En el texto del Ángelus preparado por el Pontífice, Francisco recuerda que en la enfermedad nada puede impedir amar y rezar, exhorta a mirar a quien está junto a nosotros en la prueba, reflejo de la luz de Dios. Por último, agradece a los niños que fueron al Hospital Gemelli para estar cerca de él y un pensamiento para la Iglesia sinodal, cada vez más en camino. En su corazón también los países devastados por la guerra.
Es la luz que transforma, que deslumbra, que se hace caricia en el dolor la que guía el pensamiento del Papa en el Ángelus que él preparó, en este segundo domingo de Cuaresma. Es la luz de la Transfiguración de Jesús que hace visible una de las verdades más grandes a los discípulos que le siguen en el monte: «detrás de los gestos -destaca Francisco- que Él realiza en medio de ellos», está «la luz de su amor infinito».
El tiempo de la prueba
Un amor que el Papa siente «mientras afronto -escribe- un tiempo de prueba, y me uno a tantos hermanos y hermanas enfermos: frágiles, en este momento, como yo.
Nuestro físico es débil pero, aun así, nada puede impedirnos amar, rezar, donarnos, ser los unos para los otros en la fe, signos luminosos de esperanza.
/VaticanNews
