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¿Pago con oro o pagarés? El Fascinante Mundo del intercambio comercial y divisas en la Rusia Imperial.

¿Cuánto efectivo necesita hoy en día una persona promedio? En las urbes modernas, el efectivo parece ser cosa del pasado. Desde cafeterías hasta buses, la posibilidad de pagar con sistemas de pago electrónico, tarjetas de débito o bancaria es omnipresente. Sin embargo, ¿cómo era el escenario de las transacciones, compras en restaurantes, tiendas y cambio de divisas en la época del Imperio Ruso? Examinamos el tema con el periodista Andréi Aksiónov, autor del podcast «La decadencia del Imperio».
Parece increíble, pero en la Rusia prerrevolucionaria (1) prescindir del efectivo era una posibilidad real. Para disfrutar de una vida cómoda, por supuesto, uno podía llevar consigo una cantidad de dinero, pero no era imprescindible, ya que a menudo se pasaba todo el día sin necesitarlo siquiera.
Había varias razones, entre las cuales destacaba la conveniencia de adquirir productos a crédito en diversos establecimientos. En el entorno urbano, los comerciantes locales, vendedores, verduleros, lecheros y taberneros establecen relaciones personales con los residentes, ofreciendo la posibilidad de adquirir alimentos a crédito con la condición de pago al finalizar el mes. En realidad, dinero en efectivo se limitaba principalmente a pagar a los carreteros o el tranvía, para almorzar en un restaurante desconocido, hacer compras ocasionales.
Además, en la Rusia de aquella época, los campesinos tampoco necesitaban dinero en efectivo en gran medida debido a la prevalencia de un sistema de intercambio y crédito arraigado en las comunidades locales. Los comerciantes rurales solían recibir pagos una vez al año, tras la venta de la cosecha. Todos llevaban una vida tranquila y predecible, comerciando de buena fe con sus conocidos. Incluso el almacenero o tendero vecino podría sentirse ofendido si se le sugiriera pagar de inmediato, ya que estas transacciones solían realizarse solo antes de emprender uno un viaje prolongado.
¿Y lo de tener necesidad de comprar algo extraordinario, por ejemplo, joyas de regalo o coser un traje a medida? A la lista de gastos mayores también se pueden agregar las pérdidas derivadas de juegos de azar. Para tales circunstancias, cualquier ciudadano con cierto nivel de recursos solía disponer de una cuenta bancaria o de un talonario de cheques. En el cheque se especificaba a quién se dirigía y la cantidad exacta de dinero que debía ser transferida. Con ese talón, cada individuo tenía el derecho de acudir a un banco y retirar de su cuenta la cantidad especificada de dinero en efectivo, siempre y cuando hubiera fondos suficientes depositados en ella.

Además de los cheques, muchas personas también recurrían al uso de pagarés. Las letras de cambio se utilizaban para diversas transacciones, como el pago de alquileres de apartamentos, la liquidación de deudas y la compra de grandes cantidades de mercancías. En esencia, una letra de cambio es similar a un cheque, pero pero se caracteriza por estar siempre fechada. Mientras que un cheque puede ser presentado en el banco en cualquier momento para recibir el dinero de inmediato, con un pagaré, el pago solo se realizará después de cierto periodo de tiempo: la fecha de vencimiento estipulada en la letra de cambio. Este proceso era conocido como «descontar un pagaré». Si surgía la necesidad urgente de dinero, era posible anticipar el descuento de un pagaré, pero conllevaba una pérdida de un porcentaje determinado.

