Sociedad Sucesos
Extraditarán y procesarán en Argentina al sacerdote que asistió a sesiones de torturas durante la última dictadura militar.

Después de una década de reclamos -y dos rechazos- la justicia italiana aceptó el pedido de extradición argentino para el cura Franco Reverberi Boschi, miembro del grupo de tareas del centro clandestino “La Casa Departamental”, que durante la dictadura funcionó en dependencias de los tribunales de San Rafael. Había huido del país en 2011 para no ser indagado.
Después de más de una década de eludir a la Justicia refugiado en su país natal, el sacerdote italiano Franco Reverberi Boschi, “el cura tano”, será extraditado a la Argentina para ser juzgado por crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura en el centro clandestino de detención y tortura “La Casa Departamental”, en San Rafael, Mendoza.
La decisión de extraditarlo fue tomada el lunes pasado por el Tribunal de Apelación de Bolonia, en una audiencia a puertas cerradas, donde analizó el pedido del Estado argentino impulsado por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación.
Reverberi Boschi había huido a Italia en 2011, cuando se realizó en Mendoza el primer juicio por delitos de lesa humanidad y los testimonios de sobrevivientes y familiares comenzaron a señalar su presencia en sesiones de tortura y el papel que jugó -utilizando su condición de sacerdote- para intentar convencer a los detenidos-desaparecidos para que dieran información a sus secuestradores.
El caso del “cura tano” es similar al del ex capellán de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, Christian Von Wernich, en los centros clandestinos del “Circuito Camps”, donde también asistía a las torturas y prometía a los detenidos que si daban información serían liberados, mientras que al mismo tiempo extorsionaba económicamente a sus familias. Por eso crímenes hoy cumple una condena de prisión perpetua.
El cura de la pistola
Reverberi Boschi fue capellán auxiliar del Escuadrón de Exploración de Montaña VIII de San Rafael durante la dictadura y se lo acusa, entre otros crímenes, del asesinato del militante del ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) José Berón, desaparecido a fines de 1976 luego de estar detenido clandestinamente en “La Casa Departamental”.
El de “La Casa Departamental” es un caso único en la red de centros clandestinos de detención y tortura que la dictadura montó a lo largo y lo ancho del territorio argentino. Funcionó en la sede de los tribunales provinciales de San Rafael, donde el ejército disponía de tres celdas y otras dependencias donde retenía y torturaba a los detenidos.
Sobre el papel que jugaba “el cura tano” en ese lugar no quedan dudas. Ya durante el primer juicio por crímenes de lesa humanidad realizado en Mendoza, varios sobrevivientes del centro clandestino declararon que solía presenciar las sesiones de tortura, donde los golpeaban y los sometían a la picana y el submarino.
Se lo identificaba como un integrante más del grupo represivo, al punto que, si bien en ocasiones aparecía vestido con el hábito religioso, en otras lo veían enfundado en un uniforme de fajina del ejército y con una pistola enfundada en una sobaquera. Además del arma, también portaba La Biblia, que mostraba a los detenidos cuando les decía que debían arrepentirse de ser “subversivos” y colaborar con sus interrogadores para alcanzar un “alivio espiritual”.
En el juicio de 2010 uno de los sobrevivientes de “La Casa Departamental”, Mario Bracamonte, militante de la Juventud Peronista, relató cómo la noche del 9 de julio de 1976, “el cura tano” presenció cuando, después de torturarlo a él y a otros detenidos, los hicieron limpiar la sangre arrastrándose desnudos por el piso de la sala de torturas con una temperatura bajo cero. En ese momento, contó Bracamonte en el tribunal, levantó la cabeza para mirar al cura y recibió la patada de un oficial. “¿Qué mirás, negro?”, le gritó.
El propio Bracamonte y otros sobrevivientes reconocieron sin ninguna duda a Reverberi Boschi como el cura de la sala de torturas: no podían equivocarse porque lo conocían como párroco de la iglesia de su ciudad, a la que asistían desde chicos.
Escape a Italia
Nacido en Sorbolo, Parma, en 1937, de niño Reverberi emigró con su familia a Argentina y se radicó en San Rafael, donde vivió durante más de cuarenta años. Ordenado como religioso, fue destinado como párroco en la ciudad y designado como capellán auxiliar del Escuadrón de Exploración de Montaña VIII del Ejército.
En 2010 fue citado como testigo en el juicio por crímenes de lesa humanidad que se realizaba en Mendoza, pero ante el tribunal negó haber estado alguna vez en “La Casa Departamental” y aseguró que no podía dar ninguna información. Dijo, además, que recién se había incorporado como capellán del Escuadrón en 1980, lo cual era falso.
