EE.UU. alaba a Japón respecto a su decisión de verter aguas radiactivas de la central nuclear de Fukushima. Desde Washington destacaron la transparencia del proceso, que ha sido aprobado por el Organismo Internacional de la Energía Atómica y cuenta con los estándares de seguridad internacionales. A su vez, Seúl dijo que no hay ningún problema científico o técnico respecto a esta medida. No obstante, tanto en Japón como en las naciones vecinas ha habido una ola de protestas contra la operación.
Japón ha comenzado este jueves a verter al océano Pacífico más de un millón de toneladas de agua radiactiva depurada procedente de la planta de energía nuclear Fukushima Daiichi. El proceso, que tardará décadas en completarse, forma parte del plan que el Gobierno japonés aprobó hace dos años para desmantelar la central nuclear que quedó devastada por el terremoto y posterior tsunami de 2011.
La decisión ha provocado protestas en el país y ha despertado las críticas de China, que lo considera “irresponsable y egoísta”, pese a contar con el respaldo del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA).
El vertido, aprobado hace dos años por el Gobierno japonés y que obtuvo el visto bueno del OIEA —dependiente de la ONU— el mes pasado, es un paso clave para el complicado proceso de desmantelamiento de la central nuclear, que también incluye la retirada del combustible fundido. Según la empresa propietaria de la central, Tokyo Electric Power (Tepco), el vertido del agua tratada ha comenzado a la 1.03 local (6.03 en la España peninsular) y por el momento se desarrolla según lo previsto, sin que se hayan identificado irregularidades ni con la bomba de agua de mar ni en las instalaciones aledañas, informa Reuters.
No obstante, el vertido cuenta con la oposición de China, que en un comunicado del Ministerio de Exteriores ha afirmado que se opone y condena firmemente la decisión de Tokio, considerando que el vertido de agua contaminada es un asunto importante de seguridad nuclear con implicaciones más allá de las fronteras japonesas y de ninguna manera un asunto interno de Japón. Antes, un portavoz de la administración de seguridad nuclear ha calificado el movimiento del Gobierno de Japón como “extremadamente egoísta e irresponsable”, que pone “sus propios intereses por encima del bienestar de la humanidad”. Pekín anuncia que tomará las medidas necesarias para proteger el medioambiente marino, la seguridad alimentaria y la salud pública y que monitorizará de cerca el nivel de radiación en las aguas tras el vertido.
Tokio, por su parte, ha criticado a China por difundir “protestas sin base científica”, asegura que el vertido es seguro y destaca que el OIEA ya ha garantizado que el impacto sobre el medioambiente o las personas es “insignificante”. No obstante, también hay oposición interna, como la de la industria pesquera japonesa, que teme una caída de ventas o vetos a la exportación de sus productos. Por ejemplo, Hong Kong y Macao ya han advertido de que dejarán de comprar pescado procedente de varias regiones japonesas, incluyendo Fukushima y Tokio.
El agua va a ser vertida al mar en partes, comenzando con cantidades pequeñas y con un mayor nivel de control. La primera descarga, de 7.800 metros cúbicos (7,8 millones de litros), el equivalente a tres piscinas olímpicas, se llevará a cabo en un periodo de 17 días.
En total, Tepco prevé que el proceso completo lleve unos 30 años.