El famoso escritor ruso León Tolstói describió en una carta sus desventuras:
«Un día, en un momento de broma, hice una apuesta insignificante y perdí. Luego, volví a intentarlo y nuevamente fui derrotado. La suerte no estaba de mi lado; la pasión por el juego se apoderó de mí y en tan solo dos días perdí todo mi dinero, incluidos los 250 rublos de plata que me había dado Nikólenka, además de otros 500 rublos de plata por los cuales otorgué un pagaré con vencimiento en enero de 1852».
Si alguien se enfrentaba a una gran compra, como la adquisición de un apartamento o un local comercial, seguramente le resultaba difícil reunir suficiente dinero, ya sea en su cuenta bancaria o en efectivo. Por lo tanto la gente pagaba con todos los recursos disponibles, llevando un montón de papeles: emitían cheques y pagarés, transferían acciones y bonos del estado.
La prosperidad y el consumo venían aumentando cada década así como el numero de productos y servicios: la gente viajaba con más frecuencia, se abrían escuelas y universidades privadas, surgían dispositivos como gramófonos y cámaras fotográficas, así como nuevas formas de entretenimiento como el cine y la bicicleta. Sin embargo, la cantidad de billetes en circulación no experimentaba un crecimiento proporcional. Eso se debía, por supuesto, al sistema del patrón oro. Desde 1897 en Rusia, un rublo correspondía inmutablemente a la misma cantidad de oro. De esta misma manera estaba organizado el sistema financiero de cualquier país desarrollado.
Todo súbdito del imperio podía pasar por un departamento del Banco del Estado y cambiar su tarjeta de crédito (así se llamaban entonces los billetes) por oro al peso correspondiente. Sin embargo, la mayoría de la gente no solía hacerlo, dado que los billetes eran mucho más fáciles y convenientes de manejar en comparación con las monedas de oro. La moneda de oro ocupaba aproximadamente una cuarta parte de todo el efectivo en circulación.
Para el Estado, por otro lado, resulta más beneficioso almacenar oro en sus propias cámaras acorazadas y emitir billetes para el uso de la ciudadanía. La economía del Imperio Ruso se consideraba muy sólida y la política económica, extremadamente conservadora.
En Rusia, se determinó que la cantidad de oro en reservas siempre debía coincidir con la cantidad de papel moneda en circulación, lo que resultó en una verdadera escasez de dinero en el país. Mientras que los ciudadanos comunes generalmente ignoraban estas políticas, los negocios afrontaban una escasez de rublos. Los vendedores, naturalmente, no preferían las letras de cambio ni los cheques, ya que implicaban llevar los documentos al banco y descubrir que la cuenta del comprador estaba vacía. Lo más seguro sería realizar el pago en efectivo, sin embargo, en muchas ocasiones, la cantidad de dinero en efectivo disponible no resultaba suficiente para cubrir todas las necesidades financieras.
Entonces, el tipo de cambio de las monedas nacionales no era una preocupación para nadie: permanecía absolutamente constante a lo largo del tiempo y no experimentaba cambios durante muchos años. Por lo tanto, obtener beneficios de las diferencias entre los tipos de cambio en el mercado de valores resultaba imposible. Además, cada moneda nacional respaldada por oro rápidamente se convertía en libremente convertible, mientras que a la Federación Rusa le llevó 15 años lograr este estatus para su moneda.

Durante los viajes al extranjero, la gente, especialmente aquellos con recursos económicos, también disfrutaba de una experiencia sin complicaciones. Sólo hacía falta llevar fondos necesarios en oro y simplemente cambiarlos por moneda local en cualquier banco, lo que facilitaba enormemente las transacciones financieras durante los viajes. Si la estancia en el extranjero iba a ser prolongada o se preveían gastos considerables, entonces, por supuesto, resultaba más conveniente enviar la suma necesaria a través de una transferencia interbancaria.
Los bancos se comunicaban a través de telégrafo, por lo que bastaba con acudir a una sucursal local del banco para recibir el dinero enviado.
Otro destacado escritor ruso, Antón Chéjov, escribió a su hermana:
«Dentro de un tiempo <…> devuélveme 1000 francos por transferencia mediante el mismo Credit Lionnais pero esta vez no por telégrafo. Toma un cheque o una letra de cambio y envíamelo en una carta certificada. Me conocen aquí en Credit Lionnais y si sacan el pagaré del sobre, al ladrón no le pagarán dinero».

