martes, octubre 21, 2025
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Norma, autora sanjuanina. La escritura como forma de salvación.

Norma Beatriz Bonilla, vecina de 9 de julio. Trabaja en OSSE en su departamento, va y viene en bicicleta todos los días. Tiene 59 años, muy bien llevados porque aparenta menos. Es escritora, con un nuevo libro a punto de ser presentado. Con motivo de la Feria Provincial de la Cultura y el Libro de San Juan que se celebra este fin de semana en Rawson, desde Ahora San Juan nos acercamos a hablar con ella. Conversamos sobre su infancia en los parrales, la escritura, salud mental y resiliencia. Este sábado Norma presentará el libro “Cuatro letras distintas”.

Por Antonio Morente.

Hace 40 años que vive en 9 de Julio. Sus padres eran ambos trabajadores rurales. Durante años se estuvieron mudando de finca en finca según el trabajo, hasta que el IPV les concede una casa y se instalan en lo que es la villa de 9 de Julio. Su papá siguió trabajando también, sobre todo en los parrales. Norma recuerda estar desde muy niña acompañando a sus padres, desde chiquitos ella y sus hermanos trabajando en la viña: Mis padres eran cosechadores y nosotros íbamos a estar ahí en el parral. Desde muy chicos sabíamos lo que era el trabajo rural. Mi mamá nos llevaba yerbeado y pan mientras todos cosechábamos”, reconoce que era una vida muy sacrificada. Incluso los primeros días de escuela no nos podían mandar porque era la cosecha y no tenían como llevarnos, y la cosecha era para comprarnos los útiles, las zapatillas, los cuadernos, la ropa… Se tenía que trabajar sí o sí. Norma aprendió desde la cuna casi la importancia del trabajo honrado y el esfuerzo.

El padre de Norma fue un trabajador incansable, alguien muy querido por sus amigos y vecinos. “Mi papá trabajó en una finca hasta los 84 años” nos cuenta, “siempre muy reconocido en la villa por su trabajo, por ser un hombre de lucha. Falleció con 87 así que estuvo solo tres años sin trabajar”, se acuerda con orgullo Norma. Tal es así, que después de su muerte, su último patrón le puso su nombre a un callejón en la finca. Un reconocimiento con todo el cariño y el respeto.

A pesar de parecer una infancia dura, no es del todo así. Nuestra escritora rescata los buenos valores que aprendió y relata que: “a pesar de todas las carencias materiales, había otra cosa. En mi casa había armonía, no había violencia, no había discusiones. Mis padres laburaban a la par, nosotros íbamos aprendiendo el oficio. Una vida con muchas carencias, pero a la vez con mucho amor y con todas esas cosas que son invaluables”.

La primaria la cursó en la escuela Patricia Mendocina, en el Médano de Oro, ya que en ese momento su papá trabajaba en una finca cercana. Guarda recuerdos hermosos de esa escuela, sobre todo de un maestro en tercer grado: el maestro Luna, “ese hombre los días jueves nos contaba una fábula, y nosotros teníamos que hacer una redacción de lo que habíamos entendido. Para mí era muy importante ese día, lo esperaba con muchas ansias. Porque mientras él nos leía el cuento o la fábula, yo paseaba por los lugares que él nos describía” nos cuenta Norma emocionada. “Yo creo que ese maestro puso una semillita en mí, para poder escribir, para que muchos años después me dedicará a escribir”.

El maestro le inculcó dos grandes pasiones, el de las narraciones y el de la escritura. Ella pide si alguien puede saber qué fue la vida de el maestro Luna, quisiera ponerse en contacto con él o con alguien de su familia para agradecerles, dado que le regalaron el amor a la escritura.

“Como nosotros éramos trabajadores rurales, salimos de la primaria y nos fuimos a trabajar al parral, no hicimos el secundario”, explica la escritora sanjuanina. Años después, mientras Norma trabajaba en una fábrica, una amiga la invita a que se anime a hacer el secundario en el colegio nocturno de Caucete. Toda una odisea, por la falta de transporte desde su casa. También suponía un esfuerzo económico enorme. Aún así, ella la peleó y lo sacó en tiempo récord. Después, Norma quería seguir estudiando. Le interesaba Psicología, pero en aquel momento se estudiaba en la Universidad Católica y no era algo que pudiesen permitirse. Buscó algo que tuviese que ver con lo social, porque siempre sintió esa inquietud: “siempre sentí que en la sociedad tenía preguntas sin respuesta”.

Así es como terminó estudiando Sociología. Se aplicó a ello con todo su esfuerzo y dedicación, solamente le faltaron unas pocas materias para recibirse. Como ha hecho con todo en su vida, tomó lo que aprendió para incorporarlo a lo que ama: “yo siento que mi escritura tiene mucho de sociológico, de esa mirada”, explica.

Norma siempre ha escrito, en cuadernos, en hojas sueltas, en los márgenes de las páginas de los libros… Hasta que llega un momento que lo comienza a hacer de una manera más formal. Después de la muerte de su madre, hará casi veinte años, a ella le cuesta mucho elaborar el duelo. Su mamá murió de un infarto, repentinamente. Norma sufre mucho, se deprime. Llega hasta a pasar por varios episodios de ataques de pánico, lo que la lleva a que se encierre más en sí misma. Cualquiera que los haya sufrido sabe que los ataques de pánico nos empujan a aislarnos más del mundo, por mera supervivencia nos obliga a intentar protegernos. Esto hace que tampoco pueda continuar con la carrera en la facultad. Es en esos momentos cuando Norma se ve sola en su habitación, tiene la computadora y poco más. Así que empieza con un dedo a formar palabras, de a poco. La escritura me sirvió para hacer catarsis”, explica que de esa forma encontró algo que le hacía bien. Es ahí que la semilla que plantó el maestro Luna brota con toda su fuerza: “la escritura en mí se desarrolló después de la muerte de mi madre, por eso creo que la escritura es sanadora.

