lunes, octubre 13, 2025
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Naty Legrand, profe de bici, peluquera y madre sanjuanina. El deporte como vehículo de ayuda a los demás.

Natalia Erica Legrand, “Naty”, lleva más de treinta años pasando por gimnasios. A sus 48 aparenta muchos menos, tanto por el deporte como por su actitud hacia la vida. Ahora compagina clases de Indoor cycling y Gap a las mañanas; y peluquería-estética a la tarde. Además de madre a tiempo completo. Desde Ahora San Juan nos acercamos a conversar con ella, a aprender de sus vivencias y de su fortaleza. Hablamos de la importancia del deporte para la salud mental ahora que en estos tiempos todo parece estar en crisis.

Por Antonio Morente.

Naty empezó haciendo patín carrera con doce años, cuando la llevaba su papá. “Un sacrificio enorme que tuvo que hacer mi papá para comprarme los patines”, recuerda con cariño. Estuvo unos años, después paso por el básquet y hockey sobre césped, hasta que con quince años llega por primera vez a un gimnasio. “En aquella época no se estilaba que mujeres a mi edad hicieran aparatos en musculación. Ahora veo cómo va cambiando la mentalidad” observa.

Con el tiempo llega a hacer el instructorado de aeróbica. Un día prueba clases de bici, Indoor cycling. Le gusta tanto que decide que se quiere formar en ello. Lo hace y poco después ya comienza de profesora, ya son más de 20 años sobre una bicicleta dando clases.

En algunas épocas ha combinado las clases de bicicleta con natación o gimnasia acuática. Bajarse de la bici, ir a la pileta y continuar. Con el tremendo esfuerzo que eso supone. Incluso en muchas ocasiones ha encadenado una clase con otra de bicicleta, y los que hayan probado alguna vez saben de la energía que requiere dar una sola hora a la mayor intensidad. Porque en esto no es que el profesor descansa mientras los demás son los que hacen el esfuerzo, sino que el profesor ha de vivir la clase y hacerla dando el ejemplo, poniéndole más ganas que nadie y sumándole los gritos para dar indicaciones y motivar a los alumnos.

“El deporte para mí era como una pasión, era como levantarme y lavarme los dientes. No me podía faltar. No era tedioso para nada, era un placer” aclara. Ya antes de instructora y de trabajar en gimnasios, Naty se formó de peluquera. Y esa ha sido su principal fuente de ingresos. Aunque reconoce que ama la actividad física, señala la dificultad de poder vivir únicamente con ese trabajo. “Lo hacemos por apasionados, pero tristemente no da para todo”, señala Naty que a nivel provincial deberían estar mucho mejor valorados los instructores.

Un tiempo estuvo trabajando de secretaria y administrativa en una obra social, lo cual terminó dejando. El problema suponía cuando fue mamá y tener que cuidar a sus hijos. Lo que trabajaba lo tenía que gastar en pagar a alguien para que cuidara a su hija, así que se decidió por la peluquería. Se montó su propia peluquería en su casa y así podía estar con sus hijos mientras trabajaba.

Ya con tres hijos y cuando empezaron a ir a la escuela, decide compaginar gimnasio y peluquería. A la mañana a dar clases y a entrenar, a la tarde dedicarse a la estética y cortar pelo. Todo eso unido a todo el trabajo que supone ser madre, aquellos cuidados a veces invisibilizados porque no se puede medir en ingreso económico, pero que realmente son lo más importante.

Naty tiene cuatro hijos. Se separó hace nueve años. Una hija de 23 años, y tres varones de 19, 17 y diez años el más chico. Advirtió que cada vez fue teniendo menos ayuda del padre de sus hijos, y que tuvo que hacerse cargo ella de todo. Y explicó que no solo en lo económico, sino también en todo lo que implica la crianza. Si tengo que decir que tengo el apoyo de mi familia a morir. Mucho apoyo, siempre lo he tenido”, reconoce Naty.

No es fácil, no se me hace fácil. Pero la llevo, la llevo”, confiesa.  “Siempre le digo a mis alumnos y a los clientes de la peluquería, o a cualquiera, que si yo no hiciera actividad física estaría con una depresión de estar tirada en la cama”. Acá hablamos de los beneficios del deporte para el bienestar general. No solo físico, sino también mental. Para todo el mundo, pero también conversamos sobre lo importante que puede ser para los adolescentes, a raíz de los problemas que están saliendo a la luz últimamente. Con todos los peligros que pueden rondar a una edad en la que se dan tantos cambios en la persona, la actividad física puede convertirse en un pilar fundamental para mejorar la salud. El deporte puede dar una estabilidad más que necesaria cuando todo alrededor se tambalea. Naty lo sabe, ella lo toma como su propia terapia y predica con el ejemplo. No solo para sí misma, sino que intenta motivar y alegrar a aquellos que vienen a su clase. Es envidiable, porque pase lo que pase en la vida de Naty, ella llega con una sonrisa a primera hora de la mañana y da la clase con toda la energía del mundo.

