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La historia de los derechos de las mujeres en Rusia

En la Rusia de hace unos siglos, las mujeres estaban bajo un estricto control patriarcal, sin poder salir de casa o interactuar con personas ajenas a su familia sin el permiso de su padre o marido. Esta subordinación extrema empezó a cambiar durante el reinado de Pedro el Grande, quien introdujo las primeras leyes destinadas a mejorar la situación de las mujeres. Sin embargo, estos cambios, aunque pioneros, no lograron equilibrar los derechos entre hombres y mujeres.
La lucha por la igualdad, por el acceso a la educación, el derecho a trabajar y a tomar decisiones sobre sus propias vidas, se extendió durante casi dos siglos más. En este artículo, detallaremos los hitos clave en la lucha de las mujeres rusas por sus derechos, explorando cuándo se les permitió acceder a la educación superior, el impacto de su participación en movimientos revolucionarios y cómo su historia sigue inspirando la conmemoración del Día de la Mujer en Rusia.
“Atender Con Amor Y Temor”: Los Derechos De La Mujer En La Rusia Zarista
En la Rusia de los siglos IX al XII, las mujeres de origen noble gozaban de una sorprendente libertad y de un estatus elevado en comparación con las épocas posteriores. Estas mujeres no solo tenían un papel destacado en la vida social, sino que también desempeñaban funciones políticas y diplomáticas. Gobernaban principados, actuaban como embajadoras y servían como consejeras influyentes de sus maridos, que solían ocupar altos cargos.

En la sociedad campesina rusa, la vida de una mujer estaba completamente supeditada a la autoridad masculina. Antes de casarse, debía obedecer ciegamente a su padre y a sus hermanos mayores. Tras el matrimonio, su identidad quedaba absorbida por la familia de su esposo, y su nueva existencia giraba en torno a las demandas de su marido y sus suegros. La autonomía individual no existía para las mujeres campesinas, cuya vida estaba estrictamente definida por las normas patriarcales. La misión principal de una mujer se resumía en dar a luz y criar hijos. Las virtudes femeninas se centraban en la humildad, la obediencia, la paciencia y la piedad.

A partir del siglo XIII, con la consolidación del Estado ruso bajo el nombre de Gran Principado de Moscú, las normas patriarcales se endurecieron aún más, restringiendo drásticamente la vida de las mujeres. Por ejemplo, estaba prohibido que salieran a la calle sin el permiso de su padre o esposo. En muchos casos, el único lugar al que podían ir era la iglesia, y esa salida se limitaba a los domingos. Incluso actividades básicas como hacer compras o reunirse con otras mujeres requerían la autorización masculina. Sin embargo, a pesar de estar confinadas en sus hogares, las mujeres rusas de la época no se limitaban a ser amas de casa pasivas. Dentro del hogar, ejercían un poder significativo: eran las encargadas de supervisar a los sirvientes, gestionar la cocina, cuidar el huerto y asegurarse de que las despensas estuvieran bien provistas. Además, tenían la responsabilidad fundamental de criar y cuidar a los hijos, lo que subrayaba su papel central en la vida familiar y su influencia en el ámbito doméstico, a pesar de las severas limitaciones externas.

Esas normas patriarcales quedaron sistematizadas en el siglo XVI en un manual conocido como el Domostrói, una especie de código de conductas y recomendaciones éticas y domésticas para todo buen cristiano en la sociedad rusa. Este libro no solo delineaba las responsabilidades de cada miembro de la familia, sino que también legitimaba la autoridad absoluta del marido sobre su esposa, incluyendo el derecho a golpearla por cualquier falta. En aquella época, se creía que los castigos físicos purificaban a las mujeres del pecado y fortalecían su alma, una visión que quedó reflejada en el famoso proverbio ruso: “Quien pega, ama”.
Durante el reinado de Pedro el Grande, se introdujeron importantes reformas que buscaban transformar la vida social y doméstica en Rusia. Una de sus medidas más notables fue la prohibición de mantener a las mujeres en reclusión doméstica, obligando a los hombres a llevar a sus esposas e hijas a eventos sociales, como las famosas asambleas de la corte. Estas reuniones de entretenimiento y sociabilidad eran una novedad en la Rusia de la época y marcaban un paso hacia la integración de las mujeres en la vida pública. En paralelo, se aprobaron las primeras leyes que reconocían ciertos derechos a las mujeres, como la posibilidad de heredar propiedades y trabajar como institutrices, un avance significativo para su autonomía económica. No obstante, la educación seguía siendo un privilegio reservado a las clases altas.El impulso a la educación femenina se intensificó bajo el reinado de Catalina la Grande, quien gobernó entre 1762 y 1796. Durante su mandato, se fundaron los primeros colegios destinados a las niñas de familias pobres, ampliando el acceso a la educación más allá de la nobleza.
En 1812, en plena época napoleónica, surgió en Rusia la primera organización social femenina, llamada “Sociedad Patriótica de las Mujeres”. La principal labor de esta sociedad era asistir a los más necesitados, con un enfoque especial en los niños de la calle, brindándoles refugio, comida y educación básica.
Reformas Del Siglo XIX: Cursos Superiores Para Mujeres Y Nuevas Oportunidades Profesionales
Para mediados del siglo XIX, la cuestión de los derechos de las mujeres en Rusia adquirió una relevancia creciente. Mujeres, especialmente aquellas de familias nobles o de comerciantes, comenzaron a exigir la igualdad en el acceso a la educación superior, una demanda que reflejaba los cambios sociales y las aspiraciones emergentes de las mujeres rusas. Sin embargo, en esa época, las universidades del país seguían siendo un espacio exclusivo para los hombres. Las mujeres no solo se veían privadas del derecho a cursar estudios superiores en su propio país, sino que tampoco podían hacerlo en el extranjero, ya que no les era permitido salir de Rusia sin el permiso de su padre o esposo. Esto se debía a que las mujeres no poseían pasaporte propio; sus nombres figuraban en los documentos oficiales de sus familiares varones.Frente a estas limitaciones, algunas mujeres encontraron maneras ingeniosas para sortear las restricciones. Un método particularmente audaz fue recurrir a matrimonios ficticios para obtener la independencia legal que les permitiera viajar al extranjero y continuar con su formación. Este fue el caso de figuras destacadas como la escritora y filósofa Helena Blavatsky (conocida en Rusia como Blavátskaya) y la renombrada matemática Sofia Kovalévskaya, quien se convirtió en la primera profesora de matemáticas del mundo.

