NOTA de OPINION – Por Jorge Elbaum
La escena política del denominado occidente está atravesada por discursos y acciones de la ultraderecha. En Estados Unidos, la Unión Europea y América Latina se amplifican voces supremacistas y racistas mientras se estimulan políticas orientadas a castigar a los más vulnerables, sean éstos trabajadores, colectivos religiosos, mujeres, pueblos originarios o migrantes. En el caso de Alemania –una de las sedes históricas desde donde se impusieron prácticas genocidas– se difundió el 10 de enero último una investigación del portal de investigación Correctiv en la que se detalla el debate llevado a cabo en noviembre de 2023, en Potsdam, en la que se propuso un programa de deportación masiva de no alemanes puros a diferentes países del mundo.
En la reunión participaron diputados, empresarios, integrantes de la asociación civil denominada Unión de Valores, y altos representantes de dos organizaciones políticas, la Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas germanas) y la Unión Demócrata Cristiana (CDU). La particularidad del encuentro es que se llevó a cabo a pocos kilómetros de la Villa de Wannsee, el lugar donde se desarrolló la conferencia el 20 de enero de 1942, en la que se decidió la Solución Final del problema judío, consistente en su exterminio. En la Conferencia de Wannsee participaron 14 contertulios. En la de Potsdam el número fue de 22. El principal orador del coloquio reciente fue el austríaco Martin Sellner (foto), quien describió las características del plan de reemigración, eufemismo utilizado para referirse a la necesidad de expulsión de quienes no expresen caracteres germánicos puros, o no se encuentran asimilados a los atributos culturales adecuadas. El mismo día de la aparición de la investigación, el diputado de neonazi René Springer escribió en la red social X: “Deportaremos a los extranjeros a sus países de origen. A millones de ellos. No es un plan secreto. Es una promesa”.
La reemigración plantea la expulsión de 10 millones de habitantes y el posterior análisis de pureza de otros 22 millones, descendientes de no germanos. Alemania cuenta con un población total de 83 millones de habitantes y una cuarta parte de sus ciudadanos posee antecedentes migratorios, incrementados desde la década de 1950 hasta la actualidad. Curiosamente, los programas de Potsdam y de Wannsee coinciden en ser liderados por austríacos. Tanto en el primer tercio del siglo XX como en la actualidad, el malestar económico –la recesión, el individualismo, la ausencia de lazos comunitarios empáticos y la supremacía del dinero como deidad– son utilizados para identificar chivos expiatorios e iniciar a su castigo colectivo.
La economía alemana se contrajo un 0,3 por ciento durante el año 2023 y dejó de ser considerada como la locomotora de la producción europea. Una de las causas de ese repliegue es la ruptura de los vínculos energéticos con la Federación Rusa y la posterior adquisición de otros proveedores –especialmente estadounidenses– que generaron un incremento del 30 por ciento. Otro de los elementos, de índole más simbólico e intersubjetivo, es el miedo a una nueva capitulación militar frente a quienes tomaron Berlín en abril de 1945 e hicieron capitular al ejército alemán. La sensación de volver a ser derrotados –esta vez como parte de una o una alianza otantista de 31 países miembros– aparece como un fantasma omnipresente. Imaginar desfiles en Moscú aparece como la pesadilla que merodea por el imaginario germánico y la ultraderecha empieza a reorientar dichos temores hacia los nuevos enemigos internos, especialmente los inmigrantes y los musulmanes.
Para dotar de verisimilitud e infundir terror en la sociedad –y al mismo tiempo disimular el malestar que provoca la inminente victoria rusa– suscriben la teoría del gran reemplazo, una adecuación de las Leyes de Nuremberg, que justificabas la persecución a los judíos y a quienes no podían probar su pureza germánica. Según esta teoría conspirativa existe un complot de inmigrantes no blancos para sustituir a la población nativa. Esos discursos tienen sede no solo en Europa sino también en Estados Unidos. Esa gran sustitución –que supuestamente está impulsada por africanos, islámicos y/o latinoamericanos, es sustentada tanto por Trump como por Meloni en Italia.
La Afd es el segundo partido más grande del país después de la alianza de la Unión Cristiana (CDU/CSU). Se especula con que podría congregar a una quinta parte del electorado en las próximas elecciones al parlamento europeo. Desde que se conoció la investigación de Correctiv se llevaron a cabo multitudinarias manifestaciones de repudio en diferentes ciudades alemanas, y en forma sumultaena se motorizó un petitorio de proscripción de esa organización nazi que alcanzó casi un millón de firmas. Sin embargo, los analistas son pesimistas acerca de su resultado: la última demanda de proscripción –relativa a otro grupo de ultraderecha, el Partido Nacional Democrático (NPD)– fue desestimada por la justicia porque “no contaba con el peso necesario para consumar sus objetivos de actuar contra el Estado”.
La peste, como escribió Albert Camus, vive en los pliegues hasta que vuelve a retomar su ansia supremacista y genocida.
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