La realidad de aquellos tiempos, con el tipo de cambio fijado y la inflación mínima, le parecía a la gente absolutamente normal. Nadie podía siquiera imaginar que la vida pudiera estar organizada de otro modo. La confianza en el sistema económico fue tan indestructible, que a nadie se le ocurrió sacar el dinero de las cuentas y convertir efectivo en oro durante la crisis internacional en verano de 1914. Dos días antes del estallido de la guerra, esa oportunidad desapareció: Rusia, al igual que todos los demás países, canceló el cambio libre de billetes por oro.
Durante la Primera Guerra Mundial, además de todos los horrores de la guerra, la gente afrontó la realidad inexplorada: todos los estados empezaron a emitir dinero sin preocuparse por su cobertura. Los ahorros se depreciaban ante los ojos de las personas, y no había nada que se pudiera hacer al respecto. La prolongada época de la seguridad absoluta de dinero y de la inflación ínfima se acabó empezando un nuevo siglo.
Notas de la Redacción de Bricslat
1 – Previo a la revolución bolchevique de 1917 que condujeron al derrocamiento del régimen zarista imperial.
Selección de material, redacción y traducción:
Club de estudiantes “Latidos Unidos” de la Universidad Estatal de Moscú de Relaciones Internacionales (MGIMO
Fuentes:
- https://snob.ru/history/oplata-zolotom-ili-po-vekselyu-kak-zhiteli-carskoj-rossii-rasplachivalis-za-tovary-i-pokupali-valyutu/
- https://0d314c86-f76b-45cc-874e-45816116a667.selcdn.net/03ac4102-458d-4598-93d8-8b37104f0e29.jpg
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Oréshnik, el misil de Rusia que cambia las reglas del juego

Rusia ha puesto en marcha la producción en serie del misil balístico Oréshnik, un arma hipersónica de alcance intermedio capaz de evadir los sistemas de defensa antimisil. Su primera utilización en combate y su posible despliegue en Bielorrusia marcan un nuevo capítulo en la estrategia militar de Moscú. ¿Qué hace a este misil prácticamente imposible de interceptar?
Foto principal: Sistema de misiles balísticos RS-24 Yars del ejército ruso avanza por la Plaza Roja durante el desfile militar por 80 aniversario de la Victoria sobre la Alemania nazi en la Gran Guerra Patria.
Oréshnik: El Nuevo Misil Balístico Ruso De Alcance Intermedio
El 21 de noviembre de 2024, el presidente ruso Vladímir Putin confirmó por primera vez el uso del misil balístico de alcance intermedio (IRBM) Oréshnik. Según el mandatario, las fuerzas rusas emplearon la versión hipersónica no nuclear del arma para atacar un complejo militar-industrial en Dnipro.
Al día siguiente, Putin aseguró que Rusia disponía de un stock operativo de estos misiles y que su producción en serie ya estaba en marcha. Además, subrayó que Oréshnik no es una modernización de los sistemas soviéticos, sino un desarrollo totalmente nuevo basado en tecnologías modernas.

Las Capacidades De Oréshnik
Según datos oficiales, Oréshnik es actualmente el único misil balístico de alcance intermedio (IRBM) en servicio en las fuerzas armadas rusas. De acuerdo con el portal gubernamental Obyasnayem.rf, el arma tiene un alcance máximo de 5.500 kilómetros y puede alcanzar velocidades de hasta Mach 10, es decir, aproximadamente 12.400 kilómetros por hora o 3 kilómetros por segundo. Su capacidad de carga explosiva llega a 1,5 toneladas y puede equiparse con ojivas nucleares de hasta 900 kilotones, equivalentes a 45 bombas como la de Hiroshima.
El 28 de noviembre, durante la cumbre de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), el presidente Vladímir Putin afirmó que Oréshnik es capaz de alcanzar objetivos altamente protegidos y situados a gran profundidad. Según el mandatario, la temperatura de las ojivas puede alcanzar los 4.000 grados Celsius, lo que, sumado a su capacidad de portar múltiples ojivas autodividibles que viajan a Mach 10, convierte su uso masivo en un poder destructivo comparable al de un ataque nuclear.

Oréshnik solo puede ser derribado en la fase inicial de su trayectoria, lo que explica su lanzamiento desde el cosmódromo de Kapustin Yar, en la provincia de Astracán, trascienden fuentes oficiales. En la fase final, cuando la velocidad de la ojiva alcanza su punto máximo, la interceptación se vuelve prácticamente imposible.
Las estimaciones indican que el tiempo de vuelo de Oréshnik hasta la base de defensa antimisil de EE.UU. en Redzikowo (Polonia) es de 11 minutos. Hasta la base aérea de Ramstein (Alemania) tardaría 15 minutos, y hasta la sede de la OTAN en Bruselas, 17 minutos.
Uso En Combate Y Producción
El 21 de noviembre de 2024, Rusia empleó por primera vez el misil balístico Oréshnik en un ataque contra una fábrica de misiles en Dnipro (antes Dnipropetrovsk). Según fuentes oficiales, la operación fue una represalia por el uso de misiles ATACMS y Storm Shadow por parte de Ucrania en ataques contra instalaciones en las regiones rusas de Briansk y Kursk.
El presidente Vladímir Putin anunció el inicio de la producción en serie de Oréshnik el 22 de noviembre y, días después, el 28 de noviembre, confirmó que Rusia ya disponía de varios misiles listos para su uso.
El 6 de diciembre, Putin declaró que Rusia planea suministrar el sistema de misiles Oréshnik a Bielorrusia, esto probablemente ocurriría durante el segundo semestre de 2025. Según el mandatario, el arma formará parte del complejo de Tropas de Misiles de Designación Estratégica de las Fuerzas Armadas rusas, pero la decisión sobre sus objetivos recaerá en Minsk.