Con el correr de las audiencias su nombre empezó a aparecer una y otra vez en los testimonios de los sobrevivientes, que lo señalaron como un notorio integrante del grupo que operaba en el centro clandestino de detención.
También lo identificaron como muy ligado al ex juez federal Raúl Héctor Acosta, sospechado de ser el máximo cómplice de los represores en Tribunales, donde funcionaba “La Casa Departamental”.
Después de escuchar esos testimonios en sede judicial, la fiscalía de San Rafael pidió que se lo citara a indagatoria, pero antes de que un juez lo pudiera citar huyó a Italia y se refugió en su ciudad natal, Sorbolo.
En rebeldía
En 2012 la Justicia lo declaró en rebeldía, se pidió su extradición e Interpol llegó a emitir la orden de captura internacional. Desde Italia y a través de sus abogados, respondía a las citaciones judiciales diciendo que tenía problemas de salud que le impedían viajar. Entonces la Argentina pidió su extradición, bajo acusación de torturas.
En su pedido, la fiscalía de San Rafael señaló que “Reverberi tenía conocimiento pleno de las detenciones ilegales de los nombrados y de las torturas a las que fueron sometidos” y “se movía con autonomía” por el centro clandestino de detención. Y agregaba: “Es tan torturador el que enchufa el cable en la pared como el que enciende la radio para que no se escuchen los gritos, el que pasa la picana por los genitales de la víctima, o el que llega después a ‘aconsejarle’ que hable para no ser torturado nuevamente. Ahora bien, cuando el que llega después a dar consejos es además un sacerdote que se maneja con autoridad ante los demás miembros del aparato represivo, entrando y saliendo a su antojo del centro clandestino, no es un torturador cualquiera, es uno calificado”.
En 2013 una corte italiana rechazó por primera vez el pedido de extradición con el argumento de que el delito de torturas no era imprescriptible según el Código Penal de ese país.
La cuestión parecía cerrada, pero nuevos testimonios permitieron ampliar la acusación y se lo imputó como partícipe secundario en diez casos de secuestros y torturas, en el asesinato de José y miembro de la asociación ilícita que conformaba el grupo de tareas de “La Casa Departamental”.
En 2017, el Tribunal Federal Oral N°2 de Mendoza decidió informar al papa Francisco sobre la situación judicial de Reverberi Boschi y resolvió “liberar oficio al Jefe del Estado del Vaticano a fin de poner en su conocimiento la grave intervención de sacerdotes de la diócesis de San Rafael en crímenes de lesa humanidad”.
También la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) envió una carta a Bergoglio, pidiéndole que “interceda, instruya, ordene, o cuanta acción considere útil, para que Franco Reverberi se allane al proceso judicial que se sustancia en la República Argentina, en el que se podrá demostrar su responsabilidad criminal o confirmar la presunción de inocencia en el marco del goce pleno de las garantías constitucionales y el estado de derecho democrático”.
Desde Ciudad del Vaticano no hubo contestación.
El único que dio una respuesta sobre la situación del “cura tano” fue el obispo de Parma, en diciembre de 2021, cuando un periodista del diario italiano La Repubblica fue hasta la parroquia Santi Faustino y Giovita, en Sorbolo, en un intento por entrevistar al sacerdote prófugo.
No pudo encontrarlo, pero sí pudo conversar con el párroco local. Cuando el periodista le preguntó por Reverberi Boschi, el cura le contestó: “Hace unos días, cuando otros periodistas llegaron a Sorbolo, le escribí al obispo para decirle que buscaban a Don Franco. El obispo me respondió que les diera una trompada en los dientes”.
Posible apelación
En marzo pasado, la Cámara de Apelaciones de Bolonia volvió a rechazar la extradición, pero, a partir de un recurso interpuesto por el representante del Estado argentino, el 30 de junio la Corte Suprema de Casación italiana le ordenó emitir un nuevo fallo teniendo en cuenta las pruebas que no había analizado.
Además, estudios médicos ordenados por la Cámara demostraron que, pese a sus 84 años, Reverberi Boschi no tuvo problemas de salud que le impidan viajar.
Eso abrió las puertas al nuevo fallo, dictado esta semana, que obliga al “cura tano” a retornar a la Argentina y responder por los crímenes que se le imputan.
Sin embargo, a Reverberi Boschi todavía le queda una instancia para resistir, que se resolverá en las próximas dos semanas.
“Ahora la Corte tiene 15 días para presentar las razones de la sentencia, por lo que habrá que ver si hay recurso de apelación por parte del extraditado”, le explicó al diario La Repubblica el abogado Arturo Salerni, que representa al Estado argentino en el juicio de extradición.
@Infobae.