Porque cuando las cosas no andan bien es difícil encontrar la fuerza o las ganas para darlo todo físicamente. Naty se acuerda que en las épocas en que ha estado muy mal: “estaba triste mal, con la cara llena de lágrimas y tener que ir a dar clase. Bajarme del auto y decir: ‘hay que cambiar la cara, hay que ponerle ganas’ a pesar de todo lo malo. Entrar al gimnasio, cerrar los ojos y contar hasta veinte. Subirme a la bici y ‘aquí no ha pasado nada’, que nadie se diera cuenta de lo mal que estaba. Y así un tiempo, hasta que poco a poco fui saliendo.”

Es admirable esa fortaleza, disciplina y esfuerzo. Para Naty no sólo es hacer que en sus clases pedaleen o que transpiren: “yo intento hacerles sentir lo que siento yo sobre la bici, que lo disfruten como lo hago yo”. Cierto es que lo consigue. Y contó que constantemente sus alumnos le agradecen el impacto positivo que ha tenido en sus vidas. Cada vez que Naty ha cambiado de gimnasio siempre hubo alumnos que la siguieron, y que buscaron sus clases.

Conversamos con ella sobre cómo ese mecanismo la ayudó tanto, a empujarse a sí misma y a sentirse bien sobre la bici. Que esa hora la disfrute como siempre, buscar a esa Naty que aprovecha ganarle terreno a su versión que sufriendo. Lo que vendría a ser un mecanismo de la psicología conductual de lo más efectivo. Le tiembla la voz contando que la única vez que quebré fue cuando falleció mi papá, que para mí ha sido lo más duro, una pérdida tremenda. Se tomó unos días, pero una semana después ya estaba de vuelta sobre la bici, “él ya no estaba y yo tenía que seguir. Sé que él lo hubiese querido así”, recuerda con tristeza Naty.

Le apasiona trabajar de profe de bici, pero no solamente por los beneficios en el plano individual, sino colectivo. “La satisfacción que da que alguien te diga que lo estás ayudando, que una alumna, por ejemplo, te diga: ‘Naty empecé el gimnasio y tomaba pastillas para dormir, pastillas para la depresión, pastillas para los ataques de pánico’ y que te agarre de las manos y te digan: ‘gracias Naty porque ya dejé de tomar la pastilla para la depresón, la pastilla para dormir, …’. Te hacen sentir tan importante para la vida de las personas, tan bien…”, relata con orgullo. Rosalía, una de las alumnas que lleva con ella mucho tiempo, le dice siempre: “Naty sos mi medicina”.

Ayudar es un valor fundamental según ella. Porque no se limita solamente a dar clase, las mayoría de las veces se queda conversando con alguna alumna que tal vez está atravesando un mal momento. Naty siempre presta su apoyo, algunos pueden pensar que es cargarse negativamente, pero no es así: “no me hace mal que las personas me cuenten cosas malas, no me hace daño, todo lo contrario. Me hace bien, porque siento que estoy ayudando a esa persona, y eso es muy lindo”. Es más, Naty subraya una de sus premisas fundamentales: “Yo siempre dije que hay que ser humilde. No ponerte por encima en el lugar de profe, tenés que estar a la par, la humildad es muy importante en la persona. Porque es un ida y vuelta, yo no soy más que nadie. Si puedo ayudar: lo hago; y de toda persona aprendo”.

Naty trabaja a la mañana en un gimnasio, cuando acaba va a comprar la comida y cocina para sus hijos. A la tarde trabaja en la peluquería. Intenta enseñarles a sus hijos a esforzarse: “Yo les digo que puede que no tenga ganas, o que esté cansada, pero que igual hago el sacrificio porque es para todos”, dice. Predica con el ejemplo e intenta demostrar con sus acciones, puede que no sea perfecta, pero intento llevarlos por ese camino de la responsabilidad.

En la peluquería y estética ofrecen todo tipo de servicios, porque Naty ha seguido siempre haciendo una amplia variedad de cursos. Nunca ha dejado de formarse. Y también tiene muchas inquietudes de cosas que le gustaría aprender. Los límites los pone uno” afirma tajantemente Naty. “La vida sigue, y voy a seguir haciendo cosas y aprendiendo cosas”.

Cualquier mañana si uno va por la calle Tucumán, un poquito antes de la plaza Trinidad, puede ver a Naty en el gimnasio Fitness Center dando gritos para animar su clase, e iluminando con esa sonrisa que siempre lleva puesta. Sino en las tardes en su estética en Santa Lucía. Porque Naty sigue peleándola y pedaleándola a cómo venga la vida, lo que sea necesario por sus hijos, y ayudando a todo aquel que se le acerque.

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