Asesoría y Corrección: Bricslat (Argentina)
Fuentes:
- https://www.rbc.ru/base/28/11/2024/67486cbd9a79473abf02b59b
- https://t.me/SputnikARM/80084
- https://vstatic.vietnam.vn/vietnam/resource/IMAGE/2025/1/19/1146a4fc0de84e5f990d28d093868d2e
- https://www.youtube.com/watch?v=F7a2i_TIMDg

El Samovar, un muy particular dispositivo para calentar agua para el té, evolucionó desde sus orígenes en el siglo XVIII hasta convertirse en una pieza de arte y status, con diseños elaborados por maestros como Carl Fabergé. Desde modelos monumentales hasta diminutas miniaturas, este icónico objeto ha sido testigo de la historia y la cultura rusa, manteniendo su lugar en la vida cotidiana y en las colecciones museísticas.
“Un recipiente de agua caliente para el té, en su mayor parte hecho de cobre, con una tubería y un brasero en el interior”. Así describía Vladímir Dal el propósito del samovar, un elemento clave en la tradición del té.
Los verdaderos conocedores aseguran que solo con este icónico recipiente se puede preparar una infusión genuina. No solo permite obtener un agua más suave y sabrosa que la de una tetera convencional, sino que también se considera más saludable. Además, hierve más rápido, conserva mejor el calor y su diseño garantiza una mayor pureza del líquido: el pico del samovar se sitúa por encima del nivel donde se acumulan sedimentos y agua pesada, evitando que estas impurezas lleguen a la taza. Un equilibrio perfecto entre tradición, comodidad y calidad.
Foto principal: samovar en el fondo de una ciudad rusa nevada. foto: N. Vinokúrov / banco de fotos Lori
Un dato curioso: el antecesor del samovar fue el sbítennik, un recipiente utilizado para preparar sbíten, una bebida caliente a base de miel y hierbas medicinales. Originario del siglo XVIII, algunos ejemplares de estos antiguos recipientes han sobrevivido hasta nuestros días.
En Rusia, el té del samovar era una costumbre arraigada, especialmente entre las familias de mercaderes, que solían dedicar varias horas al día a esta tradición. Reunidos en torno al samovar, cada miembro de la familia bebía entre cinco y seis tazas de esta aromática infusión, convirtiendo el momento del té en un ritual de convivencia y disfrute.
El té caliente se servía en tazas y, en muchas ocasiones, se vertía en platillos para ser bebido ruidosamente, acompañado de azúcar, priánik (un tipo de pan dulce ruso) o roscas.
Sin embargo, a diferencia de lo que muchos creen, el samovar no es una invención rusa. La primera “máquina de té”, como se la llamaba en Europa, llegó a Rusia desde Holanda gracias a Pedro I, conocido por su afición a introducir innovaciones extranjeras. Con el tiempo, se desarrolló una versión adaptada en Rusia, aunque el nombre samovar se popularizó más tarde.

El primer samovar ruso, fabricado en cobre, apareció en los Urales. Sin embargo, fue en 1778 cuando el armero Fiódor Lisitsyn fundó en Tula la primera fábrica especializada en su producción, marcando el inicio de una tradición que se extendería por todo el país.
Los samovares creados por la dinastía Lisitsyn destacaban por su diversidad de formas y diseños: desde modelos en forma de barril o jarrón con grabados hasta piezas más elaboradas, como los de silueta ovalada con grifos en forma de delfines o asas ornamentales. Cada modelo tenía un nombre propio, como “huevo”, “pelota”, “copita”, “jarrón” o “nabo”.