En 1863, las mujeres rusas finalmente lograron acceso a la educación universitaria, aunque con limitaciones significativas. A pesar de este avance, no se les reconocieron plenamente los derechos de estudiantes y su acceso quedó restringido a los llamados “cursos superiores para mujeres”, una alternativa limitada a la formación universitaria tradicional. No fue hasta 1869 cuando se establecieron los primeros cursos superiores para mujeres en San Petersburgo y Moscú, donde la educación ofrecida era equivalente a la de las universidades.

La demanda de poder trabajar y recibir un salario digno fue otra reivindicación crucial para las mujeres en la Rusia del siglo XIX. Sin embargo, las opciones laborales para ellas eran muy limitadas y dependían en gran medida de su clase social. Para las mujeres de la nobleza, la mayoría de las profesiones se consideraban inapropiadas o indecorosas. Aquellas que necesitaban trabajar podían hacerlo únicamente como institutrices o maestras rurales, mientras que algunas se ocupaban en tiendas o aceptaban encargos de costura. En ocasiones, también realizaban trabajos como copiar notas, editar o traducir textos, pero solían hacerlo en secreto y rara vez publicaban bajo su propio nombre para evitar el estigma social.Las mujeres de clases más bajas enfrentaban condiciones aún más duras. En su mayoría, trabajaban en el campo sin recibir pago o por salarios ínfimos. Quienes se trasladaban a las ciudades solían emplearse en tareas domésticas como lavaplatos, cocineras o sirvientas, trabajos extenuantes y mal remunerados.

A partir de la década de 1860, las mujeres rusas comenzaron a expandir sus horizontes laborales, accediendo a nuevas oportunidades en sectores que antes les estaban vedados. Comenzaron a trabajar en librerías, bibliotecas e imprentas, abriendo camino en áreas vinculadas al mundo editorial. En 1863, se formó el primer departamento editorial compuesto exclusivamente por mujeres. Este impulso no se detuvo allí: posteriormente se estableció un taller de encuadernación, y con el tiempo, las empresas dirigidas por mujeres asumieron la producción de uniformes para el ejército. En 1872, las mujeres rusas lograron otro avance significativo al obtener acceso a la educación médica. En San Petersburgo, se inauguraron los primeros cursos superiores de medicina dirigidos específicamente a mujeres, permitiéndoles formarse como doctoras y abrirse paso en un campo profesional que hasta entonces había sido dominado exclusivamente por hombres.
A pesar de los avances en la educación y el trabajo durante el siglo XIX, las mujeres rusas seguían enfrentando importantes limitaciones. Para finales de ese siglo, aún carecían del derecho al voto, permanecían bajo la autoridad de sus padres antes del matrimonio y, una vez casadas, pasaban a estar completamente sujetas a la voluntad de sus maridos. Además, recibían salarios inferiores a los de los hombres, incluso cuando realizaban trabajos similares.La situación comenzó a cambiar con la Revolución de 1905, que marcó una nueva etapa en la lucha por los derechos de las mujeres en Rusia. Durante este periodo de agitación política y social, las mujeres se unieron para exigir la igualdad de derechos con los hombres, independientemente de su clase social. Sus demandas incluían el acceso universal a la educación, la posibilidad de ocupar cargos públicos y políticos, y una legislación que garantizara la igualdad de género en todas las esferas de la vida.
“¡Depongan Las Armas Y Únanse A Nosotras!: Las Mujeres En La Revolución De Febrero”
En enero de 1917, en Petrogrado (nombre de San Petersburgo en ese momento), las esposas de los soldados y trabajadoras de fábricas salieron a las calles, indignadas por los bajos salarios y la falta de alimentos. La situación era tan desesperada que la gente hacía largas colas para conseguir un simple trozo de pan.

