Horacio Rosatti fue designado como el nuevo presidente de la Corte Suprema de Justicia. Lo eligieron sus pares en el marco de la reunión virtual que realizaron este jueves.
Fue el ministro Juan Carlos Maqueda quien propuso a Rosatti para presidir la Corte y a Rosenkrantz como vice. La propuesta fue acompañada por los dos nominados.
En la reunión estuvo ausente Lorenzetti. Argumentó que no podía asistir en virtud de estar participando en ese momento en otra actividad. Frente a su ausencia, Elena Highton de Nolasco pidió postergar el encuentro, pero como no hicieron lugar a su planteo ella tampoco intervino en el acuerdo.
Con los votos de Maqueda y los propios, Rosatti resultó electo para presidir el máximo tribunal y Rosenkrantz para secundarlo. De esta manera, a partir del 1 de octubre, Rosatti estará al frente de la Corte hasta el 30 de septiembre de 2024.
La elección de Rosenkrantz como vicepresidente, además, marca la salida del cargo de Highton de Nolasco, que supo secundar a Lorenzetti y continuar en la vicepresidencia después del golpe palaciego que lo desbancó de la presidencia el 11 de septiembre de 2018.
La elección del nuevo presidente tuvo una expectativa mayor que la elección de otros presidentes por cierto clima de tensión interna entre los cinco jueces, que de algún modo se confirmó con las ausencias de hoy y por coincidir además con las elecciones legislativas de medio término.
En el proceso de búsqueda de consensos para elegir el presidente, se instaló que Rosatti era uno de los favoritos ya que carecía del desgaste de gestión como titular, como es el caso de Lorenzetti y Rosenkrantz, por ser el más joven de los cinco y por contar con cierto perfil político que, según estiman en el Palacio de Tribunales, le da ventaja en un escenario institucional tan politizado como el argentino.
Rosatti llegó a la Corte Suprema durante el gobierno de Mauricio Macri, fue nombrado por decreto junto con Rosenkrantz. La decisión de Macri de imponerlos por esa vía no prevista en la Constitución generó amplio rechazo, incluso en el máximo tribunal, y obligó al entonces presidente a mandar sus pliegos al Senado, que finalmente avaló sus designaciones.
