Ciencia & Ambiente Ciencia & Tecnología
¿Qué hace la ciencia argentina?

El ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación, Daniel Filmus, remarcó que la investigación y la economía del conocimiento son el «tercer sector de exportación» argentino y, el año pasado, produjeron «siete mil millones de dólares».
El barbijo Atom Protect, el kit diagnóstico de test rápido Covid, el desarrollo de la vacuna argentina contra el coronavirus Arvac Cecilia Grierson -que se encuentra en la fase 3 de los ensayos clínicos- y el satélite SAOCOM 1B son algunos de los aportes realizados por el sistema científico y tecnológico argentino en los últimos años, el «tercer sector de exportación» que el año pasado produjo «siete mil millones de dólares», destacó el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación, Daniel Filmus.
La investigación y la economía del conocimiento son el «tercer sector de exportación» argentino y, el año pasado, produjeron «siete mil millones de dólares», destacó Filmus, al defender hoy la presencia del Estado en el ámbito científico tecnológico como un «aspecto fundamental y estratégico» para el desarrollo del país, la resolución de los problemas de la población y el fortalecimiento de la soberanía nacional.
«El año pasado, con las inversiones que se han hecho, en Argentina la investigación y la economía del conocimiento se constituyeron en el tercer sector de exportación, y se produjeron 7 mil millones de dólares», dijo Filmus a Télam.
Y agregó que «estamos discutiendo un modelo de país que se traduzca en tres aspectos centrales para nosotros: la transformación del modelo productivo, la resolución de los problemas de nuestra gente y el fortalecimiento de la soberanía nacional».
«Sólo si hay investigación y avances tecnológicos poderosos nuestras empresas pueden seguir creciendo, ser competitivas y cambiar la matriz de sus exportaciones», profundizó.
Filmus aseguró que este miércoles que el candidato presidencial de La Libertad Avanza (LLA), Javier Milei, «muestra una ignorancia enorme y la vocación colonial de su proyecto de país» en respuesta a la declaración en la que dijo que eliminará el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación y dejará al Conicet «en manos privadas».
«Lo que no produce nuestra gente hay que comprarlo afuera y, cuando uno compra, la mayor parte de los recursos se van del país. Los países que él (por Milei) debe admirar, y que llama libres, son los que más invierten en ciencia y tecnología», aseveró el ministro al referirse a las declaraciones realizadas por Milei, en las que insistió con su idea de eliminar «varios» ministerios al considerarlos «curros».
Entre los principales aportes realizados por el sistema de ciencia argentino en los últimos años, en algunos casos en trabajo conjunto con universidades, empresas o fundaciones, se encuentran el barbijo Atom Protect, el kit diagnóstico de test rápido Covid, el desarrollo de la vacuna argentina contra el coronavirus Arvac Cecilia Grierson -que se encuentra en la fase 3 de los ensayos clínicos-.
También, la creación de primera planta argentina de fabricación de baterías de litio; la creación del lanzador nacional Tronador II en el marco del Plan Nacional Espacial 2030; el lanzamiento del satélite argentino SAOCOM 1B, que completó la constelación de satélites de observación de la Tierra más importante de la Argentina y de características únicas en el mundo.
Entre el detalle de los avances también se destaca el desarrollo de las dos antenas que se instalarán en la Base Belgrano II en la Antártida Argentina, con una inversión de 10 millones de dólares, para dar servicios a misiones satelitales nacionales e internacionales.
Otro hito del sistema de ciencia e investigación nacional son los aportes indispensables en busca de una vacuna efectiva contra el dengue, la creación del primer reactor nuclear de potencia -íntegramente diseñado y construido en el país-, la instalación del Centro Argentino de Protonterapia (la forma más avanzada de radioterapia para el tratamiento del cáncer), o el desarrollo de una semilla resistente a la sequía.
Filmus también recordó el desarrollo del barbijo del Conicet, que implicó la incorporación de la nanotecnología en la industria textil en el marco de la pandemia de coronavirus, cuya producción que «fue de 10 millones para la Argentina y también se exportó una cantidad enorme».