Un mes después, los hombres de la fábrica de Putílov (una de las principales fundiciones de hierro) se sumaron a las manifestaciones. El 8 de marzo (23 de febrero según el calendario juliano), las trabajadoras del depósito de tranvías de la isla Vasílievski (una de las mayores islas de San Petersburgo) también se declararon en huelga. Ese día, alrededor de 128,000 personas participaron en las protestas. Los manifestantes recorrieron la Avenida Nevski, la principal calle de la ciudad, gritando lemas como “¡Abajo la guerra!”, “¡Abajo la autocracia!” y “¡Pan para el pueblo!”. Las mujeres también continuaron exigiendo el derecho al voto.

La situación seguía empeorando, y las autoridades de la ciudad desplegaron policías, cosacos y soldados para controlar las protestas. En su libro La historia de la Revolución Rusa, el revolucionario León Trotski relató cómo las mujeres manifestantes enfrentaron a los soldados con una valentía inusitada: “Fueron hacia los cordones de los soldados con más audacia que los hombres, agarraron los fusiles y pidieron, casi ordenaron: “Suelten sus armas y únanse a nosotras”.

Cuatro días después de la manifestación, el emperador Nicolás II, el último zar de Rusia (quien gobernó entre 1894 y 1917), firmó un decreto que otorgaba el derecho al voto a todas las mujeres mayores de 21 años. Con esto, Rusia se convirtió en la primera gran potencia en implementar el sufragio femenino masivo. En comparación, en el Reino Unido de la época, solo las mujeres mayores de 30 años —esposas de jefes de familia o estudiantes universitarias— tenían derecho a votar.

Pero, a pesar de este decreto, las protestas no se detuvieron. Las manifestaciones espontáneas escalaron hasta convertirse en la Revolución de Febrero de 1917, que finalmente llevó a la abolición de la monarquía rusa.

El 8 De Marzo: La Historia De La Fiesta
En 1921, bajo la nueva autoridad, se celebró en Moscú la II Conferencia de Mujeres Comunistas. En esta conferencia, se decidió conservar la memoria del papel crucial de las mujeres en la Revolución de Febrero y establecer el 8 de marzo como la fecha oficial del Día Internacional de la Mujer.

Esta festividad se convirtió en una celebración oficial en todas las repúblicas de la URSS, donde el 8 de marzo se conmemoraba honrando a las trabajadoras por sus logros laborales. Tradicionalmente, la dirigencia del partido anunciaba en esta fecha nuevas medidas de apoyo social para las mujeres.

Hasta 1965, el 8 de marzo era un día laborable. Fue Nikita Jrushchov, dirigente de la Unión Soviética entre 1953 y 1964, quien proclamó este día como festivo. A partir de entonces, el Día Internacional de la Mujer comenzó a alejarse gradualmente de su contexto político original.

En lugar de celebrar a las mujeres como trabajadoras y heroínas del comunismo, se empezó a enfocar en su rol como esposas, madres y hermanas. Esta transformación también se reflejó en los atributos de la festividad: las tarjetas se decoraban con flores primaverales en lugar de símbolos y consignas comunistas, y surgió la tradición de regalar presentes a las mujeres.

El Día Internacional de la Mujer se mantuvo como festivo en todas las repúblicas de la antigua URSS, con excepción de Estonia, Letonia y Lituania. Además, su celebración se extendió a varios países alrededor del mundo, como Angola, Corea del Norte, Mongolia y Nepal. En China, es común que se permita a las mujeres salir del trabajo antes de lo habitual en esta fecha.




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Fuentes:
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Sociedad Cultura MGIMO
El Día de la Unidad Popular se ha convertido en una festividad muy importante de Rusia

El 4 de noviembre es un símbolo de la superación de la Época de la Inestabilidad y el renacimiento de Rusia.
Rusia lleva celebrando 20 años el Día de la Unidad Popular, una festividad profundamente arraigada en la historia de este país euroasiático. Esta conmemoración destaca la importancia de la soberanía política, cultural y económica, así como el papel fundamental de los antepasados en su defensa.
El origen de esta celebración se remonta a noviembre de 1612, cuando las fuerzas de la milicia popular, lideradas por el príncipe Dmitri Pozharski y Kuzmá Minin, lograron derrotar a los invasores en una serie de enfrentamientos librados en las calles y plazas de Moscú.
Más allá de conmemorar una victoria militar, la fecha encierra un mensaje simbólico sobre la capacidad del pueblo ruso para superar periodos de crisis y renacer de sus propias cenizas, al igual que el ave fénix. En un contexto de extrema adversidad, la historia rusa logró mantenerse viva gracias al coraje militar, la madurez cívica y el fervor patriótico de su pueblo.
La fiesta de Nuestra Señora de Kazán
En 1649, el zar Alejo I de Rusia ordenó celebrar este día en honor al icono de la Virgen de Kazán. En aquella época, aún estaba fresca la memoria de cómo, durante las batallas decisivas contra los invasores polaco-lituanos en 1612, el príncipe Dmitri Pozharski y su ejército rezaron ante este icono. Por entonces, en Rusia solo se celebraban fiestas eclesiásticas. Sin embargo, el día de Nuestra Señora de Kazán también se convirtió en una celebración estatal, clave para la dinastía Románov.
Como resultado de aquellas batallas, concluyó la Época de la Inestabilidad y Mijaíl Románov, fundador de la dinastía, fue elegido para ocupar el trono. Este período estuvo precedido por una década trágica en la que Rusia estuvo al borde de la destrucción. En pocos años, el país quedó reducido a cenizas debido a la intervención extranjera, los disturbios sociales y las imposturas. Parecía que el pueblo, exhausto, no podría romper este círculo vicioso de pruebas y desgracias.
No obstante, en medio de la crisis surgieron líderes capaces de organizar una resistencia victoriosa, considerada, sin exagerar, una auténtica hazaña nacional. Es un momento para recordar a quienes se distinguieron en la superación de la Época de la Inestabilidad.
Los Padres de la Iglesia
En 1610, el Consejo de los siete boyardos reconoció al príncipe polaco Vladislav como el zar de Rusia. En ese entonces, la nobleza polaco-lituana, que ocupaba Moscú, saqueó el tesoro real. Además, Rusia enfrentaba la amenaza de convertirse en un país católico, lo que en el contexto del siglo XVII implicaba la pérdida de identidad popular, la subordinación a valores ajenos y, en última instancia, la dependencia de intereses extranjeros.

