

Adoptar la nueva religión traía una nueva fiesta: la Navidad. La cual, se adaptó a las tradiciones paganas. El 25 de diciembre coincidía con el solsticio de invierno. La celebración cristiana de la Nochebuena el 24 diciembre absorbió la Koliadá, fiesta de disfraces parecida al Samaín celta o al Halloween anglosajón.

Durante el reinado del zar Pedro el Grande el Fin de Año se trasladó a invierno, en el año 1699. El zar que aspiraba a parecerse a Europa fijó la celebración el 31 de diciembre. Aunque la Navidad siguió siendo la fiesta principal de invierno. Con la llegada del siglo XIX se empezaron a incluir decoraciones similares a las europeas. La Iglesia ortodoxa rusa no aceptaba esto ya que lo consideraba una costumbre occidental.

Cambios con la época soviética

Después de la Revolución, en 1918 se separan oficialmente Iglesia y Estado. La República Soviética de Rusia decidió sustituir el calendario juliano por el gregoriano, que ya desde el siglo XVI estaba implantado en muchos países. Suponía un problema compensar el desfase entre calendarios, había que suprimir trece días. En el año 1918 después del 31 de enero llegó el 14 de febrero.

La Iglesia ortodoxa no aceptó el calendario gregoriano, sino que continuó con el juliano, el cual continuaba marcando las festividades religiosas. Esto es clave para entender por qué no coinciden las fechas con el festivo católico. La fiesta secular de Fin de Año se adaptó al calendario gregoriano, sin embargo las fiestas religiosas no. Se trasladaron en el calendario gregoriano trece días hacia delante. Navidad pasó de celebrarse el 25 de diciembre al 7 de enero.

Dado el carácter ateísta soviético, Navidad y sus atributos fueron prohibidos. Incluso el festejo de Fin de Año, que era visto como una celebración burguesa. La Navidad fue prohibida hasta casi el final de la Unión Soviética. El Fin de Año volvió a los calendarios en 1935, con un intento de aumentar la popularidad de Stalin. Para eliminar las connotaciones religiosas de esta fiesta, las autoridades soviéticas optaron por introducir a nuevos protagonistas. Uno de ellos era Ded Moroz, el Abuelo Frío, basado en el espíritu pagano del frío, pero reencarnado en un anciano bondadoso que guardaba cierto parecido con Papá Noel.

La otra era su nieta y ayudante, Snegúrochka, o Doncella de nieve, originaria de un cuento del siglo XIX. El Abuelo Frío lleva una barba blanca y una vara mágica, y su abrigo llega hasta el suelo y puede ser azul o rojo.

Las fiestas en tres actos

La caída del muro de Berlín en 1989 no fue el primer síntoma del inminente ocaso de la URSS. La política de transparencia, o glásnost, impulsada por Mijaíl Gorbachov suavizó la censura, por lo que abrió la puerta a la recuperación paulatina de las manifestaciones públicas de la religión. La televisión estatal emitió en enero de 1989 un programa en el que se celebraba la Navidad. En diciembre de 1990, un año antes de la caída de la URSS, el 7 de enero (la Navidad ortodoxa, celebrada según el calendario juliano) se convirtió en un festivo oficial en la República Socialista Federativa Soviética de Rusia.

Aunque el Fin de Año se mantuvo como el principal festivo de la temporada, la Navidad fue ganando peso a medida que aumentaban los seguidores de la Iglesia ortodoxa. Mientras que en 1990 solo el 33% de la población de Rusia se declaraba ortodoxo, veinte años más tarde este porcentaje se había duplicado hasta llegar al 70%. En cambio, el catolicismo tiene entre sus adeptos a menos del 1% del país, por lo que prácticamente nadie celebra la Navidad el 25 de diciembre.

Así, la secuencia de Fin de Año, Navidad y Año Nuevo Viejo se han convertido en los tres festivos de las Navidades rusas. El primero es secular y oficial. En clave política, es el día en el que el presidente emite su discurso televisivo, una oportunidad que Borís Yeltsin aprovechó en 1999 para anunciar que abandonaba la presidencia y proponer a Vladímir Putin para el cargo. La Nochevieja es cuando el Abuelo Frío guarda los regalos debajo del árbol. Finalmente, el Año Nuevo Viejo cierra este ciclo de forma oficiosa, sin ser un día festivo, pero evocando las tradiciones rusas anteriores a 1918.

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Sociedad Ahora Rusia

La odisea para ver la Final de Argentina, en un viaje desde Moscú a San Juan.

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La final del Mundial de Qatar, en la que la selección Argentina era protagonista, le tocó vivirla a Gabriel Saquilan Ruffa, nuestro periodista elegido por Ahora San Juan para participar del “Programa de pasantías InteRussia para periodistas de América Latina”, en el viaje de regresó a nuestro país desde Moscú. Nos cuenta comó fue vivir esta experiencia y nos demuestra que la pasión de los argentinos por su selección no tiene límites. La afición albiceleste no solo se festejó en las calles, también desde los aeropuertos.

Desde que tomé conocimiento de que el partido de la final del mundial me coincidiría con el vuelo de regreso, todo transcurrió muy rápido. El partido que ganamos en la semifinal contra Croacia fue una mezcla de alegría tremenda con la ansiedad de que tal vez no podría verlo, estaría en el aire en algún lugar entre Estambul y Buenos Aires.

