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Sociedad Sucesos

Guadalupe Lucero aún no aparece.

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La niña de 5 años lleva desaparecida más de seis meses. Se la vio por última vez jugando con sus primos en el barrio 544 viviendas de la provincia de San Luis. Fuentes policiales aseguran que la niña ya no se encuentra en la provincia. Miles de lineas de investigación y hasta el momento ningún resultado certero.

Desde el acceso a Terrazas del Portezuelo, el edificio administrativo del Gobierno de San Luis, el padre de Guadalupe Lucero, la niña desaparecida el 14 de junio último en la capital provincial, encabezó un nuevo reclamo por su aparición.

Junto a un grupo familiares y amigos, Eric Lucero, eligió el puente de acceso a Terrazas del Portezuelo para reclamar avances en la causa y un compromiso del Gobierno provincial al que considera «responsable» en la no resolución de la causa por la desaparición de la niña de 5 años.

Con pancartas que afirmaban: «Guada te amo y te extraño» y «necesitamos repuestas ya», el padre sostuvo que es «muy difícil para nosotros como familia lo que estamos viviendo, por eso nos manifestamos por Guadalupe».

Para este nuevo reclamo, Lucero eligió la sede administrativa del Gobierno, ubicada en las afueras de la ciudad, en lugar del centro histórico donde habitualmente se realizan las protestas.

«Hicimos marchas en el centro de la ciudad y nunca tuvimos respuestas», dijo el padre Guadalupe sobre la elección del lugar, y aclaró que si bien tampoco creía que las tendrían por hacerlo frente al edificio administrativo del Gobierno dejó trascender la esperanza de que el gobernador Alberto Rodriguez Saá «nos vea».

La última manifestación que se realizó en San Luis fue el martes pasado, cuando se cumplieron seis meses de la desaparición. La movilización estuvo organizada por vecinas autoconvocadas y allí se hizo presente la abuela de la Guadalupe, Silvia Domínguez.

La causa que se inició el 14 de junio último cuando la niña jugaba con sus primos en la vereda de una vivienda del barrio 544 Viviendas del sur de esta capital, tramita hoy en la justicia federal bajo las figura de trata de persones y/o secuestro extorsivo, sin que las investigaciones hayan dado una pista firme de lo que sucedió con Guadalupe.

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Las insólitas hipótesis de Cristian Graf

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Le había dicho a los albañiles que quizá los huesos pertenecieron a una tumba de un convento, o llegaron en un camión con tierra contratado por su familia.

Mientras la Fiscalía en lo Criminal y Correccional 12 a cargo de Martín López Perrando intenta avanzar en la investigación sobre la muerte del joven Diego Fernández Lima en el barrio porteño de Coghlan en 1984, otras novedades se van filtrando a medida que pasan los días desde que se supo la identidad de los huesos encontrados el 20 de mayo pasado cuando unos albañiles removían tierra en una obra sobre Avenida Congreso al 3748. Así se desprende de las declaraciones que hizo uno de los obreros involucrados en las tareas de construcción del terreno lindero al chalet en el que aparecieron los restos óseos. 

Según este operario, el día en el que fueron hallados los huesos tras un trabajo en la medianera compartida –era una simple ligustrina– se hizo presente uno de los propietarios de la casa contigua, en apariencia movilizado por la rápida repercusión periodística que el hecho estaba alcanzando en los medios de comunicación. Era Cristian Graf, señalado ahora como el principal sospechoso del caso por tratarse de un compañero de Diego Fernández Lima en la entonces Escuela Nacional Técnica 36 de Villa Ortúzar.

Graf era conocido por los obreros y capataces, ya que anteriormente éstos habían tocado un caño maestro y dejaron sin agua a la manzana, lo cual afectó a este chalet vecino. El mismo era habitado por una mujer de edad avanzada que vivía sola, pero bajo el cuidado de su hijo varón –Cristian Graf– que es el mismo que acudió exigiendo la resolución del problema del agua y quien reapareció el 20 de mayo por la noticia del hallazgo de huesos en el área compartida entre las dos casas.

A pesar de que la zona ya estaba cercada, Graf pudo acercarse a la misma y conversar con algunos de los albañiles que estaban alrededor del área donde fueron vistos los huesos, en espera de las órdenes del jefe de la obra y especialmente de las autoridades policiales que intervinieron en el transcurso de aquel día. Según uno de estos trabajadores, y quizás por haberlos conocido previamente, Cristian Graf se desenvolvió con soltura ante ellos, lo que habilitó incluso a que postulara algunas hipótesis respecto a algo muy poco común: la aparición de una osamenta humana en el patio de una casa, algo expresamente prohibido de acuerdo a una ley que condena la inhumación de restos óseos en viviendas particulares.