El patriarca Hermógenes ofreció una resistencia decisiva contra los invasores. Sus palabras se convirtieron en su arma más poderosa, ya que el pueblo ruso las escuchaba con reverencia. En uno de sus mensajes a los rebeldes escribió: “Habéis olvidado los votos de vuestra fe ortodoxa, en la que nacisteis, os bautizaron, educaron y criaron. Mirad cómo la Patria está siendo saqueada y arruinada por los extranjeros, cómo se profanan los iconos sagrados y las iglesias, cómo se derrama la sangre de los inocentes que claman a Dios”.
En sus cartas, Hermógenes liberó al pueblo de su juramento al zar ocupante y exhortó a los ortodoxos a liberar Moscú de los invasores. Los polacos lo obligaron a abandonar la lucha, reconocer su poder y declararlo públicamente. Sin embargo, Hermógenes permaneció inflexible. En el monasterio Chúdov del Kremlin, los intervencionistas lo mantuvieron prisionero y, según sus contemporáneos, lo mataron de hambre. Hermógenes no llegó a presenciar la liberación de Moscú.
Su labor fue continuada por Dionisio de Rádonezh, archimandrita del monasterio de la Santísima Trinidad y San Sergio (actual Lavra de la Trinidad y San Sergio), que se convirtió en el centro espiritual de la resistencia.