Nuestra autora arranca describiendo un paisaje, le va agregando cosas. Después le inventa una persona que está ahí, a la cual de a poco le va incorporando hechos que le ocurren. Sin darse cuenta casi termina conformando al personaje de Leonor. Se anima a empezar a leerle a sus amigas lo que va escribiendo, y a ellas les gusta, se interesan. Incluso cuando hablan por teléfono, después de hablar de sus cosas le preguntan: “¿qué paso con Leonor?, ¿cómo le va, que ha hecho?”. Se va generando un texto que según la escritora “es individual, pero tiene mucho de colectivo”. Cuando Norma va por la calle y se encuentra con las historias de otras mujeres, de alguna forma también las incorpora a sus personajes. Ella en la facultad trabajó bastante en la parte de los estudios de género, por lo que dice que su escritura parte mucho de ahí, de la mujer. Iba incorporando esas historias de mujeres a su texto, y así es como se desarrolló “Entre rosas y espinas”. Terminaría siendo una novela que años después publicaría, lo que ella no podía ni imaginar.

Resiliencia es una de las grandes cualidades de Norma. Si la muerte de su mamá la lleva a escribir para poder sanar, años después cuando llega la muerte de su padre ella se dice que no le puede pasar lo mismo, que ha de hacer algo. Entonces es cuando la escritura da ese gran paso de pasar de una esfera individual a intentar que sea algo compartido. Una amiga le recomienda un taller de escritura, y nuestra autora se esfuerza en ir. Con toda la tristeza por su papá va, “todo me deslumbraba, eran un montón de emociones. Al principio no hablaba mucho y los demás no entendían porque era tan tímida, hasta que supieron de la muerte de mi padre y me pudieron comprender”. El lugar se llamaba “El Colectivo Integrador”. Le parecía un mundo nuevo, y subraya Norma que eso es también porque su departamento termina quedando olvidado para ese tipo de actividades culturales.

En el Colectivo le proponen a Norma participar con algún texto suyo en un audiolibro. Ella quiere, pero la ansiedad, los ataques de pánico se juntan con el miedo escénico y está a punto de renunciar. Entonces, con una valentía tremenda se sobrepone y continúa. Los que hayan transitado por este tipo de sufrimientos sabrán que en hechos que pueden parecer pequeños vistos desde fuera, es donde se juega todo y se requiere de una valentía heroica para continuar. Ella lo consigue y el audiolibro es todo un éxito, le abre un mundo nuevo. Van a un montón de lugares a presentarlo. “Todo lo que escribía me parecía feo, creía que no iba a gustar. Esto me demostró lo contrario, cambio mi perspectiva”.

Ese año en el taller se habló de intentar escribir un libro, Norma recordó que tenía algo escrito y retomó el texto de Leonor. Ahí es cuando la novela encuentra su vía para salir al mundo. Con el tiempo ha ido participando en distintas Antologías, con otros colectivos y continuando sus propios textos. Ha participado en diferentes espacios leyendo sus escritos e incluso ha viajado mucho a presentaciones o ferias del libro.

Este próximo sábado 15 de octubre estará en la Feria Provincial de la Cultura y el Libro de San Juan presentando su nuevo libro. Se trata de una Antología escrita por otros tres autores: “Cuatro Tintas distintas”, siendo dos de ellos chilenos y dos sanjuaninos. Invitamos a todo aquel que pueda a acercarse a escuchar a Norma y a sus compañeros.

La escritura ha sido para mí una forma de salvarme de la locura” sentencia la autora sanjuanina, “es sanadora”. Además de en los momentos de duelo, se acuerda de cuando a los 19 años le diagnosticaron diabetes “llevo casi toda mi vida inyectándome insulina para vivir, siendo muy joven me enfrenté a tener ciertas limitaciones. En ese aspecto la escritura también me ayudó a mantenerme ocupada y por eso digo que es curativa en todos los aspectos de mi vida”.

Como vecina del departamento de 9 de Julio, ella quiere recordar que aparte de en la Capital hay muchas personas con inquietudes y con mucho talento. A los que las actividades culturales o oportunidades no llegan, o se les hace casi imposible poder disfrutarlas. “Hay muchos jóvenes con talento en los departamentos alejados, no pueden quedar olvidados” denuncia nuestra protagonista de hoy.

También quiere dejar claro que escribir para ella es una forma de no estar nunca sola, que le permite también “amortiguar todos los dolores de la vida”. Porque como dice Norma: con la escritura vos podés soñar, viajar, construir, crear personas”.

Gracias a su maestro y al don que tiene de que las palabras fluyan llenando páginas, Norma no deja de escribir. Y tal como aprendió del esfuerzo de sus padres, ahora sigue trabajando para darle estructura a todo ese torrente de palabras que, ojalá para todos los que amamos la literatura, no cese nunca.

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