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Cultura Cosas Nuestras

La increíble historia de María Mush, el ente que habita en Niquivil.

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Todos en Niquivil conocen a María Mush, un ente travieso que le gustaba llevarse a los niños al campo y hacer otras maldades en el pueblo. La increíble historia de una pequeña niña.

Sólo los niños podían verla. Ellos la describían como una niña de 9 o 10 años, pelo corto, rubia y petisa; ella decía que se llamaba María Mush, un ente travieso al que le gustaba llevarse a los niños al campo y hacer otras maldades como matar chivos. Todos en Niquivil la conocen a María Mush.

“Esta historia se cruza con otra creencia, la de los duendes, que, según dicen, son niños que no llegaron a nacer. María Mush se relaciona y a la vez huye de esa creencia.

El duende es un pícaro que juega siempre y tiene la costumbre de trenzar las colas de los caballos, pero también puede ser un tipo jodido que se lleva los niños en la siesta y los pierde.

María Mushi tuvo un gran impacto porque la gente cuenta su historia como algo sólido, no llegó a hacer ningún daño, pero se apareció en una vivienda y amenazó con quemar la casa”, relató el sociólogo e historiador José Casas, que actualmente trabaja en la historia de María Mush para incluirla en el libro que escribe sobre Jáchal.

Casas pudo recoger de primera mano el relato de esta aparición que sigue muy vigente entre los pobladores de Niquivil. María Mush hizo apariciones intermitentes desde 1930 en un puesto que ya no está habitado, hacia el Oeste de Niquivil.

Hacia 1960 dejó de aparecer.

Primera versión de María

El sociólogo relata que María Mush fue registrada por primera vez por Berta Vidal de Battini (figura fundacional en los estudios del folclore argentino) e incluida en las historias, cuentos y leyendas que recogió en todo el país.

Esa primera versión fue recogida en el año 1950relatada por Roberto Sánchez. director de la Escuela Nacional 168, Las Aguaditas, localidad de Niquivil, departamento Jáchal; y publicada en la Segunda Encuesta sobre el habla regional, Ministerio de Educación de la Nación.

Sánchez señaló que esta historia se la contó Virgilio Carrizo donde la mencionan como María Mushi.

En una estancia de Niquivil, hace muchos años, pasó un caso que usted me dirá qué es y cómo se explica”.

El director de escuela relató que en la estancia vivía una familia compuesta por el padre, la madre y tres hijos chicos. Un día sintieron una voz que les hablaba, al padre le decía “viejo”, y a la madre, “vieja”.

Era la voz de un niño o una niña, y si bien los adultos no podían verla, si la escuchaban. En cambio, los niños no solo la veían, sino que peleaban, jugaban y dormían con ella.

María era un ente y como tal podía ir de un lugar a otro lejano.

Una noche en la que estaban todos ‘rodiando’ el fuego, el ‘viejo’ se acordó de un hermano que hacía un año que no veía porque, por una ‘disgracia’, estaba cumpliendo una condena en la cárcel de San Juan.

– ¿Qué estará haciendo mi hermano?, dijo el hombre.

María Mush le dijo que ella iría a traerle noticias. En media hora estaba de vuelta, contándole al ‘viejo’ que su hermano estaba ocupado haciendo obras de plata y que estaba bien. Al salir de la cárcel, un año más tarde, era platero.

“Un día, cuando el padre y la madre, solos en la cocina, empezaron a hablar de María Mush, que en esos días había degollado a unos chivitos y los había dejado cruzados en el cogote de un burro, haciéndole daño.

Como supondremos, hablaban mal de ella porque, además, había tomado la costumbre de ‘arriarles’ los niños para el campo. Creyendo estar solos, criticaban a María Mush, cuando sintieron su voz que enojada les decía que por eso le iba aprender fuego al rancho”.

De pronto un tizón se elevó en el aire y empezó a acercarse al techo, mientras la voz continuaba diciendo, enojada siempre, que eso no se hacía y que ella los iba a castigar y después se iría para siempre.

Ante los ruegos y pedidos de los padres, María Mush no quemó el rancho, y pudieron ver como el tizón caía con fuerza en medio del fuego.

Intrigado, un día el hombre le preguntó a María Mushi por qué se llevaba sus hijos al campo, ella le dijo que era porque tenía una gran riqueza que les quería dar. Que fuera él también con ellos y llevara un cuchillo muy afilado.

“Cuando lleguemos a la Loma del Sapo (llamada así por tener en una ladera una mancha que da la impresión de ser un sapo que va subiendo), nos saldrá un ‘viborón’ muy grande, pero no te asustes, con el cuchillo le vas haciendo tajos y verás que en lugar de sangre saldrá oro puro. Nunca quiso el hombre llegar hasta allí”.