El archimandrita transformó su monasterio en un hospital para los guerreros rusos y envió cartas a monasterios y ciudades con llamamientos patrióticos: “Recordad, cristianos ortodoxos, que todos nacimos de padres cristianos, significados por el sello, el santo bautismo, prometimos creer en la Santísima Trinidad Consustancial… Por el amor de Dios mostrad vuestra hazaña: rogad a vuestros siervos que todos los cristianos ortodoxos se unan y permanezcan juntos luchando contra nuestros traidores y contra los eternos enemigos de la Cruz de Cristo, o sea, el pueblo polaco y lituano. Podéis ver vosotros mismos cuántos cristianos han matado los invasores en todas las ciudades de las que se han apoderado, y qué daño han causado al Estado de Moscú”.
Los patriotas de decenas de ciudades rusas respondieron a sus llamamientos.
“No escatimaremos nuestras barrigas”
Kuzmá Minin, comerciante y carnicero de Nizhni Nóvgorod, pasó a la historia como uno de los oradores más influyentes de su tiempo, conocido como el “Demóstenes ruso”. Su vibrante discurso, pronunciado en la plaza del mercado de Nizhni Nóvgorod, no solo encendió el ánimo de miles de compatriotas, sino que también marcó el inicio del renacimiento de Rusia en plena Época de Inestabilidad.
Aquel llamado a las armas, considerado el punto de partida de la segunda milicia popular, resonó como un eco imborrable en la memoria colectiva. En un periodo de tribulaciones, las palabras de Minin fueron tan duras como necesarias: “Si queremos ayudar al Estado moscovita, no escatimaremos nuestras barrigas, y no solo nuestras barrigas, sino que también venderemos nuestras cortes e hipotecaremos a nuestras esposas e hijos…”.
Fue Kuzmá Minin quien, en un acto decisivo, nombró jefe militar al príncipe Dmitri Pozharski, pese a que este se encontraba recuperándose de una herida. Es probable que ambos se conocieran desde hacía tiempo, ya que la familia de Pozharski poseía una finca en Nizhni Nóvgorod y, quizás, adquiriera carne del comercio de Minin.
El príncipe, al aceptar el mando de la milicia popular, impuso una condición clara: “Estoy dispuesto a sufrir hasta la muerte por la fe ortodoxa, pero vosotros debéis elegir a un hombre entre la gente de la ciudad que pueda acompañarme en esta gran obra. Él se encargará de la tesorería para los sueldos de los hombres de guerra. En la ciudad hay un hombre muy conocido, Kuzmá Minin, que está acostumbrado a hacer tal cosa”.
Proclamación de Minin
Resultaba asombroso para la época que representantes de familias nobles temieran a este “comerciante”, quien gobernaba, como suele decirse, con mano de hierro. Su llamado a la movilización fue respondido con generosidad: la población donó voluntariamente el llamado “dinero del tercio”, es decir, un tercio de sus ahorros personales.
Gracias a la gestión prudente de Minin, el tesoro público fue utilizado de manera eficaz. La milicia popular estaba bien armada, alimentada, entrenada y equipada. Tanto Minin como el príncipe Dmitri Pozharski entendieron que las victorias militares comienzan con una base económica sólida.
Pero Minin no solo administró recursos. En el clímax de las batallas, montado a caballo y sable en mano, lideró personalmente los ataques más audaces, logrando barrer a la caballería pesada polaca y consolidando su reputación como estratega y símbolo de valentía.
El liderazgo de la primera milicia popular, que fracasó en su intento de expulsar a los polacos en 1611, recayó en Dmitri Trubetskói. Sin embargo, en el otoño de 1612, ya cerca de Moscú, Trubetskói se negó a someterse al mando de Dmitri Pozharski, sembrando la división en un ejército que, sin disciplina ni unidad, se enfrentaba al riesgo inminente de la derrota.
En esos días críticos para la guerra de liberación, fue Kuzmá Minin quien intervino para reconciliar a los líderes enfrentados. Su capacidad para negociar y restablecer el orden resultó decisiva.
Victorias y compromisos
En un intento por reforzar la guarnición polaca atrincherada en el Kremlin, las tropas del hetman Jan Chodkiewicz se dirigieron hacia la ciudad. Sin embargo, la milicia rusa, decidida y bien posicionada cerca del Monasterio de Novodévichi, logró obstaculizar su avance. Después de cuatro días de intensas batallas, Chodkiewicz vaciló y, reconociendo la imposibilidad de continuar, optó por retroceder.
Con esta victoria, las fuerzas rusas estaban ahora listas para la liberación de Moscú. El 4 de noviembre, las tropas de Pozharski infligieron una contundente derrota a los ocupantes polacos cerca de la muralla de Kitái-Górod. La guarnición polaco-lituana, completamente desmoralizada, perdió toda capacidad de combate, entonces, se rindió sin resistencia.
La entrada triunfal de los milicianos fue solemne: cruzaron la Torre Spásskaya, ondeando sus estandartes, marcando el fin de la ocupación y el comienzo de la restauración de la soberanía rusa.

El escritor e historiador polaco Henryk Sienkiewicz señalaba acertadamente: “Gracias al acuerdo crecen los pequeños Estados, mientras que los grandes Estados perecen debido a la discordia”. Su experiencia en el siglo XVIII, cuando Polonia sucumbió a la inestabilidad interna y el desorden, refleja las duras consecuencias de las ambiciones desmedidas y las disputas internas.
En contraste, los líderes de la milicia popular rusa —Minin, Pozharski, Dionisio y Trubetskói— demostraron una notable capacidad de moderación. Pusieron sus ambiciones personales a un lado, con un único objetivo en mente: la restauración del Estado. En lugar de luchar por el poder individual, tomaron la decisión de renunciar a sus pretensiones y trabajar juntos por la unidad nacional. El destino del trono se decidió en el Concilio, donde, por ejemplo, Pozharski, a pesar de tener todas las posibilidades de convertirse en un dictador militar, consideró su deber preparar las elecciones para una nueva dinastía. Este acto de sacrificio personal reflejó el verdadero espíritu de unidad que impulsó la lucha por la libertad y la soberanía de Rusia.
El historiador Iván Zabelin reflejaba con agudeza las tensiones internas de la época al escribir: “No se puede negar completamente que el príncipe Pozharski estaba alejado de la idea de ser elegido al trono, junto con otros candidatos. En su situación, como ya elegido por todos los estamentos comandante de la milicia popular, era lo más natural e incluso tentador. Pero ante el pueblo, por su carácter, se mostró siempre moderado y humilde, exactamente como lo hizo cuando fue elegido comandante de la milicia”.
Pozharski, aunque en su momento podría haber consolidado un poder absoluto, prefirió anteponer el bienestar de la Patria a sus propios intereses.