La creciente demanda de este artículo, convertido en un símbolo de la vida cotidiana, impulsó su producción en varias ciudades rusas, donde inicialmente recibió nombres distintos: en Kursk lo llamaban samoquipets (“que se hierve”), en Yaroslavl samogar (“que arde”) y en Viatka samogrey (“que calienta”). El negocio resultó tan rentable que muchos artesanos transformaron sus pequeños talleres en fábricas.
Con el tiempo, el samovar se consolidó como el centro de la tradicional hora del té en Rusia. Los modelos de cobre fueron reemplazados por versiones de aleación de zinc, mientras que las familias más acomodadas comenzaron a adquirir piezas de lujo fabricadas en plata o níquel.
Los samovares no solo eran un elemento esencial en los hogares rusos, sino que también se producían por encargo de los emperadores. Un ejemplo destacado es el lujoso samovar de Pablo I, decorado con oro, marfil, esmalte y gemas, que hoy se conserva en la Cámara de la Armería del Kremlin.
Para encender un samovar, se utilizaban leña y astillas de madera. Sin embargo, el combustible más apreciado siempre fueron las piñas, que ardían rápidamente y otorgaban al té un delicado aroma a pino, realzando su sabor.
Un dato curioso: en el siglo XVIII, en Rusia se fabricaban samovares-cocinas, una versión multifuncional de este icónico utensilio. Su interior estaba dividido en tres compartimentos: dos de ellos se usaban para cocinar alimentos, mientras que el tercero servía para hervir agua para el té.
Este ingenioso diseño hacía del samovar una herramienta indispensable para la preparación de comidas en el campo, combinando practicidad y tradición en una sola pieza.

En el siglo XIX, destacados artistas no solo decoraban los samovares, sino que también participaban en su diseño, elevándolos a la categoría de verdaderas obras de arte.
Los modelos más valiosos son, sin duda, los dorados o de plata, elaborados en los talleres de Carl Fabergé a principios del siglo XX. Sus creadores empleaban técnicas innovadoras como acuñado, perforado, fundición y tallado, dotando a cada pieza de un estilo único.
Hoy en día, el Museo de los Samovares de Tula exhibe ejemplos sorprendentes de este icónico objeto, fabricados con materiales tan inusuales como mimbre, corteza de abedul, arcilla, madera, porcelana, vidrio e incluso azúcar. Además, alberga algunos de los modelos históricos más emblemáticos de estas sofisticadas máquinas de té.
Un dato curioso: el samovar más grande de Rusia fue creado en 1922 en una de las manufacturas de Tula como un regalo para Mijaíl Kalinin, presidente del Comité Ejecutivo Central Panruso. Esta monumental pieza pesa más de 100 kilogramos y tiene una capacidad de aproximadamente 250 litros de agua. Aunque tardaba unos 40 minutos en hervir, el líquido se mantenía caliente durante varios días.
En el otro extremo, el samovar más pequeño mide apenas 1,2 milímetros. Según una broma popular, habría sido obra del mítico Zurdo para la diminuta pulga de la novela de Nikolái Leskov. Fabricado en oro, consta de 12 partes principales. Hasta su aparición, el récord lo ostentaba un samovar en miniatura de un centímetro de altura, con un peso de 16 gramos y capacidad para hervir solo cuatro gotas de agua.

Asesoría y Corrección: Bricslat (Argentina)
Fuentes:
- https://www.culture.ru/materials/76834/vodogreinaya-mashina-ili-simvol-russkogo-byta
- https://www.culture.ru/storage/images/92acd2d3-52cc-5aa1-ade5-620740504c5c/c_fill,g_center/1.jpg
- https://cdn.culture.ru/images/d5e1bdb9-f8fc-5d49-9ef0-ea1cc34efc99
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En la Rusia de hace unos siglos, las mujeres estaban bajo un estricto control patriarcal, sin poder salir de casa o interactuar con personas ajenas a su familia sin el permiso de su padre o marido. Esta subordinación extrema empezó a cambiar durante el reinado de Pedro el Grande, quien introdujo las primeras leyes destinadas a mejorar la situación de las mujeres. Sin embargo, estos cambios, aunque pioneros, no lograron equilibrar los derechos entre hombres y mujeres.
La lucha por la igualdad, por el acceso a la educación, el derecho a trabajar y a tomar decisiones sobre sus propias vidas, se extendió durante casi dos siglos más. En este artículo, detallaremos los hitos clave en la lucha de las mujeres rusas por sus derechos, explorando cuándo se les permitió acceder a la educación superior, el impacto de su participación en movimientos revolucionarios y cómo su historia sigue inspirando la conmemoración del Día de la Mujer en Rusia.
“Atender Con Amor Y Temor”: Los Derechos De La Mujer En La Rusia Zarista
En la Rusia de los siglos IX al XII, las mujeres de origen noble gozaban de una sorprendente libertad y de un estatus elevado en comparación con las épocas posteriores. Estas mujeres no solo tenían un papel destacado en la vida social, sino que también desempeñaban funciones políticas y diplomáticas. Gobernaban principados, actuaban como embajadoras y servían como consejeras influyentes de sus maridos, que solían ocupar altos cargos.

