La renuncia a «disposición» que presentaron los funcionarios enrolados en el kirchnerismo, generó una jornada complicada en la Casa Rosada. El Presidente se mantuvo durante toda la tarde de ayer con sus principales colaboradores pero no tomó ninguna resolución. Cristina Kirchner llamó a Martín Guzmán para asegurarle que no reclama su salida. Sergio Massa se comprometió a trabajar para mantener la unidad. También se expresaron gobernadores, intendentes y la CGT.
“No hay cambios bajo presión”, aseguraban, ya de noche, en el primer piso de la Casa Rosada, tratando de retener la centralidad política después de que las diferencias respecto al ritmo que se le debe imprimir a los cambios tras la derrota en las PASO se espiralizara en la mayor crisis en la todavía breve historia del Frente de Todos. La inminencia de definiciones económicas, como la presentación del presupuesto para el año que viene y el vencimiento por 1900 millones de dólares con el FMI la semana próxima, precipitaron los acontecimientos. La situación parece en un punto muerto aunque los teléfonos de toda la plana mayor están abiertos y activos
El resultado de las primarias detonó un conflicto que se incubó durante más de un año, al principio en privado y luego a cielo abierto. Lo que sucedió en la tarde del miércoles debe leerse como la continuación lógica de las cartas y discursos en los que CFK pedía cambios en el elenco de un gobierno que, más allá de la pandemia, exhibía problemas de funcionamiento que dificultaban una respuesta a la crisis en la magnitud requerida. Alberto Fernández esperaba, el domingo pasado, un respaldo popular que le permitiera hacer, por fin, esos cambios, que todos sabían necesarios, sin que se sintiera la sombra de su vice detrás. El cálculo falló por mucho.
La decisión del kirchnerismo de marcar la cancha poniendo sus renuncias a disposición de Fernández, en una evidente maniobra para forzarlo a abandonar la inmovilidad, dejó al desnudo las diferencias que hasta el domingo se disimulaban debajo de la ilusión de que la unidad era garantía de éxito. Llegó después de una última charla a solas entre Alberto y Cristina, en Olivos, la noche del martes, en la que no pudieron ponerse de acuerdo. Ella rechazó el paquete de medidas por considerarlo insuficiente y no aceptó que blindara al gabinete. Él le explicó que los cambios debían hacerse en noviembre y que anticiparlos sería una señal de debilidad
Antes de que el presidente dejara la Casa de Gobierno, gobernadores provinciales peronistas le manifestaron su respaldo de forma pública y privada.
El entrerriano Gustavo Bordet, el catamarqueño Raúl Jalil y el riojano Roberto Quintela tuitearon palabras de expreso apoyo al jefe de Estado, mientras que -según revelaron fuentes de la Casa Rosada- los mandatarios de San Juan, Tierra del Fuego, Misiones, Tucumán, Neuquén y San Luis eligieron hacerlo de forma privada para no quedar tan expuestos en la interna con el kirchnerismo.
«En tiempos como este es cuando más debemos conservar la unidad y cuidar la institucionalidad. Por eso quiero expresar todo mi respaldo al presidente @alferdez,, que es quien conduce el país hacia la salida de la pandemia y la reconstrucción«, escribió Bordet en su cuenta de Twitter.
En la misma sintonía, Jalil expresó su «apoyo» al presidente se mostró preocupado por la «gobernabilidad» a raíz de las pujas intestinas entre los socios del Frente de Todos. «Quiero expresar mi apoyo al presidente @alferdez. Es con todos porque la responsabilidad es de todos. Un resultado electoral es producto de la democracia y no debe complicar la gobernabilidad. Debemos escuchar y analizar cada demanda de la gente. Así lo hicimos en Catamarca», resaltó.
Quintela, por su parte, excusó a Alberto Fernández por el mal resultado electoral del domingo pasado e hizo hincapié en que «no es ni fue fácil gestionar en una pandemia». «Y nuestro Presidente @alferdez lo hizo con coraje y cuidando la vida de todos y todas, sin especulaciones electorales», agregó.