De acuerdo lo que le escucharon aquella tarde, Graf habló en principio de un convento que allí funcionaba, lo que en efecto es cierto pero solo a medias: en el siglo XIX estuvo en ese mismo predio una capilla llamada Santa María de los Ángeles. En rigor a la verdad, hasta la aparición de los cementerios, se solía enterrar a los difuntos en patios y jardines de las iglesias, algo en este caso imposible, ya que los estudios del Equipo Argentino de Antropología Forense confirmaron que los huesos fueron sepultados cien años más tarde del siglo XIX.

En segundo orden Graf habló de un camión de tierra que en su momento él y su familia habían contratado para que fuera descargado en ese parque donde ahora se encontraron los restos que pertenecían a Diego Fernández Lima, desaparecido desde el 26 de julio de 1984, cuando tenía 16 años. El argumento era que los huesos quizás estaban en esa camionada y así aparecieron donde fueron encontrados por los albañiles: sesenta centímetros debajo del suelo. El tema es que junto a los restos también aparecieron objetos varios como la suela de un zapato, una corbata, llaves y hasta un reloj.

Se aguarda la citación en sede judicial de Cristian Graf por parte del fiscal López Perrando para que cuente si es cierto que dijo estas teorías que ahora se le atribuyen, o en tal caso que explique cómo es que apareció enterrado en el jardín de su casa familiar alguien que fue su propio compañero de colegio.

/P12

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Golpearon y arrastraron a una mujer en Rawson

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Esta violenta situación ocurrió el pasado miércoles 6 de agosto. La joven debió ser ingresada en el hospital Rawson.

Un nuevo hecho de inseguridad marcado por la violencia se registró en la provincia de San Juan. Las víctimas fueron una madre y su hija, quienes fueron sorprendidas por delincuentes. La más joven se llevó la peor parte ya que no sólo fue agredida, sino también arrastrada.

Todo se dio en el departamento Rawson, cuando Claudia Mercado de 50 años caminaba por la calle Olegario Andrade junto a su hija, Yamila Torres de 33 años. En ese contexto se les acercaron dos desconocidos que se movilizaban en una bicicleta.

Estos sujetos descendieron del rodado y se abalanzaron violentamente sobre ellas. Torres se resistió, pero uno de los malvivientes logró quitarle su cartera luego de arrastrarla por el suelo. Dentro de la misma llevaba $100 mil, estudios médicos, documentación personal y remedios.

Instantes después los cacos se dieron a la fuga. Posteriormente las víctimas se trasladaron hasta la comisaría 25° y radicaron la denuncia. Allí se determinó que la joven necesitaba ser llevada hasta el hospital Rawson, ya que había sufrido la luxación de uno de sus tobillos.

/C13

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Cómo fue la desaparición del adolescente cuyos restos fueron encontrados 41 años después

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Un simple trabajo de albañilería como el que puede ocurrir en cualquier lugar y a cada momento terminó abriendo las puertas hacia uno de los misterios más resonantes del año: la aparición de huesos enterrados a la altura de la medianera en una casa del barrio porteño de Coghlan y cuya identidad acaba de ser confirmada por la justicia. Los restos hallados tres meses atrás ahora se sabe que pertenecieron a Diego Fernández, un joven que era buscado por su familia desde el 26 de julio de 1984, día en el que fue visto por ultima vez a tres cuadras de donde aparecieron sus restos. Ahora falta develar las otras incógnitas del caso: la autoría y el móvil del homicidio.

Todo comenzó el 20 de mayo pasado, cuando unos obreros que estaban removiendo tierra y escombros en una propiedad de Congreso 3748 se encontraron con restos óseos debajo de una pared colindante. El hallazgo alcanzó notoriedad porque la obra en cuestión se estaba realizando en una casa que había sido habitada por el músico Gustavo Cerati. Sin embargo, la osamenta descubierta resultaba estar en el inmueble de al lado.

Los albañiles se comunicaron con la comisaría vecinal 12C que solicitó la tarea de la Policía Científica, que tras cuatro horas de trabajo inicial halló decenas de huesos y objetos personales. El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), en tanto, se acopló para colaborar en la búsqueda de la identidad. Los análisis permitieron aproximar sexo, edad y contextura y esa información llamó la atención de la familia de Diego, para la cual su pariente se encontraba desaparecido desde julio de 1984. Los cotejos de ADN terminaron confirmando la sospecha y dieron fin a una búsqueda de 41 años.