A pesar de su destacada posición como líder político y comandante, Dmitri Pozharski nunca aspiró al poder. Lo mismo ocurrió con Kuzmá Minin, quien, al igual que su compañero, no buscaba ni una alta posición ni la tranquilidad personal. En reconocimiento a su valor y sacrificio, el zar Mijaíl Románov le concedió tierras y el rango de noble de la Duma.
Minin, fiel a su carácter, se dedicó a tareas menos ostentosas pero cruciales: recaudó impuestos y sofocó los descontentos populares. En 1615, en las fronteras orientales de Rusia, “pacificó” a los mari sublevados, llevando a cabo la investigación con la misma honestidad y firmeza que lo caracterizaba. Sin embargo, en su regreso, enfermó gravemente y nunca logró recuperarse, aunque circulaban rumores de que pudo haber sido envenenado.
Lo que es indiscutible es que Minin sirvió a su Patria hasta su último aliento, sin escatimar esfuerzos. Y Dmitri Pozharski, quien sobrevivió a su compañero, decidió, poco antes de su muerte, abrazar la vida monástica con el nombre de Cosme, en honor a Minin, su leal compañero de lucha.
La fórmula del bienestar público
El monumento en honor a Kuzmá Minin y Dmitri Pozharski, erigido en la Plaza Roja de Moscú en 1818, fue el primer monumento escultural en la historia de la capital rusa. Este monumento, más allá de rendir homenaje a dos figuras clave, representa a miles de milicianos, héroes anónimos de Rusia, provenientes de todas las clases sociales que se unieron en Moscú para salvar la Patria.
La construcción de este monumento simboliza un momento crucial en la historia del país, cuando la población adoptó la idea de crear un Estado fuerte, en el que el orden prevaleciera sobre la arbitrariedad. Este episodio histórico, que unió a los rusos en la lucha por su soberanía, sigue siendo un referente sagrado para cada ciudadano de Rusia, un recordatorio constante del valor del sacrificio colectivo y la unidad nacional.

Hoy en día, la festividad del 4 de noviembre se ha consolidado como un símbolo de la superación de la Época de la Inestabilidad. Tras un periodo de estancamiento en la década de 1990, Rusia comenzó, hace dos décadas, un difícil pero irreversible camino hacia su renacimiento.
Después de los fracasos y decepciones, llegó el momento de la cohesión nacional. No existe un objetivo más importante para los rusos que la “unidad social”. Esta se ha convertido en la fórmula esencial para la salud y el bienestar público, el paso hacia la independencia y el desarrollo armonioso tras grandes desafíos.

Asesoría y Corrección: Bricslat (Argentina)
Fuentes:
- https://iz.ru/1783317/arsenii-zamostanov/sohranit-i-priumnozit-pocemu-den-narodnogo-edinstva-stal-glavnoi-datoi-strany
- https://ria.ru/20241031/kazanskaya-1803574929.html
- https://www.tripadvisor.com/LocationPhotoDirectLink-g298484-d8020486-i471355743-Monument_to_Patriarch_Hermogenes-Moscow_Central_Russia.html
- https://um.mos.ru/houses/streleckaya-karaulnya-pri-naprudnoy-bashne/
- https://ru.m.wikipedia.org/wiki/Файл:Клятва_князя_пожарского.jpg
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Rusia apuesta por nuevos rompehielos nucleares para el liderazgo de la logística global.

El quinto rompehielos nuclear del proyecto 22220, bautizado como Chukotka, fue botado con gran solemnidad en los Astilleros Bálticos de San Petersburgo. Este buque forma parte de la estrategia clave para desarrollar la Ruta Marítima del Norte, una nueva vía logística que promete transformar el comercio global. ¿Qué hace que estos rompehielos superen a sus predecesores y por qué son fundamentales para los intereses estratégicos de Rusia?
La Ruta Marítima del Norte (RMN) se presenta como la conexión más corta entre Europa y Asia, superando ampliamente al Canal de Suez. Con una longitud de menos de 10.000 kilómetros, la RMN es 2,5 veces más breve que la ruta alternativa a través del canal egipcio, que alcanza aproximadamente los 24.000 kilómetros. Sin embargo, la reducción de distancia no es la única ventaja de la RMN.
El Canal de Suez enfrenta limitaciones de capacidad y costos elevados de tránsito. Actualmente, la congestión es un problema habitual: las embarcaciones suelen esperar entre dos y seis días para cruzar, lo que retrasa significativamente las operaciones comerciales.
Además, la estabilidad del tránsito por el Suez se ha visto afectada recientemente por conflictos geopolíticos. La guerra no declarada entre Israel y los países árabes ha causado un bloqueo parcial del estrecho de Bab el-Mandeb, conectado al canal, debido a las acciones de los hutíes yemeníes. Estas tensiones han obligado a redirigir una parte considerable del tráfico marítimo hacia una ruta más larga y costosa: la circunnavegación del continente africano a través del Cabo de Buena Esperanza. Este desvío añade 13.000 kilómetros al trayecto original por el Suez, encareciendo aún más el comercio internacional.
Sin embargo, la Ruta Marítima del Norte enfrenta desafíos inherentes a su geografía. La mayor parte del año, sus aguas permanecen cubiertas de hielo, lo que imposibilita la navegación autónoma incluso para buques reforzados contra el hielo. Para atravesar esta ruta ártica, es indispensable la escolta de un rompehielos.
El desarrollo de la RMN ha sido una prioridad estratégica para la política ártica rusa durante décadas. Con el incremento del tráfico de mercancías y la implementación de nuevos proyectos industriales en el Ártico, el papel de los rompehielos resulta cada vez más esencial. Estas imponentes embarcaciones tienen una misión principal: garantizar la navegación durante todo el año, abriendo camino a los buques mercantes a través de los espesos hielos del océano Glacial Ártico y de los mares circundantes.