Durante la pandemia, «los países centrales no vendían kits de testeo ni vacunas» y «testeábamos poco porque no teníamos kits, hasta que nuestros científicos desarrollaron kits nacionales y pudimos fabricarlos acá en el país».
El ministro también destacó que «Argentina es el único país de la región que tiene su propio satélite -Arsat- gracias a nuestros investigadores, y los Saocom, dos satélites integralmente desarrollados en Argentina que permiten saber las consecuencias de la sequía, donde hay petróleo o minerales, trabajar planificación urbana o prever desastres naturales.
Con esta realización, «Argentina vende imágenes, las exporta», explicó.
Desde el Ministerio también se invirtieron más de 1.600 millones de pesos en proyectos científicos para luchar contra el coronavirus, 770 millones de pesos junto a Y-TEC para la obra de la primera planta argentina de fabricación de baterías de litio, en la Universidad Nacional de La Plata y 600.000.000 de pesos a proyectos de producción pública de medicamentos, entre otras importantes apoyos a la Ciencia y la Tecnología nacional.
Además, relanzó el Plan Nacional Espacial 2030, con una inversión de 4.500 millones de pesos; y finalizó la fase de ingeniería de la Misión SABIAMAR, el nuevo satélite argentino de observación para el estudio del mar y las costas del país y la región, lanzamiento previsto para 2024, adelantaron.
En la actualidad, la Agencia i+D+I tiene 9000 proyectos en carpeta, 6000 de los cuales se vinculan a ciencia básica aplicada, y otros a desarrollo tecnológico, iniciativas en las que participan 1700 PyMEs y cooperativas.
«En estos cuatro años vamos a completar transferencias por más de 120.000 millones de pesos», una financiación que permitió a PyMEs argentinas «hacer de la innovación el corazón de su negocio» y «convertir pesos en dólares en el país, porque muchas inversiones en conocimiento empiezan en pesos pero terminan convirtiéndose en una nueva exportación», explicó Fernando Peirano, titular de la Agencia I+D+i.
Peirano resaltó que la plataforma de investigación y desarrollo argentina «es la más amplia de todas en América Latina».
La plataforma de investigación y desarrollo nacional cuenta con «1200 investigadores cada millón de habitantes». El segundo país en importancia es Brasil con 800, y le sigue México con 500, precisó.

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Revelan nueva función de una proteína que podría ser útil para aplicaciones en agricultura y oncología

Investigadores del CONICET, del Instituto Leloir y de la UBA descubrieron que la proteína PRMT5 actúa como un «director de orquesta» en una etapa clave de la expresión genética en plantas y seres humanos. El hallazgo podría tener, a futuro, impacto en las terapias dirigidas contra el cáncer o el desarrollo de cultivos resistentes a bajas temperaturas u otras condiciones ambientales.
Presente en todos los organismos vivos, desde levaduras hasta seres humanos, la proteína PRMT5 tiene un rol esencial en la regulación de diversos procesos celulares, incluido el splicing, mecanismo por el cual un solo gen es capaz de producir múltiples proteínas. Ahora, un estudio liderado por investigadores del CONICET, de la Fundación Instituto Leloir (FIL) y de la UBA y publicado en la revista New Phytologist reveló una nueva función de PRMT5: se encarga, también, de “amortiguar” los efectos de las pequeñas variaciones genéticas que suceden permanentemente en el interior del núcleo de las células, lo que permite que una especie conserve ciertas características básicas.
“Encontramos en plantas un mecanismo que atenúa el impacto de las diferencias genéticas; si la proteína PRMT5 no está presente, esas disparidades se maximizan, aun en ejemplares pertenecientes a una misma especie”, explica Marcelo Yanovsky, codirector del trabajo e investigador del CONICET en el Instituto de Investigaciones Bioquímicas de Buenos Aires (IIBBA, CONICET-FIL) y en la FIL. “El hallazgo también puede tener un efecto importante en seres humanos, ya que se sabe que PRMT5 está involucrada en muchos tipos de cáncer”, añade.
