Este martes se cumplen 80 años del inicio de la invasión de la Unión Soviética por parte de las tropas nazis, que comenzó el 22 de junio de 1941, ofensiva de exterminio a la que el dictador Adolf Hitler bautizó «operación Barbarroja» y que pensaba tener resuelta en seis semanas. Pero terminó cuatro años después con el Ejército Rojo en las calles del Berlín y con un costo bestial en vidas humanas, el mayor de la historia de la humanidad.
Por la inmensidad de las fuerzas en pugna y por el asesinato en masa de los judíos en los territorios que iban ocupando los nazis, el frente oriental es descripto como una confrontación absoluta y sin límite, motorizada por objetivos económicos y también por los planes de Hitler de destruir a la URSS y aniquilar o esclavizar a su población, en la búsqueda de espacios y recursos para la expansión alemana.
Para quienes habitaban en las regiones occidentales de la Unión Soviética, la invasión de 3 millones de soldados del Eje se convirtió en una cruzada individual y colectiva por la defensa de la Madre Rusia y la sobrevivencia personal.
La invasión, con un costo de 27 millones de muertos sólo en la Unión Soviética entre militares y civiles, se encontró con la resistencia masiva y el sacrificio de toda una sociedad, más el famoso «general invierno» (los efectos de las temperaturas 30 grados bajo cero) que había sufrido Napoleón un siglo antes y el sostenimiento de la capacidad industrial de Rusia detrás de los montes Urales.