En la sociedad campesina rusa, la vida de una mujer estaba completamente supeditada a la autoridad masculina. Antes de casarse, debía obedecer ciegamente a su padre y a sus hermanos mayores. Tras el matrimonio, su identidad quedaba absorbida por la familia de su esposo, y su nueva existencia giraba en torno a las demandas de su marido y sus suegros. La autonomía individual no existía para las mujeres campesinas, cuya vida estaba estrictamente definida por las normas patriarcales. La misión principal de una mujer se resumía en dar a luz y criar hijos. Las virtudes femeninas se centraban en la humildad, la obediencia, la paciencia y la piedad.

A partir del siglo XIII, con la consolidación del Estado ruso bajo el nombre de Gran Principado de Moscú, las normas patriarcales se endurecieron aún más, restringiendo drásticamente la vida de las mujeres. Por ejemplo, estaba prohibido que salieran a la calle sin el permiso de su padre o esposo. En muchos casos, el único lugar al que podían ir era la iglesia, y esa salida se limitaba a los domingos. Incluso actividades básicas como hacer compras o reunirse con otras mujeres requerían la autorización masculina. Sin embargo, a pesar de estar confinadas en sus hogares, las mujeres rusas de la época no se limitaban a ser amas de casa pasivas. Dentro del hogar, ejercían un poder significativo: eran las encargadas de supervisar a los sirvientes, gestionar la cocina, cuidar el huerto y asegurarse de que las despensas estuvieran bien provistas. Además, tenían la responsabilidad fundamental de criar y cuidar a los hijos, lo que subrayaba su papel central en la vida familiar y su influencia en el ámbito doméstico, a pesar de las severas limitaciones externas.

Esas normas patriarcales quedaron sistematizadas en el siglo XVI en un manual conocido como el Domostrói, una especie de código de conductas y recomendaciones éticas y domésticas para todo buen cristiano en la sociedad rusa. Este libro no solo delineaba las responsabilidades de cada miembro de la familia, sino que también legitimaba la autoridad absoluta del marido sobre su esposa, incluyendo el derecho a golpearla por cualquier falta. En aquella época, se creía que los castigos físicos purificaban a las mujeres del pecado y fortalecían su alma, una visión que quedó reflejada en el famoso proverbio ruso: “Quien pega, ama”.
Durante el reinado de Pedro el Grande, se introdujeron importantes reformas que buscaban transformar la vida social y doméstica en Rusia. Una de sus medidas más notables fue la prohibición de mantener a las mujeres en reclusión doméstica, obligando a los hombres a llevar a sus esposas e hijas a eventos sociales, como las famosas asambleas de la corte. Estas reuniones de entretenimiento y sociabilidad eran una novedad en la Rusia de la época y marcaban un paso hacia la integración de las mujeres en la vida pública. En paralelo, se aprobaron las primeras leyes que reconocían ciertos derechos a las mujeres, como la posibilidad de heredar propiedades y trabajar como institutrices, un avance significativo para su autonomía económica. No obstante, la educación seguía siendo un privilegio reservado a las clases altas.El impulso a la educación femenina se intensificó bajo el reinado de Catalina la Grande, quien gobernó entre 1762 y 1796. Durante su mandato, se fundaron los primeros colegios destinados a las niñas de familias pobres, ampliando el acceso a la educación más allá de la nobleza.
En 1812, en plena época napoleónica, surgió en Rusia la primera organización social femenina, llamada “Sociedad Patriótica de las Mujeres”. La principal labor de esta sociedad era asistir a los más necesitados, con un enfoque especial en los niños de la calle, brindándoles refugio, comida y educación básica.
Reformas Del Siglo XIX: Cursos Superiores Para Mujeres Y Nuevas Oportunidades Profesionales
Para mediados del siglo XIX, la cuestión de los derechos de las mujeres en Rusia adquirió una relevancia creciente. Mujeres, especialmente aquellas de familias nobles o de comerciantes, comenzaron a exigir la igualdad en el acceso a la educación superior, una demanda que reflejaba los cambios sociales y las aspiraciones emergentes de las mujeres rusas. Sin embargo, en esa época, las universidades del país seguían siendo un espacio exclusivo para los hombres. Las mujeres no solo se veían privadas del derecho a cursar estudios superiores en su propio país, sino que tampoco podían hacerlo en el extranjero, ya que no les era permitido salir de Rusia sin el permiso de su padre o esposo. Esto se debía a que las mujeres no poseían pasaporte propio; sus nombres figuraban en los documentos oficiales de sus familiares varones.Frente a estas limitaciones, algunas mujeres encontraron maneras ingeniosas para sortear las restricciones. Un método particularmente audaz fue recurrir a matrimonios ficticios para obtener la independencia legal que les permitiera viajar al extranjero y continuar con su formación. Este fue el caso de figuras destacadas como la escritora y filósofa Helena Blavatsky (conocida en Rusia como Blavátskaya) y la renombrada matemática Sofia Kovalévskaya, quien se convirtió en la primera profesora de matemáticas del mundo.

