Ahora San Juan se contactó con Eduardo Maza, un hombre que un sin fin de hechos, que parecían aislados, lo llevaron a ser uno de los forjadores de los derechos laborales en un lugar emblemático de San Juan: El Matadero de los 80. ¿Cómo era trabajar en este lugar de “parcos”?¿Cómo fue el proceso de humanizar, romper estructuras que acallaba a muchos trabajadores?.

Maza le dió voz a un sector oprimido socialmente, y por eso era conocido como “El loco” por sus amigos, su entorno más íntimo. “Yo soy de una familia muy humilde, nací y me crié en Iglesias hasta que un Padre de la Iglesia me trajo a la ciudad a los 11 años”.
En aquel momento, según cuenta Eduardo, la iglesia católica bosconia hacía misiones en las comunidades con escasos recursos de departamentos alejados, y “seleccionaban” niños para traerlos a estudiar a la Capital sanjuanina, una gran oportunidad en aquel entonces.
Un niño de 11 años llegaba a la ciudad, una gran oportunidad personal y, sin él imaginarlo, se iniciaba el camino de un hombre que marcaría para siempre la vida de trabajadores sanjuaninos.
Maza, se recibió de fruticultor en la escuela Enología, pero a los 17 años, cuando finalizó “tuve que buscarme la vida solito”.
“Siguiendo el consejo de mi padre, muy sabio, me enfrenté a la vida en la ciudad. Conocí tanta gente que para alguien como yo, que viene del campo, y más en aquella época, eran cosas que uno no conocía”.

Su curiosidad por la lucha en causas que consideraba justas la inició en el secundario. “Recuerdo que lo cambiaban a Ruperto Godoy, que medio que lo derrocaron, y junto con estudiantes de la escuela Enología escuchábamos a los dirigentes y todos nos unimos para pedir que se quede Ruperto”, este fue el primer paso para que Maza inicie a vincularse a las juventudes políticas.
Al empezar a vivir la política activamente su roce con la universidad era constante “recuerdo verme muchas veces frente a la facultad deseando ser un estudiante, pero mi realidad económica no me permitía, era estudiar o comer y bueno, había que elegir”.

Maza se formó en la calle, yendo y viniendo, escuchando detenidamente, alimentando a su mente curiosa con quienes él consideraba referentes en aquel momento. “Fue una época muy enriquecedora porque los debates se hacían casi a diario, en un entorno de mucha pasión y respeto. Todos considerábamos que las ideas eran para todos, no para dos o tres lúcidos”.Ahora San Juan necesitaría escribir un libro, con más de 10 capítulos con todas las vivencias de un personaje como Eduardo Maza.
En esta oportunidad, el colectivo de redacción de este medio se centrará en, quizás, la lucha de clases más fuerte contada en primera persona: los derechos adquiridos por los trabajadores del matadero municipal gracias a un hombre, que sólo iba a trabajar para darle sustento a su familia pero las injusticias lo hicieron alzar la voz, y con ello enaltecer un trabajo que había sido por décadas invisibilizado y denigrado.
“Todo inició por mi cuñada, Rosita Flores, trabajó toda la vida en la casa de los Bravo, crió a todos los hijos de Leopoldo Bravo. Yo le dije a Rosa que me había quedado sin trabajo, y ella un sábado llegó con una tarjeta y me dijo que tenía que ir a buscar a Rodríguez Castro, quien era intendente de Capital en ese momento, para ver un trabajo. Recuerdo que le dije ‘quiero trabajar’ y me mandó a arreglar una máquina, a la semana me llamaron otra vez pero en esa oportunidad era para empezar en el matadero. Así entre a mi querido matadero”.

“En aquel momento entraba a las 6 de mañana, me recibió Efraín, el capataz del matadero. Asi empece a trabajar en ese lugar, que ese edificio con sus trabajadores le dieron estructura a la filosofía de vida que adapte”
Muchos detalles de las condiciones de trabajo inhumanas en las que los empleados municipales, del matadero estaban a diario. Pobreza extrema, marginación, explotación laboral, y más. Eduardo, que era un luchador de la vida incansable y que se había nutrido de derechos humanos por medio de la militancia se percató de aquello e inició la lucha de clases.
Al inicio los mismos compañeros de Maza no entendían las exigencias que planteaba el hombre, pero con el tiempo lo fueron comprendiendo. “Recuerdo algo muy bien, cuando logramos que nos dieran algo tan básico como elementos de seguridad, un casco, no se lo querían poner”. Estaban tan acostumbrados a no ser cuidados, ni valorados, a ser tratados como “delincuentes” que la dignidad laboral les parecía extraña.
El trabajo en el matadero municipal era tan precarizado y la lucha fue tan grande que podría ser un largometraje digno de alguna plataforma de streaming, y hasta una serie de varios capítulos. Lo real es que la lucha, que fue dura para Eduardo, porque fue perseguido y señalado por la clase dominante y hasta por algunos de sus pares, perseveró y le dió poder no sólo a todos aquellos que trabajaban de sol a sol en aquel lugar, sino a sus familias y por ende a todo un sector social sanjuanino de los 80’.

Hoy los trabajadores, de cualquier rubro, disfrutan derechos gracias a personas como Eduardo Maza, que vio injusticias y luchó incansablemente hasta subsanar las heridas de la clase trabajadora.
Ahora San Juan se compromete a contar más de la historia de Eduardo, que cuenta la historia provincial desde otro punto, con otra perspectiva que es digna de ser leída.

 
                                    