Los lugareños también relataban que cuando los carros “vergueaban” en los arenalesMaría Mush acudía en ayuda de los carreros y mientras estos animaban las mulas, la rueda empantanada parecía que se iba levantando poco a poco hasta quedar libre. María Mushi la había sacado y después se iba conversando un trecho con ellos, como si fueran grandes amigos, pero nunca se dejaba ver.

Siete años estuvo por la zona haciendo de las suyas María Mush.

“Y terminó el señor Carrizo diciendo que muchas personas la oyeron a María Mushi, de la que no supo más cuando la familia vino a vivir a Niquivil”.

La versión de Delgado

El profesor de Historia, Edmundo Jorge Delgado, tomó un testimonio de una niquivilera para incluir la historia de María, esta vez como María Musha, en su libro “Devociones y relatos míticos de San Juan” (2017).

Cuenta Delgado que a mediados de la década de 1940 aparece en los alrededores de la localidad jachallera de Niquivil un personaje misterioso y perverso al que llaman María Musha.

“Los extraños acontecimientos se iniciaron con la llegada de un niño huérfano, de unos 10 o 12 años, a la finca El Durazno, donde una numerosa familia de apellido Iribarren, que allí vivía, decidió criarlo.

La vida transcurría normalmente en este hermoso paraje cuando comenzaron las extrañas desapariciones de este niño, el cual era encontrado frecuentemente extraviado entre los cerros cercanos, muy asustado y llorando.

Cuando le preguntaban qué le había sucedido, respondía que se lo había llevado una mujer muy grande y de enormes manos con las cuales le pegaba”.

Para terminar con el sufrimiento del niño, lo llevaron a vivir a Niquivil donde fue alojado en la casa de doña Sara Penice. Al principio todo era tranquilidad, pero no pasó mucho tiempo cuando la María Musha comenzó a hacer notar su presencia.

Una escena de terror se vivió cuando el hermano de la dueña de casa encontró al niño fuertemente aferrado a los alambres del parral gritando ‘¡Soltame! ¡Soltame!”, mientras insultaba a la María y rezaba.

Delgado relata que los adultos solo escuchaban su voz, por ejemplo, cuando en tono de amenaza les decía: “Eh gringo, ojos de balita, le via decir a tu mujer que andas chupando”, expresión que terminaba con fuertes carcajadas

Otra de las travesuras preferidas de María era tirar por cualquier lado monturas y pellones; y apagar velas y candiles.

“Ante la seguidilla de sucesos misteriosos se decidió llamar al comisario Varela. Su presencia, cuando comenzaba anochecer, fue motivo para escuchar la risa burlona de la María que además amenazó al comisario diciéndole. ‘Yo a vos no te tengo miedo, así que no molestes más o me voy a llevar a tu hijo y te lo via a tirar al río’”.

Después de fracasar con el intento de hacer intervenir a la ley, los vecinos llamaron a un sacerdote, pero tampoco dio resultado, la María también se burló de él hasta el cansancio.

La María Musha fue oportunamente usada por las hijas de la familia Iribarren, las que cuando se fugaban a sus propias travesuras decían que se las había llevado engañada la María.

“Con la partida de la familia Iribarren de la finca El Durazno, María Musha abandonó sus travesuras, pero aún hoy en Niquivil la leyenda de este malévolo ser está presente en la memoria de sus pobladores”, dice Delgado.

Casas destaca que María Mush sigue vigente en la conciencia social y en la memoria popular de Niquivil de manera consolidada.

Algunos creen que la María volverá dentro de siete años para seguir degollando chivos y llevarse los niños al cerro.

@DestinoSanJuan// Viviana Pastor.

/Imagen principal: Archivo/

Cultura Cosas Nuestras

La dominación inca en la leyenda de El Salado

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Aún existen en San Juan muchas leyendas y mitos que no han sido divulgados, este es el caso de la leyenda de El Salado a la que Destino San Juan pudo acceder gracias a la generosidad de Oscar Gómez, un albardonero dedicado al rescate de la historia de Albardón.

Esta historia fue replicada de un antiguo libro y ahora forma parte de una obra que prepara Gómez con decenas de historias de Albardón que espera ser publicada pronto.

La leyenda relata que sobre la falda Este del cerro Villicum surgía una prodigiosa vertiente de agua dulce en el siglo XVI, en derredor de esta se habían asentado una tribu de huarpes.

Allí pasaban los días el cacique Alunic y su tribu, unos cuantos nativos se dedicaban a cultivar la tierra, maíz, zapallo, papa y melón. Vestían ushutas (ojotas) de cuero de guanaco, camisetas de lana de vicuña, domesticaban la llama, y hacían cacharros de arcilla, además de tejer canastos de mimbre con fibras vegetales.