En 1863, las mujeres rusas finalmente lograron acceso a la educación universitaria, aunque con limitaciones significativas. A pesar de este avance, no se les reconocieron plenamente los derechos de estudiantes y su acceso quedó restringido a los llamados “cursos superiores para mujeres”, una alternativa limitada a la formación universitaria tradicional. No fue hasta 1869 cuando se establecieron los primeros cursos superiores para mujeres en San Petersburgo y Moscú, donde la educación ofrecida era equivalente a la de las universidades.

La demanda de poder trabajar y recibir un salario digno fue otra reivindicación crucial para las mujeres en la Rusia del siglo XIX. Sin embargo, las opciones laborales para ellas eran muy limitadas y dependían en gran medida de su clase social. Para las mujeres de la nobleza, la mayoría de las profesiones se consideraban inapropiadas o indecorosas. Aquellas que necesitaban trabajar podían hacerlo únicamente como institutrices o maestras rurales, mientras que algunas se ocupaban en tiendas o aceptaban encargos de costura. En ocasiones, también realizaban trabajos como copiar notas, editar o traducir textos, pero solían hacerlo en secreto y rara vez publicaban bajo su propio nombre para evitar el estigma social.Las mujeres de clases más bajas enfrentaban condiciones aún más duras. En su mayoría, trabajaban en el campo sin recibir pago o por salarios ínfimos. Quienes se trasladaban a las ciudades solían emplearse en tareas domésticas como lavaplatos, cocineras o sirvientas, trabajos extenuantes y mal remunerados.

A partir de la década de 1860, las mujeres rusas comenzaron a expandir sus horizontes laborales, accediendo a nuevas oportunidades en sectores que antes les estaban vedados. Comenzaron a trabajar en librerías, bibliotecas e imprentas, abriendo camino en áreas vinculadas al mundo editorial. En 1863, se formó el primer departamento editorial compuesto exclusivamente por mujeres. Este impulso no se detuvo allí: posteriormente se estableció un taller de encuadernación, y con el tiempo, las empresas dirigidas por mujeres asumieron la producción de uniformes para el ejército. En 1872, las mujeres rusas lograron otro avance significativo al obtener acceso a la educación médica. En San Petersburgo, se inauguraron los primeros cursos superiores de medicina dirigidos específicamente a mujeres, permitiéndoles formarse como doctoras y abrirse paso en un campo profesional que hasta entonces había sido dominado exclusivamente por hombres.
A pesar de los avances en la educación y el trabajo durante el siglo XIX, las mujeres rusas seguían enfrentando importantes limitaciones. Para finales de ese siglo, aún carecían del derecho al voto, permanecían bajo la autoridad de sus padres antes del matrimonio y, una vez casadas, pasaban a estar completamente sujetas a la voluntad de sus maridos. Además, recibían salarios inferiores a los de los hombres, incluso cuando realizaban trabajos similares.La situación comenzó a cambiar con la Revolución de 1905, que marcó una nueva etapa en la lucha por los derechos de las mujeres en Rusia. Durante este periodo de agitación política y social, las mujeres se unieron para exigir la igualdad de derechos con los hombres, independientemente de su clase social. Sus demandas incluían el acceso universal a la educación, la posibilidad de ocupar cargos públicos y políticos, y una legislación que garantizara la igualdad de género en todas las esferas de la vida.
“¡Depongan Las Armas Y Únanse A Nosotras!: Las Mujeres En La Revolución De Febrero”
En enero de 1917, en Petrogrado (nombre de San Petersburgo en ese momento), las esposas de los soldados y trabajadoras de fábricas salieron a las calles, indignadas por los bajos salarios y la falta de alimentos. La situación era tan desesperada que la gente hacía largas colas para conseguir un simple trozo de pan.