Intenté realizar las gestiones para cambiar el vuelo, pero fue imposible. Agradecer a todos los compañeros latinoamericanos que me apoyaron de corazón con eso, como si de una causa propia se tratara. Incluso alguno de ellos muy querido se dedicó a explicarle a todos los rusos la importancia que tenía para un argentino ver la final del mundial, del mundial de Messi.

Cruzando los dedos porque de alguna forma pudiera verlo en el avión, y con mezcla de resignación y miedo es como llegué al aeropuerto de Moscú, Vnukovo. Resignado porque no me quedaba otra, no estaba en mi mano. Miedo por si en migraciones me quitaban el pasaporte por ser el único argentino en no ver la final.

Mi primer vuelo lo compartía con dos compañeros. José de Perú, y Leo de Brasil. Nuestro avión salía a las 02:25 de la mañana. Ya a los tres nos pareció que estaba nevando bastante cuando dejamos el hotel, pero claro, ¿cómo podemos tres latinoamericanos medir cuándo es mucha nieve? Así es que realizamos todo el proceso de controles y ya avisaban las pantallas que el vuelo se demoraría 20 minutos.

©Foto: José Alvan

Desde los ventanales junto a nuestra puerta de embarque podíamos ver que la nieve al contrario de cesar, caía sin piedad. Se anunció en las pantallas otro retraso de diez minutos. Después, los avisos a través de los altavoces no pararon. Uno a uno, se iban anunciando los retrasos. Nadie sabía que hacer, algunos aprovechaban para dormir en cualquier rincón.

La incertidumbre, al igual que el manto blanco de nieve, llegó a cubrirlo todo. Perdí la cuenta, pero nuestro vuelo probablemente tuvo una decena de cambios. Ya era imposible llegar a hacer la conexión que teníamos prevista en Estambul. La buena noticia: tal vez alcanzaría a ver el partido en Turquía.

Finalmente, nos ordenaron embarcar a las siete, con ya casi cinco horas de retraso. Subir al avión, con su cola y espera, fue relativamente sencillo. Lo que no sabíamos es que nos esperaban más sorpresas. Fuimos a un lugar perdido de la pista y ahí nos detuvimos. No se veía nada alrededor, hasta en algún momento me confundí pensando que estábamos en el aire. Pero la realidad es que no habíamos despegado.

©Foto: José Alvan

©Foto:José Alvan

Nadie nos decía nada, nos enteramos que varias veces limpiaron el avión por fuera. Para sacar la nieve y esperar que las condiciones necesarias para despegar se dieran. Una hora, otra, otra…así hasta cinco horas que pasamos en el asiento, en una jaula blanca que no se movía. Mezcla de incertidumbre, ansiedad y ya casi desesperación por estar encerrados, se sumaba a que las cuentas para llegar a horario a ver el partido ya eran muy justas.

Despegamos, y llegamos a Estambul. Por delante el trámite de que nos consiguieran nuevos pasajes, pero con la ilusión de que estábamos a tiempo y veríamos la ansiada final. Como de fácil no iba la historia, descubrimos que cada uno tendría un vuelo diferente. Leo y José saldrían al día siguiente, yo tendría que esperar dos días. Nos darían hotel y comida, pero lo agravante era que el otorgarnos los pasajes se demoraba y teníamos que quedarnos cerca del mostrador de la aerolínea.

Nos dieron las 6 y ya seguramente estaba sonando el himno. Nosotros esperando que se solucionara la situación. Por suerte Leo pudo hacer uso de sus datos y conseguimos empezar a verlo a través de su teléfono. El tema de WiFi y aeropuerto de Estambul merece mención aparte, pero les cuento que no es sencillo ni bueno.

El primer tiempo lo vimos a través de la mano de un genio brasilero, mientras pasábamos controles y nos apurábamos como podíamos en esos trayectos kilométricos que se inventan en los aeropuertos grandes.

Con la lengua fuera y la remera de la albiceleste puesta es que conseguimos encontrar una fan zone en el centro del aeropuerto internacional. Ya había bastante gente, pero conseguimos ubicarnos para sufrir al igual que todos los argentinos.

Parecía que todos iban con Argentina hasta que metió un gol Francia y salieron los ratones que estaban calladitos. El empate, la prórroga y los penales con toda la montaña rusa emocional que suponía, se veía salpicada por las simpatías que me ofrecían los otros viajeros.

El penal ganador fue un momento tremendo en el que hicimos rugir al aeropuerto de la capital turca. Gritamos como locos y nos abrazábamos entre desconocidos. Mis compadres latinoamericanos se sintieron más argentinos que nunca. La emoción de ser campeones del mundo y la odisea que estábamos viviendo para poder verlo hacían saltar las lágrimas.

©Foto: José Alvan

©Foto: José Alvan

Mientras esperábamos a que nuestro capitán levantará la copa, mucha gente se acercaba para hacerse un selfie conmigo, tal que si yo hubiera jugado el partido. Muchas felicitaciones y alegría sincera de gente de todos lados del mundo. Durante un ratito fui “famoso” en el aeropuerto Internacional de Estambul.

Puede parecer que la policía y trabajadores aeroportuarios son muy serios y están enojados. Pero llevar la camiseta de Argentina en ese momento me aseguraba sonrisas y felicitaciones. Que todo el mundo levantará el pulgar mientras con una sonrisa de oreja a oreja decía “Messi, Messi, Messi”, hacía que nuestra odisea valiese la pena.

Encaró Messi y somos campeones del mundo. En el aeropuerto de Estambul todavía estarán resonando los ecos de nuestros gritos.

©Foto:José Alvan

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