Esta violenta situación ocurrió el pasado miércoles 6 de agosto. La joven debió ser ingresada en el hospital Rawson.
Un nuevo hecho de inseguridad marcado por la violencia se registró en la provincia de San Juan. Las víctimas fueron una madre y su hija, quienes fueron sorprendidas por delincuentes. La más joven se llevó la peor parte ya que no sólo fue agredida, sino también arrastrada.
Todo se dio en el departamento Rawson, cuando Claudia Mercado de 50 años caminaba por la calle Olegario Andrade junto a su hija, Yamila Torres de 33 años. En ese contexto se les acercaron dos desconocidos que se movilizaban en una bicicleta.
Estos sujetos descendieron del rodado y se abalanzaron violentamente sobre ellas. Torres se resistió, pero uno de los malvivientes logró quitarle su cartera luego de arrastrarla por el suelo. Dentro de la misma llevaba $100 mil, estudios médicos, documentación personal y remedios.
Instantes después los cacos se dieron a la fuga. Posteriormente las víctimas se trasladaron hasta la comisaría 25° y radicaron la denuncia. Allí se determinó que la joven necesitaba ser llevada hasta el hospital Rawson, ya que había sufrido la luxación de uno de sus tobillos.
/C13
Sociedad Sucesos
Cómo fue la desaparición del adolescente cuyos restos fueron encontrados 41 años después

Un simple trabajo de albañilería como el que puede ocurrir en cualquier lugar y a cada momento terminó abriendo las puertas hacia uno de los misterios más resonantes del año: la aparición de huesos enterrados a la altura de la medianera en una casa del barrio porteño de Coghlan y cuya identidad acaba de ser confirmada por la justicia. Los restos hallados tres meses atrás ahora se sabe que pertenecieron a Diego Fernández, un joven que era buscado por su familia desde el 26 de julio de 1984, día en el que fue visto por ultima vez a tres cuadras de donde aparecieron sus restos. Ahora falta develar las otras incógnitas del caso: la autoría y el móvil del homicidio.
Todo comenzó el 20 de mayo pasado, cuando unos obreros que estaban removiendo tierra y escombros en una propiedad de Congreso 3748 se encontraron con restos óseos debajo de una pared colindante. El hallazgo alcanzó notoriedad porque la obra en cuestión se estaba realizando en una casa que había sido habitada por el músico Gustavo Cerati. Sin embargo, la osamenta descubierta resultaba estar en el inmueble de al lado.
Los albañiles se comunicaron con la comisaría vecinal 12C que solicitó la tarea de la Policía Científica, que tras cuatro horas de trabajo inicial halló decenas de huesos y objetos personales. El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), en tanto, se acopló para colaborar en la búsqueda de la identidad. Los análisis permitieron aproximar sexo, edad y contextura y esa información llamó la atención de la familia de Diego, para la cual su pariente se encontraba desaparecido desde julio de 1984. Los cotejos de ADN terminaron confirmando la sospecha y dieron fin a una búsqueda de 41 años.
Según la denuncia que habían hecho oportunamente sus padres, Diego tenía entonces 16 años y vestía pantalón de jean, campera azul y botas marrones. Aquella jornada la había comenzado yendo al Escuela Nacional de Educación Técnica 36 del barrio de Saavedra, donde cursaba el secundario. Regresó a la casa familiar de Villa Urquiza a las 14.45 y almorzó con su madre, ya que su papá se encontraba trabajando y sus hermanos estaban estudiando. Luego salió a dar unas vueltas en su moto, volvió y nuevamente salió, aunque sin indicar con precisión su nuevo destino. “De improviso me comunicó que iba a la casa de un amigo y me pidió cambio para el colectivo. ‘Chau, hasta luego’, fueron sos últimas palabras”, contó su mamá en aquel tiempo.
Recién a las 20.30 de aquel 26 de julio comenzó la preocupación por la falta de novedades. “Estábamos acostumbrados a su puntualidad, siempre estaba en casa a la hora de la merienda o a la cena. Todo su tiempo era para el estudio y el fútbol, del que era fanático”, agregó la madre. En ese entonces Diego jugaba en las divisiones inferiores de Excursionistas, club que en la tarde de este martes hizo una publicación en sus redes sociales en solidaridad con la familia por el hallazgo. “Jamás faltó. Si iba a comer a la casa de su abuela que vive en Belgrano, llamaba para decir en el momento en que salía”, aportó el padre.