Alunic había convertido el lugar en un vergel donde su tribu vivía feliz ya que estaban muy organizados para producir su comida, vestimenta y utensilios. Sus casas eran pircas de piedra y habían trazado acequias que tomando el agua de la prodigiosa vertiente regaba sus cultivos y también servía para beber y preparar la comida, sobre todo las bebidas como la añapa de algarroba y el pan de patay.

Los días transcurrían en una paciente rutina, que era interrumpida, de cuando en cuando, por el llanto de algún nacimiento o por la llegada de los cazadores con algún guanaco o avestruz para alimentar a la tribu.

El lugar, convertido en un oasis de colores armoniosos en primavera y verano, no hacían más que ofrecer al huarpe un hogar de características únicas: tenían agua, tierra fértil, muy cerca de allí la arcilla para su alfarería.

Mal presagio

Sin embargo, una nube negra se acercaba. El brujo de la tribu venía anunciando que algo raro iba a suceder.

Una mañana calurosa del verano estaba la hija del cacique Alunic, la bella Acashlla tejiendo con varillas de chilca recién cortadas un gran canasto de mimbre junto a su enamorado, llamado Tereka, que el día anterior había llegado de cazar.

Muy temprano había recogido leña para poder cocinar los cacharros de arcilla que hacía varios días estaba preparando, porque tenía serias intenciones de casarse con Acashlla, trato que había hecho con su padre Alunic como manda la tradición huarpe.

Mientras Tereka le daba los últimos retoques a su alfarería colocándoles guardas y dibujando la figura del último guanaco que cazó por el camino del norte, sobre el medio día con un sol abrazador, vieron llegar cuatro visitantes desconocidos.

Toda la tribu se puso alerta, si bien eran pacíficos, siempre estaban dispuestos a pelear por lo suyo, y se reunieron en la puerta de la casa del cacique Alunic.

Llegaron los extraños, eran altos, venían vestidos con camisetas con guardas de colores, gorros con figuras que adornaban con círculos de oro y bronce, pantalones a media canilla y oyutas. También estaban adornados con collares de huesos y piedras pulidas.

Eran de algún lugar que los huarpes no reconocían. Se acercaron en son de paz y pidieron hablar con el cacique Alunic. De pronto dijeron:

– Somos de un pueblo lejano, se presentaron señalándose con el dedo, Huáscar Tichi, Tupac Chinuk, Auca Chanca y Paka Inca. Venimos con la misión de mejorar la raza, hemos caminado muchas lunas hasta llegar aquí.

– ¿Qué significa eso? preguntó Alunic.

– Mañana, a la salida del sol, deberemos llevar a las mujeres jóvenes a un manantial cercano, sin presencia de hombres, los que se revelen deberán morir, en sacrificio a los dioses, y cargarán con la maldición del dios supremo Apu Kon Viracocha, dijo Paka Inca.

Los visitantes eran integrantes del gran Imperio Inca y Paka Inca era un sacerdote que bendecía a las mujeres para que al procrear tuvieran mejor descendencia, tal era la misión de los incas.

Pacíficos pero…

No les pareció una buena idea a los huarpes esa de entregar a sus mujeres, por eso pergeñaron un plan.

Al amanecer, los incas organizaron a las mujeres en grupos de tres, entre ellas estaba la bella Acashlla.

Las guiaron hasta la boca de la vertiente, en lo alto de una loma, las colocaron frente al agua en una barranca de espaldas al sol. Comenzó la ceremonia y el sacerdote Paka Inca extendió los brazos colocándose delante de las mujeres, también de espadas al sol, y dijo su oración:

-Óyeme desde el mar de arriba, a que permaneces, desde el mar de abajo, donde estás, creador del mundo. Alfarero del hombre, señor de los señores, a ti con mis ojos que desesperan por verte, pues viéndote yo, tú me veras y me reconocerás, el sol, la luna, el día, la noche, el verano, el invierno, no en vano caminan ordenados y por todas partes te llevan consigo.

En tu cetro de rey óyeme, escúchame, en mi cansancio y en la muerte, para que puedas bendecir a la mujer para generar mejores hombres.

Mientras esto ocurría los huarpes que estaban abajo de la barranca escondidos y con grandes piedras en la mano, a un solo grito atacaron a los visitantes, matándolos y arrojándolos al pozo de la vertiente de aguas dulces y cristalinas.

Se llevaron sus mujeres hasta la aldea y festejaron su victoria sobre los invasores.

Días después, comenzaron a notar que el agua de la vertiente cambiaba de gusto, se puso más salada, como la sangre derramada.

El agua comenzó a hacer estragos en el organismo de la tribu, pocos días más comenzó a salitral la tierra y por ultimo secó los cultivos.