Un mes después, los hombres de la fábrica de Putílov (una de las principales fundiciones de hierro) se sumaron a las manifestaciones. El 8 de marzo (23 de febrero según el calendario juliano), las trabajadoras del depósito de tranvías de la isla Vasílievski (una de las mayores islas de San Petersburgo) también se declararon en huelga. Ese día, alrededor de 128,000 personas participaron en las protestas. Los manifestantes recorrieron la Avenida Nevski, la principal calle de la ciudad, gritando lemas como “¡Abajo la guerra!”, “¡Abajo la autocracia!” y “¡Pan para el pueblo!”. Las mujeres también continuaron exigiendo el derecho al voto.

La situación seguía empeorando, y las autoridades de la ciudad desplegaron policías, cosacos y soldados para controlar las protestas. En su libro La historia de la Revolución Rusa, el revolucionario León Trotski relató cómo las mujeres manifestantes enfrentaron a los soldados con una valentía inusitada: “Fueron hacia los cordones de los soldados con más audacia que los hombres, agarraron los fusiles y pidieron, casi ordenaron: “Suelten sus armas y únanse a nosotras”.

Cuatro días después de la manifestación, el emperador Nicolás II, el último zar de Rusia (quien gobernó entre 1894 y 1917), firmó un decreto que otorgaba el derecho al voto a todas las mujeres mayores de 21 años. Con esto, Rusia se convirtió en la primera gran potencia en implementar el sufragio femenino masivo. En comparación, en el Reino Unido de la época, solo las mujeres mayores de 30 años —esposas de jefes de familia o estudiantes universitarias— tenían derecho a votar.

Pero, a pesar de este decreto, las protestas no se detuvieron. Las manifestaciones espontáneas escalaron hasta convertirse en la Revolución de Febrero de 1917, que finalmente llevó a la abolición de la monarquía rusa.

El 8 De Marzo: La Historia De La Fiesta
En 1921, bajo la nueva autoridad, se celebró en Moscú la II Conferencia de Mujeres Comunistas. En esta conferencia, se decidió conservar la memoria del papel crucial de las mujeres en la Revolución de Febrero y establecer el 8 de marzo como la fecha oficial del Día Internacional de la Mujer.

Esta festividad se convirtió en una celebración oficial en todas las repúblicas de la URSS, donde el 8 de marzo se conmemoraba honrando a las trabajadoras por sus logros laborales. Tradicionalmente, la dirigencia del partido anunciaba en esta fecha nuevas medidas de apoyo social para las mujeres.

Hasta 1965, el 8 de marzo era un día laborable. Fue Nikita Jrushchov, dirigente de la Unión Soviética entre 1953 y 1964, quien proclamó este día como festivo. A partir de entonces, el Día Internacional de la Mujer comenzó a alejarse gradualmente de su contexto político original.

En lugar de celebrar a las mujeres como trabajadoras y heroínas del comunismo, se empezó a enfocar en su rol como esposas, madres y hermanas. Esta transformación también se reflejó en los atributos de la festividad: las tarjetas se decoraban con flores primaverales en lugar de símbolos y consignas comunistas, y surgió la tradición de regalar presentes a las mujeres.

El Día Internacional de la Mujer se mantuvo como festivo en todas las repúblicas de la antigua URSS, con excepción de Estonia, Letonia y Lituania. Además, su celebración se extendió a varios países alrededor del mundo, como Angola, Corea del Norte, Mongolia y Nepal. En China, es común que se permita a las mujeres salir del trabajo antes de lo habitual en esta fecha.




Asesoría y Corrección: Bricslat (Argentina)
Fuentes:
- https://www.culture.ru/materials/257616/istoriya-zhenskikh-prav-v-rossii-ot-domostroya-do-nashikh-dnei
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