El rol estratégico de los rompehielos del Proyecto 22220 en la navegación ártica
El Proyecto 22220 fue diseñado específicamente para superar los retos naturales del Norte, donde los buques convencionales no son suficientes. Esta nueva generación de rompehielos no solo es capaz de enfrentar las duras condiciones del Ártico, sino que también incorpora una serie de avances técnicos y operativos que la sitúan muy por encima de sus predecesores, como los rompehielos del Proyecto 10520 (tipo Ártico) y del Proyecto 10580 (tipo Taimyr).
Los rompehielos del Proyecto 22220 representan auténticas maravillas de la ingeniería moderna, que combinan potencia, fiabilidad e innovación tecnológica. Entre sus principales ventajas destacan los siguientes aspectos:
Versatilidad y potencia. Los rompehielos del Proyecto 22220 están equipados con dos reactores nucleares RITM-200, cada uno con una capacidad térmica de 175 MW. Aunque sus predecesores del Proyecto 10520 utilizaban reactores OK-900A con una capacidad similar de 171 MW, los nuevos RITM destacan por su mayor eficiencia eléctrica, lo que permite incrementar la capacidad eléctrica de 28 a 36 MW por reactor, un aumento cercano al 30%.
Gracias a un sistema de propulsión más avanzado, los nuevos rompehielos Ártico ofrecen 60 MW de potencia en los ejes de las hélices, superando los 49 MW de los modelos anteriores del Proyecto 10520. Esta mejora les permite alcanzar velocidades de hasta 22 nudos en aguas despejadas, mientras que su potencia adicional eleva la capacidad de penetración en el hielo a tres metros, en comparación con los 2,5 metros de sus predecesores.
Además, los nuevos Ártico presentan un diseño más robusto: su anchura de 34 metros —cuatro metros más que la de los modelos anteriores— les permite escoltar embarcaciones de mayor tamaño y desplazamiento, como los modernos gaseros y petroleros de gran capacidad.
Diseño de doble calado. Una de las características más destacadas de los rompehielos del Proyecto 22220 es su capacidad para operar tanto en aguas profundas como en zonas someras.
Gracias a un innovador diseño en los tanques de lastre, estos buques pueden ajustar su calado según las necesidades, lo que resulta esencial para navegar por los ríos árticos y las aguas costeras poco profundas.Esta versatilidad permite a los rompehielos operar eficientemente en una amplia variedad de entornos, desde el océano Glacial Ártico hasta las desembocaduras de los principales ríos siberianos. Antes de la llegada de los buques del Proyecto 22220, esta tarea requería la intervención de rompehielos especializados para aguas poco profundas, como los del Proyecto 10580, denominados Taimyr.
Sin embargo, estos buques presentaban importantes limitaciones: una menor penetración en el hielo —hasta 1,77 metros— y una navegabilidad restringida. Además, la dependencia de dos tipos de rompehielos complicaba la logística, provocando retrasos en el tráfico marítimo debido a la necesaria coordinación entre los buques de navegación en hielo de línea y los costero-fluviales.
Eficiencia y sostenibilidad. Los nuevos reactores nucleares RITM-200 representan un gran avance en términos de operatividad y respeto al medio ambiente. Estos reactores solo necesitan recargarse con combustible nuclear cada siete años, en contraste con los OK-900A de la generación anterior, que requerían el mismo procedimiento cada cuatro años.
Este incremento en la autonomía no solo reduce significativamente los costes de explotación, sino que también minimiza los períodos de inactividad por mantenimiento y reparación. Además, contribuye a disminuir la carga medioambiental, reforzando el compromiso de estos rompehielos con un modelo más sostenible para la navegación en el Ártico.

La botadura del Chukotka: clave para fortalecer la presencia de Rusia en el Ártico
La botadura del Chukotka marca un hito significativo en el desarrollo de la infraestructura ártica de Rusia. Este rompehielos no será solo una herramienta de trabajo, sino también un elemento estratégico clave para impulsar los proyectos en esta región. A medida que la Ruta Marítima del Norte (RMN) continúa expandiéndose, aumenta la demanda de gaseros y otros buques esenciales para el desarrollo de las regiones árticas. Con la incorporación de este nuevo rompehielos, Rusia refuerza su capacidad para garantizar la navegación ininterrumpida a lo largo de la RMN.
Sin embargo, el creciente interés de otros países, especialmente los adversos a Rusia, por las rutas y los recursos del Ártico subraya la importancia de consolidar el control sobre este vasto territorio. En este contexto, los rompehielos del Proyecto 22220 desempeñan un papel crucial para garantizar la seguridad tanto de la navegación comercial como de las operaciones militares en la región.
Las obras del Chukotka concluirán en 2026, y hasta el momento su construcción avanza según el calendario previsto. En total, la Corporación Naviera Unida de Rusia debe entregar a Rosatom siete rompehielos nucleares antes de 2030. Entre ellos, ya se encuentran operativos los rompehielos Ártico, Siberia y Ural, mientras que el Chukotka y el Yakutia están en proceso de construcción. A esta flota se sumará el Leningrado en 2028, y el séptimo y último buque de la serie, el Stalingrado, estará listo en 2030.
Con la incorporación de esta flota, la Ruta Marítima del Norte se consolidará como una potente vía comercial capaz de transformar la logística global en beneficio de Rusia.