En definitiva, la maldición del dios de los incas, Viracocha, se hizo realidad y en poco tiempo la tribu huarpe tuvo que abandonar el lugar.

Han pasado más de cuatro siglos y ese lugar que otrora fuera un vergel con agua dulce pura y cristalina, se convirtió en lo que es hoy en día, un lugar árido, de lomas peladas y paisaje gris con agua salada, pero que mantiene la claridad y la frescura de entonces. 

Sin embargo, las aguas saladas son curativas, como una indulgencia de la maldición de Viracocha.

El lugar quedó marcado para siempre como El Salado.

@DestinoSanJuan // Viviana Pastor.

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Cultura Cosas Nuestras

Esta es la historia de la Escarapela Nacional

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La creó Manuel Belgrano, para distinguir al ejército invasor español del revolucionario nacional.

En 1812, con el propósito de distinguirse del ejército invasor realista, Manuel Belgrano instauró el uso de la escarapela para todas las tropas del Ejército Revolucionario.

En la actual ciudad de Rosario, el 13 de febrero de 1812, Manuel Belgrano le solicitó al Primer Triunvirato que avalara el uso de una escarapela nacional con los colores blanco y azul celeste.

El objetivo era uniformar a todas las tropas de las Provincias Unidades del Río de La Plata y distinguirlas del ejército enemigo, que utilizaba el color rojo.

En éste marco, el 18 de febrero del mismo año el Triunvirato decretó el reconocimiento y uso de la escarapela como insignia patria.

Una semana más tarde, el 27 de febrero de 1812, Belgrano le informó al triunvirato que “siendo preciso enarbolar la bandera, y no teniéndola, la mandé hacer celeste y blanca, conforme a los colores de la escarapela nacional”, que había creado él mismo días antes.

Por lo tanto, el Consejo Nacional de Educación estableció el 18 de mayo de 1935 como la fecha para homenajearla.

Por otra parte, desde el Museo Histórico Nacional cuentan que el uso de escarapela se hizo costumbre como distintivo entre los ejércitos de España durante el 1700 y que las formas de las escarapelas variaban en lazos o moños, hasta que se estableció forma actual llamada la roseta o cucarda.

Además, las escarapelas eran también una forma de distinguir bandos políticos. Por eso, en las jornadas revolucionarias de mayo de 1810, Domingo French y Antonio Luis Beruti repartieron escarapelas. Aunque no blancas y celestes como solemos imaginar.

Para concluir, en el Archivo General de la Provincia se resguardan varios e importantes documentos relacionados con el proceso histórico del periodo de los acontecimientos de 1810 en adelante, entre los cuales se cuenta un Bando Nacional donde se dispone el uso de la escarapela en todo el territorio nacional:

A continuación se presenta la transcripción de dicho documento resguardado en el Departamento Archivo Histórico:

En acuerdo de hoy se ha resuelto que desde esta fecha en adelante se haga, reconozca y use por las tropas de la Patria la Escarapela Nacional de las Provincias Unidades del Rio de la Plata, declarándose por tal la de dos colores blanco y azul celeste, y quedando abolida la Roja con que antiguamente se distinguían. Se comunica a Vuestra señoría por los efectos consiguientes a esta resolución.

Dios guie a Usted muchos años.

Buenos Aires, Febrero 18 de 1812

Feliciano Antonio Chiclana

Manuel de Sarratea

Juan José Paso

Bernardino Rivadavia

Al Gobierno de San Juan

Posteriormente, en el año 1935 el Consejo Nacional de Educación, instituyó el día 18 de mayo como Día de la Escarapela.

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Cultura Espectáculos

Gala Patria: furor por “Mujeres Argentinas”

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Se agotaron las localidades para las tres funciones de la icónica obra de Ariel Ramírez y Félix Luna que disfrutarán más de tres mil personas en el Teatro del Bicentenario.

El Gobierno de la provincia de San Juan, a través del Ministerio de Turismo, Cultura y Deporte, comunica que las tres funciones de Gala Patria 25 de Mayo “Mujeres Argentinas” se encuentran agotadas.

Los sanjuaninos se agolparon en el hall del TB para agotar, en poco tiempo, las localidades de un espectáculo que promete emocionar y cautivar con una producción inédita e integral del teatro.

La semana próxima, más de tres mil personas disfrutarán de la icónica obra de Ariel Ramírez y Félix Luna “Mujeres Argentinas”, que será puesta en escena bajo la dirección de Alexis Mirenda, junto a un elenco concertado de talentosos bailarines y un gran equipo de profesionales escenotécnicos.

La velada contará además con la participación de La Camerata, las voces de Eli Domínguez y Melisa Quiroga, y culminará con las estrofas del Himno Nacional Argentino, interpretado en la voz de Laura Costanza.

@SiSanJuan

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