En la actualidad, de hecho, muchas investigaciones que se llevan a cabo en el área de oncología giran alrededor de cómo inhibir la presencia de PRMT5 cuando está elevada. “El tema es que esas terapias no van a tener el mismo efecto en una persona que en otra. Entonces, conocer esta nueva función de la proteína podría ayudar a identificar quiénes se beneficiarán o no con un posible tratamiento”, destaca Yanovsky, también jefe de Laboratorio Genómica Comparativa del Desarrollo Vegetal en la FIL. Y agrega: “En las plantas, por otra parte, inhibir PRMT5 nos podría permitir encontrar nuevos fenotipos (variedades con características físicas específicas) que en la actualidad están enmascarados, para aprovecharlos ante ciertas condiciones ambientales, como bajas temperaturas o falta de agua”.
Camino sinuoso
En 1993, los científicos Phillip Sharp y Richard J. Roberts compartieron el Premio Nobel de Medicina por haber roto con el dogma o idea establecida de que un gen siempre da origen a una sola proteína. Demostraron que gracias a un complejo proceso llamado splicing (empalme) de ARN, un solo gen puede producir múltiples proteínas diferentes. Ese revolucionario hallazgo permitió comprender mejor la enorme variabilidad genética que existe en la naturaleza, fundamental para la evolución y la diversidad de las especies. También, entender las raíces de enfermedades como el cáncer y ciertos trastornos neurológicos.
Para comprender mejor el aporte del estudio publicado, hay que recordar que todas las células contienen en su interior un manual de instrucciones –genoma– que permite el desarrollo de un organismo vivo. Escrito en el lenguaje del ADN, contiene las recetas (genes) para fabricar todas las proteínas necesarias para la vida. Ahora bien, cuando una célula necesita una proteína específica, no consulta directamente el manual original, sino que transcribe una copia de trabajo de la receta: una molécula de ARN mensajero precursor o pre-ARNm.
Esa primera copia no es una transcripción literal. Es más bien un borrador lleno de anotaciones, con secciones cruciales (los exones) intercaladas con segmentos que, en su mayoría, deben ser eliminados (los intrones). Y aquí entra en juego el proceso descubierto por Sharp y Roberts mencionado anteriormente -el splicing-, que se produce gracias a una maquinaria molecular sofisticada conocida como espliceosoma, una especie de editor molecular de precisión, cuyo trabajo consiste en cortar meticulosamente los intrones y unir los exones en el orden correcto. ¿El resultado? Una molécula de ARN mensajero (ARNm) madura, lista para ser traducida en una proteína funcional.
Este proceso de edición es una fuente de inmensa diversidad biológica, ya que el espliceosoma puede combinar los exones de un mismo gen de diferentes maneras. Gracias a esto, un único gen puede dar lugar a una variedad de proteínas distintas, cada una con funciones especializadas. En el centro de este intrincado ballet molecular la proteína PRMT5 actúa como un director de orquesta o un gerente de control de calidad para el proceso de empalme.
“Esta capacidad de un organismo para producir un fenotipo consistente a pesar de las variaciones genéticas o ambientales se conoce como canalización. Nuestro estudio demostró que, al garantizar que el espliceosoma pueda manejar sitios de empalme ‘imperfectos’ o más débiles, PRMT5 actúa como ‘amortiguador’ y permite que la vida tolere un cierto grado de ruido genético sin consecuencias negativas inmediatas”, resalta Ariel Chernomoretz, coautor del trabajo, investigador del CONICET en el Instituto de Física Interdisciplinaria y Aplicada (INFINA, CONICET-UBA), en el Departamento de Física de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y jefe de Laboratorio Biología de Sistemas Integrativa en la FIL.