El primer estupor se produjo esa misma noche: los padres de Diego fueron a la vecina Comisaría 39 y el policía que los atendió intentó disuadirlos. “Dijo que seguro estaba con alguna ‘mina’, que ya iba a volver”, confesó su madre, naturalmente indignada. Por ese motivo, al día siguiente se dirigieron a la división de Búsqueda de Personas Desaparecidas. “Mi esposa estuvo siete días con sus noches parada en el balcón, sin comer, sin dormir, esperándolo. Nuestra vida es un vía crucis”, reveló el padre en su momento. Los dos estaban convencidos de que no se había ido por su cuenta. “Algo le pasó”, insistía su mamá. “Él tenía unos dólares guardados y los dejó en el placard. Es más: salió sin documentos, con la ropa del colegio. Además, si hubiese pensado irse, se hubiese llevado la motito”.
Al ver que las fuerzas oficiales no avanzan en la búsqueda, la familia decidió encargarle a una imprenta una pila de volantes con la descripción física de Diego, una foto de su busto y tres teléfonos de contacto. Así, empapelaron el barrio de Urquiza, donde vivían, y los aledaños. Pero eso generó un efecto inverso: comenzaron a recibir llamadas con pistas falsas. “Una madrugada, a las seis de la mañana, una mujer nos llama para decirnos que había visto a un chico igual al nuestro durmiendo en un auto por Avenida La Plata”, contó la madre. «Salimos corriendo y efectivamente había un chico casi igual al nuestro: se había olvidado las llaves de la casa y estaba esperando que la madre se despertara”.
“También vino una abogada que había estado en el (instituto psiquiátrico) Montes de Oca y decía haberlo visto. Había algo que nos convenció: decía que ese chico repetía constantemente ‘mamá’ y el nombre de mi señora”, agregó el padre. “Fuimos inmediatamente… pero no era nuestro Diego”. La desesperación los llevó hasta lo indecible, desde recorrer morgues hasta consultar a parapsicólogos, un recurso que en ese entonces era más común de lo imaginado (el ejemplo más notable fue en la investigación por la desaparición de la médica Cecilia Giubileo en 1985, donde una vidente le sugirió a los investigadores revisar un tanque de agua)
“No investigaron nunca, ni siquiera fueron al club o al colegio, nunca se interesaron por saber cómo era mi hijo”, le relató el papá de Diego en una entrevista concedida a Esto, revista de la época. “Al técnico de Excursionistas, que se ofreció voluntariamente a ser citado, no lo llamaron. Para ellos es un caso más. La policía dice que tienen tres mil casos iguales”. La causa siempre estuvo caratulada como “Fuga de hogar” hasta que prescribió. Ahora, con este nuevo hallazgo, Martín López Perrando lleva adelante una nueva investigación desde la Fiscalía Nacional en lo Criminal y Correcional 61 con la carátula de “Averiguación de delito” y algunas hipótesis en danza.
/P12

Recibió un mensaje en el que le decían que había transferido dinero a otra cuenta desconocida. Él respondió y le hicieron morder el anzuelo para embaucarlo.
El anzuelo fue un mensaje que llegó a través de correo electrónico y que le alertaba que, desde su cuenta, había hecho una transferencia a otra persona. La notificación parecía alertarlo de un movimiento sospechoso de dinero, pero aparentemente resultó ser la trampa de unos estafadores que luego lo engañaron por teléfono y lo estafaron en 3.500.000 pesos.
Esta nueva estafa cibernética se cometió el sábado último en horas de la noche; es decir, un día y horario propicio para el engaño. Y el que cayó en el fraude fue un señor de 54 años, de apellido Pereyra, que jamás imaginó que estaba siendo víctima de embaucadores. Él estaba en su casa del barrio Jardín II de Rivadavia, cuando sufrió la estafa.
Fuentes policiales contaron que el hombre dijo que, el sábado alrededor de las 20, recibió un mensaje por correo que le notificaba que acababan de realizar una transferencia de 50 mil pesos desde su cuenta de Mercado Pago. Eso lo asustó, entonces rápidamente entró a internet y buscó algún teléfono de la plataforma de pago digital, según explicó una fuente del caso. Otra versión decía que, en aquel primer mensaje, recibió también un número telefónico para contactarse.
Lo cierto es que Pereyra llamó a un número de celular en donde le contestó un desconocido, quien terminó engañándolo. Ese sujeto tomó nota de su reclamo y empezó a pedirle datos personales, así fue que supuestamente le sacó las claves de sus cuentas de Mercado Pago y del Banco Francés. El hombre no se dio cuenta de que estaba siendo blanco de una maniobra delictiva, pues minutos después le vaciaron las cuentas. Según fuentes policiales, transfirieron 3.500.000 pesos a billeteras virtuales desconocidas.
El hecho fue denunciado el domingo último en la Brigada de Investigaciones de la Central de Policía de San Juan, pero será investigado en la UFI Delitos Informáticos y Estafas.
/TSJ
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