Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo
Si rezamos el Padrenuestro es obvio que nos reconocemos hermanos. Sin
embargo nos cuesta vivir de ese modo, incluso con los más cercanos.
Sabemos también que, como nos enseñaba San Pablo VI, “la Iglesia existe
para evangelizar”; la misión debiera ser articuladora de la vida de cada
comunidad; sin embargo —y también— nos cuesta ser Iglesia en salida a las
periferias.
Este fin de semana celebramos en la Argentina la Jornada Mundial de las
Misiones. El lema que nos propone Francisco es “vayan e inviten a todos al
banquete”, tomado de la parábola evangélica del banquete nupcial
(cf. Mt 22,1-14). Jesús nos relata que ante el rechazo de los primeros
invitados, el rey, protagonista central, dice a sus siervos: «Salgan a los cruces
de los caminos e inviten a todos los que encuentren» (v. 9). En su Mensaje el
Papa nos dice que “reflexionando sobre esta palabra clave, en el contexto de
la parábola y de la vida de Jesús, podemos destacar algunos aspectos
importantes de la evangelización, los cuales resultan particularmente
actuales para todos nosotros, discípulos-misioneros de Cristo, en esta fase
final del itinerario sinodal que, de acuerdo con el lema “Comunión,
participación, misión”, deberá relanzar a la Iglesia hacia su compromiso
prioritario, es decir, el anuncio del Evangelio en el mundo contemporáneo”.
La Parábola nos muestra que “la misión es un incansable ir hacia toda la
humanidad para invitarla al encuentro y a la comunión con Dios. ¡Incansable!
Dios, grande en el amor y rico en misericordia, está siempre en salida al
encuentro de todo hombre para llamarlo a la felicidad de su Reino, a pesar
de la indiferencia o el rechazo”. Ciertamente que tendremos dificultades y, a
veces, graves. La tentación del desaliento está abonada por la búsqueda de
resultados inmediatos, del éxito humano.
Estamos llamados a anunciar la Buena Noticia a todo el mundo, todas las
culturas, todos los pueblos. Algunos hombres y mujeres sienten en su
corazón el llamado que Dios les hace para consagrar la vida en la Misión lejos
de sus hogares. Pero “no olvidemos que todo cristiano está llamado a
participar en esta misión universal con su propio testimonio evangélico en
todos los ambientes, de modo que toda la Iglesia salga continuamente con su
Señor y Maestro a los ‘cruces de los caminos’ del mundo de hoy”. Además
del testimonio es nuestra obligación comprometernos con la oración y con el
apoyo económico. La colecta que se realiza en las misas este fin de semana
se dedica a sostener obras en lugares de misión: salas de salud, escuelas,
hogares para niños huérfanos o ancianos abandonados, centros misioneros…
El mensaje y la propuesta del Evangelio es novedosa, y de alguna manera
contracultural. Nos llama a un cambio de paradigma, de mentalidad. “Así
pues, mientras el mundo propone los distintos ‘banquetes’ del consumismo,
del bienestar egoísta, de la acumulación, del individualismo; el Evangelio, en
cambio, llama a todos al banquete divino donde, en la comunión con Dios y
con los demás, reinan el gozo, el compartir, la justicia y la fraternidad”. Una
misión destinada a todos, es lo que subraya la Parábola; nadie queda afuera
del amor de Dios que quiere que «todos se salven y lleguen al conocimiento
de la verdad» (1 Tm 2,4).
Para que la misión sea universal, obviamente hace falta el compromiso de
todos. “Por eso es necesario continuar el camino hacia una Iglesia al servicio
del Evangelio completamente sinodal-misionera. La sinodalidad es de por sí
misionera y, viceversa, la misión es siempre sinodal.”
Durante este mes de octubre en Roma se está realizando el Sínodo de la
Sinodalidad, que tanto tiene que ver con lo que venimos hablando. Una
religiosa benedictina y un sacerdote dominico están dando savia espiritual al
discernimiento de estos días. Les comparto unas reflexiones dichas en el Aula
por el padre Radcliffe que todavía me siguen resonando:
“Nuestra tarea en el Sínodo es vivir con preguntas difíciles y no, como los
discípulos, deshacernos de ellas. ¿Cuáles son las nuestras aquí? (…)
Seguramente debemos responder a todos los gritos de madres y padres de
todo el mundo por las hijas e hijos jóvenes atrapados en la guerra y la
pobreza. No debemos cerrar los oídos como hicieron los discípulos en ese
momento. También hay preguntas profundas que subyacen en muchas de
nuestras discusiones. (…)
”Muchas personas quieren que este Sínodo dé un Sí o un No inmediato en
varios temas. ¡Pero esa no es la forma en que la Iglesia avanza hacia el
profundo misterio del Amor Divino! No debemos huir de las preguntas
difíciles. (…) A pesar de la recepción hostil de los discípulos, la mujer se
queda. No se rinde ni se va. Por favor, quédense, cualquiera que sea su
frustración con la Iglesia. ¡Sigan preguntando! Juntos descubriremos la
voluntad del Señor. (…)
”De lo contrario, como decimos en Inglaterra, solo estaremos reorganizando
las sillas del Titanic”.
El video del Papa para el mes de octubre, nos llama a rezar “por una misión
compartida”, de la cual somos corresponsables los obispos, sacerdotes,
diáconos, fieles laicos, la vida consagrada. Nos complementamos, “somos
comunidad. Por eso debemos caminar juntos recorriendo el camino de la
sinodalidad”. “Somos corresponsables en la misión; participamos y vivimos
en la comunión de la Iglesia.”