Diseño experimental
Para el experimento, los investigadores seleccionaron dos cepas genéticamente distintas de Arabidopsis thaliana, planta a la que se la suele considerar como la “rata de laboratorio” del mundo vegetal: Columbia (Col-0) y Landsberg erecta (Ler). Si bien ambas pertenecen a la misma especie, siguieron caminos evolutivos separados y acumulan pequeñas diferencias naturales en su código genético (SNPs). Algunas de estas diferencias se encuentran en los llamados sitios de empalme para el espliceosoma.
Con Maximiliano Beckel y Abril San Martín como primeros autores, el artículo describe cómo el grupo introdujo un “interruptor” para apagar la actividad de PRMT5: por medio de CRISPR-Cas9, una novedosa herramienta de edición genética, los científicos crearon plantas de ambas cepas (Col-0 y Ler) que carecían de la proteína en cuestión. Esto les permitió comparar cuatro grupos de plantas: Col-0 normal, Col-0 sin PRMT5, Ler normal y Ler sin PRMT5.
“Los resultados fueron sorprendentes y reveladores”, enfatiza Yanovsky, quien describe: “A pesar de sus diferencias genéticas subyacentes, en condiciones normales, con PRMT5 activa, las plantas de las cepas Col-0 y Ler tenían características físicas (fenotipo) casi indistinguibles, como la forma de las hojas o el momento de floración”. Sin embargo, el panorama cambió drásticamente cuando se eliminó PRMT5. “En su ausencia, las diferencias genéticas latentes se desataron, lo que se tradujo en diferencias fenotípicas mucho más pronunciadas: las hojas de las plantas Col-0 se volvieron aserradas, un rasgo no visible en las Ler, y las diferencias en el tiempo de floración entre las dos cepas se exageraron significativamente”, grafica.
Con este resultado en manos, uno de los desafíos hacia adelante es comprobar el efecto de la falta de PRMT5 en seres humanos. “Si ocurre lo mismo que en las plantas puede tener implicancias potenciales sobre muchas de las terapias oncológicas que están en ensayo basadas en la inhibición de la función de PRMT5”, concluye Yanovsky.
Referencia bibliográfica:
Beckel, M. S., San Martín, A., Sánchez, S. E., Seymour, D. K., de Leone, M. J., Careno, D. A., … & Chernomoretz, A. (2025). Arabidopsis PRMT5 buffers pre‐mRNA splicing and development against genetic variation in donor splice sites. New Phytologist.
/Conicet
NacionalCiencia & Tecnología
Científicos del CONICET lograron frenar un tipo de cáncer cerebral

Desarrollaron un tratamiento para el glioblastoma, el tumor cerebral primario maligno más común en adultos.
Especialistas del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) identificaron una nueva estrategia terapéutica para frenar el desarrollo del glioblastoma, la cual en estudios in vitro y preclínicos logró volverlo más sensible a la quimioterapia y la radioterapia. El avance se describe en la revista Life sciences.
Desde el CONICET explican que el glioblastoma es el tumor cerebral primario maligno más común en adultos. Esta enfermedad conlleva un pronóstico desalentador debido a su naturaleza altamente invasiva y resistencia a la quimioterapia y radioterapia. La mediana de supervivencia estimada de los pacientes con este tipo de tumor es de 9 meses, y la tasa de supervivencia a 5 años es de tan solo el 7 %.

“Descubrimos que el bloqueo de una proteína llamada Foxp3, que se expresa en las células del glioblastoma, potencia la efectividad de la quimioterapia y la radioterapia. Los resultados del estudio son alentadores para quienes desde la ciencia buscamos aportar al desarrollo de opciones terapéuticas reales y efectivas para los pacientes con este tumor. La estrategia terapéutica se probó con éxito en estudios in vitro y preclínicos y sin duda nuestra esperanza es que se pueda probar en ensayos clínicos en el futuro, pero aún son necesarias investigaciones adicionales para llegar a eso”, afirma Marianela Candolfi, líder del trabajo e investigadora del CONICET en el Instituto de Investigaciones Biomédicas (INBIOMED, CONICET-UBA).