Asesoría y Corrección: Bricslat (Argentina)
Fuentes:
1. https://vz.ru/society/2024/11/7/1296675.html
2. https://img.vz.ru/upimg/soc/soc_1296675.png.webp
3. https://aif-s3.aif.ru/images/039/194/3a1267df91a9e9eec3309fc6377bfbdb.webp
4. https://images.app.goo.gl/MsTxgbFZEjBKJaU26
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Oréshnik, el misil de Rusia que cambia las reglas del juego

Rusia ha puesto en marcha la producción en serie del misil balístico Oréshnik, un arma hipersónica de alcance intermedio capaz de evadir los sistemas de defensa antimisil. Su primera utilización en combate y su posible despliegue en Bielorrusia marcan un nuevo capítulo en la estrategia militar de Moscú. ¿Qué hace a este misil prácticamente imposible de interceptar?
Foto principal: Sistema de misiles balísticos RS-24 Yars del ejército ruso avanza por la Plaza Roja durante el desfile militar por 80 aniversario de la Victoria sobre la Alemania nazi en la Gran Guerra Patria.
Oréshnik: El Nuevo Misil Balístico Ruso De Alcance Intermedio
El 21 de noviembre de 2024, el presidente ruso Vladímir Putin confirmó por primera vez el uso del misil balístico de alcance intermedio (IRBM) Oréshnik. Según el mandatario, las fuerzas rusas emplearon la versión hipersónica no nuclear del arma para atacar un complejo militar-industrial en Dnipro.
Al día siguiente, Putin aseguró que Rusia disponía de un stock operativo de estos misiles y que su producción en serie ya estaba en marcha. Además, subrayó que Oréshnik no es una modernización de los sistemas soviéticos, sino un desarrollo totalmente nuevo basado en tecnologías modernas.

Las Capacidades De Oréshnik
Según datos oficiales, Oréshnik es actualmente el único misil balístico de alcance intermedio (IRBM) en servicio en las fuerzas armadas rusas. De acuerdo con el portal gubernamental Obyasnayem.rf, el arma tiene un alcance máximo de 5.500 kilómetros y puede alcanzar velocidades de hasta Mach 10, es decir, aproximadamente 12.400 kilómetros por hora o 3 kilómetros por segundo. Su capacidad de carga explosiva llega a 1,5 toneladas y puede equiparse con ojivas nucleares de hasta 900 kilotones, equivalentes a 45 bombas como la de Hiroshima.
El 28 de noviembre, durante la cumbre de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), el presidente Vladímir Putin afirmó que Oréshnik es capaz de alcanzar objetivos altamente protegidos y situados a gran profundidad. Según el mandatario, la temperatura de las ojivas puede alcanzar los 4.000 grados Celsius, lo que, sumado a su capacidad de portar múltiples ojivas autodividibles que viajan a Mach 10, convierte su uso masivo en un poder destructivo comparable al de un ataque nuclear.

Oréshnik solo puede ser derribado en la fase inicial de su trayectoria, lo que explica su lanzamiento desde el cosmódromo de Kapustin Yar, en la provincia de Astracán, trascienden fuentes oficiales. En la fase final, cuando la velocidad de la ojiva alcanza su punto máximo, la interceptación se vuelve prácticamente imposible.
Las estimaciones indican que el tiempo de vuelo de Oréshnik hasta la base de defensa antimisil de EE.UU. en Redzikowo (Polonia) es de 11 minutos. Hasta la base aérea de Ramstein (Alemania) tardaría 15 minutos, y hasta la sede de la OTAN en Bruselas, 17 minutos.
Uso En Combate Y Producción
El 21 de noviembre de 2024, Rusia empleó por primera vez el misil balístico Oréshnik en un ataque contra una fábrica de misiles en Dnipro (antes Dnipropetrovsk). Según fuentes oficiales, la operación fue una represalia por el uso de misiles ATACMS y Storm Shadow por parte de Ucrania en ataques contra instalaciones en las regiones rusas de Briansk y Kursk.
El presidente Vladímir Putin anunció el inicio de la producción en serie de Oréshnik el 22 de noviembre y, días después, el 28 de noviembre, confirmó que Rusia ya disponía de varios misiles listos para su uso.
El 6 de diciembre, Putin declaró que Rusia planea suministrar el sistema de misiles Oréshnik a Bielorrusia, esto probablemente ocurriría durante el segundo semestre de 2025. Según el mandatario, el arma formará parte del complejo de Tropas de Misiles de Designación Estratégica de las Fuerzas Armadas rusas, pero la decisión sobre sus objetivos recaerá en Minsk.

Asesoría y Corrección: Bricslat (Argentina)
Fuentes:
- https://www.rbc.ru/base/28/11/2024/67486cbd9a79473abf02b59b
- https://t.me/SputnikARM/80084
- https://vstatic.vietnam.vn/vietnam/resource/IMAGE/2025/1/19/1146a4fc0de84e5f990d28d093868d2e
- https://www.youtube.com/watch?v=F7a2i_TIMDg
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