Según la denuncia que habían hecho oportunamente sus padres, Diego tenía entonces 16 años y vestía pantalón de jean, campera azul y botas marrones. Aquella jornada la había comenzado yendo al Escuela Nacional de Educación Técnica 36 del barrio de Saavedra, donde cursaba el secundario. Regresó a la casa familiar de Villa Urquiza a las 14.45 y almorzó con su madre, ya que su papá se encontraba trabajando y sus hermanos estaban estudiando. Luego salió a dar unas vueltas en su moto, volvió y nuevamente salió, aunque sin indicar con precisión su nuevo destino. “De improviso me comunicó que iba a la casa de un amigo y me pidió cambio para el colectivo. ‘Chau, hasta luego’, fueron sos últimas palabras”, contó su mamá en aquel tiempo.

Recién a las 20.30 de aquel 26 de julio comenzó la preocupación por la falta de novedades. “Estábamos acostumbrados a su puntualidad, siempre estaba en casa a la hora de la merienda o a la cena. Todo su tiempo era para el estudio y el fútbol, del que era fanático”, agregó la madre. En ese entonces Diego jugaba en las divisiones inferiores de Excursionistas, club que en la tarde de este martes hizo una publicación en sus redes sociales en solidaridad con la familia por el hallazgo. “Jamás faltó. Si iba a comer a la casa de su abuela que vive en Belgrano, llamaba para decir en el momento en que salía”, aportó el padre.

El primer estupor se produjo esa misma noche: los padres de Diego fueron a la vecina Comisaría 39 y el policía que los atendió intentó disuadirlos. “Dijo que seguro estaba con alguna ‘mina’, que ya iba a volver”, confesó su madre, naturalmente indignada. Por ese motivo, al día siguiente se dirigieron a la división de Búsqueda de Personas Desaparecidas. “Mi esposa estuvo siete días con sus noches parada en el balcón, sin comer, sin dormir, esperándolo. Nuestra vida es un vía crucis”, reveló el padre en su momento. Los dos estaban convencidos de que no se había ido por su cuenta. “Algo le pasó”, insistía su mamá. “Él tenía unos dólares guardados y los dejó en el placard. Es más: salió sin documentos, con la ropa del colegio. Además, si hubiese pensado irse, se hubiese llevado la motito”.

Al ver que las fuerzas oficiales no avanzan en la búsqueda, la familia decidió encargarle a una imprenta una pila de volantes con la descripción física de Diego, una foto de su busto y tres teléfonos de contacto. Así, empapelaron el barrio de Urquiza, donde vivían, y los aledaños. Pero eso generó un efecto inverso: comenzaron a recibir llamadas con pistas falsas. “Una madrugada, a las seis de la mañana, una mujer nos llama para decirnos que había visto a un chico igual al nuestro durmiendo en un auto por Avenida La Plata”, contó la madre. «Salimos corriendo y efectivamente había un chico casi igual al nuestro: se había olvidado las llaves de la casa y estaba esperando que la madre se despertara”.

“También vino una abogada que había estado en el (instituto psiquiátrico) Montes de Oca y decía haberlo visto. Había algo que nos convenció: decía que ese chico repetía constantemente ‘mamá’ y el nombre de mi señora”, agregó el padre. “Fuimos inmediatamente… pero no era nuestro Diego”. La desesperación los llevó hasta lo indecible, desde recorrer morgues hasta consultar a parapsicólogos, un recurso que en ese entonces era más común de lo imaginado (el ejemplo más notable fue en la investigación por la desaparición de la médica Cecilia Giubileo en 1985, donde una vidente le sugirió a los investigadores revisar un tanque de agua)

“No investigaron nunca, ni siquiera fueron al club o al colegio, nunca se interesaron por saber cómo era mi hijo”, le relató el papá de Diego en una entrevista concedida a Esto, revista de la época. “Al técnico de Excursionistas, que se ofreció voluntariamente a ser citado, no lo llamaron. Para ellos es un caso más. La policía dice que tienen tres mil casos iguales”. La causa siempre estuvo caratulada como “Fuga de hogar” hasta que prescribió. Ahora, con este nuevo hallazgo, Martín López Perrando lleva adelante una nueva investigación desde la Fiscalía Nacional en lo Criminal y Correcional 61 con la carátula de “Averiguación de delito” y algunas hipótesis en danza.

/P12

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