Blanco terapéutico
“La proteína Foxp3 se expresa en el glioblastoma y favorece la migración de las células tumorales, una función necesaria para la invasión en el tejido sano, y activa la proliferación de las células del endotelio vascular que incrementan el crecimiento del tumor. Por esta razón, decidimos averiguar en estudios de laboratorio si el bloqueo de Foxp3 eliminaba o reducía la resistencia de estos tumores a la quimioterapia y radioterapia, y eso es lo que efectivamente terminó sucediendo”, explicó Candolfi.
Candolfi y colegas utilizaron una terapia génica experimental basada en una molécula muy pequeña o péptido llamado P60, desarrollado por Juan José Lasarte en la Universidad de Navarra, en España, que atraviesa la membrana celular e inhibe la proteína Foxp3. “Cuando en experimentos de laboratorio bloqueamos Foxp3 utilizando P60, la respuesta de las células de glioblastoma a la radioterapia y a una variedad de drogas quimioterapéuticas mejoró notablemente”, destacó la investigadora del CONICET.

Además, P60 tuvo efectos antitumorales directos, reduciendo la viabilidad y la migración de las células de glioblastoma e inhibiendo la proliferación de células endoteliales que son clave para la progresión del tumor. Para evaluar estos efectos, los autores del estudio utilizaron una variedad de modelos celulares murinos (de roedor) y humanos.
“En particular, los cultivos derivados de biopsias de pacientes con glioblastoma desarrollados por nuestro colaborador Guillermo Videla Richardson, del Instituto FLENI, son muy útiles para representar la heterogeneidad de estos tumores”, indicó Candolfi.
El trabajo demostró que Foxp3 es un blanco terapéutico interesante para explorar nuevas terapias contra el glioblastoma. “Aún es necesario saber más sobre los efectos de la proteína P60 y el vector que la transporta sobre la inmunidad antitumoral en modelos preclínicos de glioblastoma. Éste y otros estudios adicionales serán clave para avanzar hacia su uso en pacientes”, concluyó la científica del CONICET.
/LPSJ
Ciencia & Ambiente Ciencia & Tecnología
Así se ve el fondo del Mar Argentino: la transmisión en vivo del Conicet a 3.900 metros de profundidad

Más de 30 investigadores argentinos exploran desde el 23 de julio el cañón submarino Mar del Plata, una región de alta biodiversidad y poco explorada del Atlántico sur. Más de 24.000 usuarios se conectan a diario para observar las profundidades del Océano Atlántico.
Los investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) continúan este jueves el trabajo en conjunto con la fundación Schmidt Ocean Institute en la expedición denominada “Cañón Submarino de Mar Del Plata: Talud Continental IV”, a 300 kilómetros de la costa bonaerense.
Los profesionales tienen la capacidad de capturar imágenes submarinas en ultra alta definición y recolectar muestras sin alterar el entorno gracias a (ROV) SuBastian, un robot operado de forma remota. La campaña, que empezó el 23 de julio y se desarrollará hasta principios de agosto.
El Cañón Mar del Plata se encuentra frente a la provincia de Buenos Aires, en el límite entre las corrientes de Brasil (cálida) y Malvinas (fría), una frontera biogeográfica clave para el Atlántico sur. La misión busca además detectar el impacto humano en estos ecosistemas vulnerables.
El objetivo es alcanzar los casi 4.000 metros de profundidad y estudiar la distribución de especies y su relación con variables ambientales, topográficas y oceanográficas. Por primera vez en la historia científica argentina, se cuenta con equipamiento oceanográfico de última generación: los especialistas se trasladan a bordo del buque de investigación Falkor (too) y operan remotamente en las profundidades a un robot, el (ROV) SuBastian.
La posibilidad de transmitir en vivo el minuto a minuto de sus hazañas científicas entusiasmó a los usuarios: más de 24.000 personas se reúnen a diario en el canal de YouTube de la organización internacional para observar —sin costo alguno— las maravillas del lecho marino argentino.
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